MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor JOSÉ MIGUEL DOMÍNGUEZ LEAL

sábado, 18 de mayo de 2013

"EL HOMBRE EN EL CASTILLO" DE PHILIP K. DICK (I)


Esta famosa novela de P. K. Dick me interesaba desde que leí sobre ella en una añeja revista, pero sólo hace poco me dio en comprarla. Ha ejercido en mi cierta fascinación inexplicable, que me ha llevado a releerla justo al concluir la última página; es así porque la obra inspira la idea de que se trata de un mecanismo ensamblado de piezas difusas, pero solidamente trabadas, y surge, por tanto, la inquietud de bucear en su estructura y dilucidar su misterio, que va más allá de su cariz ucrónico.
La novela está íntimamente marcada por otro dos libros, como en un espejismo borgiano, uno real, el I Ching, y otro ficticio, La langosta se ha posado, que se cruzan en el devenir de los protagonistas marcando su destino, o mejor dicho, su percepción de lo real y lo ficticio.
Por una parte, el I Ching es utilizado por diversos personajes para consultar el futuro (y es el primero de los dos que aparece en la novela, utilizado por el artista-joyero-falsificador de antigüedades criptojudío Frank Frink), paradójicamente popularizado en la costa oeste americana por los invasores japoneses, ganadores, junto con los nacionalsocialistas alemanes, a su vez ocupantes de la costa oeste, de la Segunda Guerra Mundial en el mundo ucrónico descrito en la novela de Dick; sólo los alemanes parecen indiferentes al Libro de los Cambios, cuyo empleo más filosófico o esotérico estaba vinculado tradicionalmente a la intuición de la esencia cambiante de lo real.
Por ota parte, La langosta se ha posado se presenta como la obra de un tal Abendsen, que vive en los estados de las Montañas Rocosas, zona no ocupada aunque bajo la tutela japonesa, donde se dice que el escritor vive en una especie de fortaleza para protegerse de los nazis, que buscan matarlo a causa de su libro, pues en él se describe un mundo en el que es el Eje el que ha perdido la guerra. Al revés que la magna obra china, este libro aparece de manera relativamente tardía en la novela dickesiana, aunque es, en mi opinión, muy significativo que sea mencionada tras el golpe a la realidad establecida que sufre el anticuario Childan tras la visita de Frink, quien bajo la personalidad supuesta de agente de un cliente japonés, revela a aquél que sus Colt 44 de la Guerra Civil son falsificaciones modernas (de las que, por otra parte, es él mismo el autor); el objetivo de toda esta pantomima para Frink es chantajear a su antiguo jefe, Wyndam-Matson, quien lo ha despedido, para obtener fondos con los que crear su propio taller de joyería; es precisamente la amante de aquél quien le muestra, al acaso, el libro de Abendsen; el pequeño magnate se muestra escéptico y receloso respecto a la obra, pues, al igual que Childan y, en menor medida, Frink, ha aceptado el statu quo de la postguerra, y se han acostumbrado a medrar en el mundo de los vencedores, hacia los que sienten una extraña mezcla de admiración, sumisión y rencor.
Quizás pudiera hablarse en la obra de Dick de cierta metafísica de lo material, pues son los objetos, como los Colt 44 falsificados, los que suponen una solución en la continuidad de lo presuntamente real, que lleva a Childan, primero, a observar de un modo distinto a sus clientes japoneses (su esnobismo, su deseo de atesorar los despojos del vencido en forma de antigüedades, su educado aire de superioridad), y, luego, a dotar progresivamente de cierto misticismo las joyas modernas creadas por Frink tras serles ofrecidas indirectamente por su socio Ed; sobre todo, después de que uno de sus clientes japoneses las desprecie con desconfianza proponiéndole fabricarlas al por mayor como amuletos; Childan se rebela, pues, por vez primera, asimilándose a los autores de dichas piezas, "hombres norteamericanos orgullosos de su arte". Es, asimismo, un falso Colt 44, vendido por Childan y probablemente fabricado por Frink, el arma de fortuna que usa el agregado comercial japonés, Sr. Tagomi, en su despacho contra unos sicarios de la SD (nueva denominación de la Gestapo desde 1947) que irrumpen para asesinar a un confidente alemán; es ese mismo Colt 44 el que Tagomi lleva al negocio de Childan para revendérselo, y aliviar así parte de su conciencia budista de culpa por las muertes ocasionadas con el arma; es el arma que Childan rechaza, ofreciéndole, en cambio, a Tagomi una de las joyas de Frink, "la vida nueva de su país", según Childan, pieza que acompaña a Tagomi en un paseo febril por San Francisco, en el que, por momentos, el ejecutivo japonés ya no encuentra elementos orientales, descubre insólitas arquitecturas, y los blancos no le demuestran sumisión.

2 comentarios:

Al59 dijo...

Ninguna novela de Dick da la sensación de estar 'bien escrita' o siquiera bien terminada; pero quien ha entrado en su mundo, nunca lo olvida (y reconoce la raíz del mejor cine de ciencia-ficción reciente). En este sentido, creo que el paralelo más cercano es Lovecraft, que también es desmañado (o torpe en sus mañas) escribiendo, pero deslumbrante. De entre las de Dick, yo me quedo con Ubik. Aunque esta es también de las mejores.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Personalmente veo un afán de estructura muy logrado en esta novela, que la hace casi magnética,y del que seguiré escribiendo; pero esto es una percepción mía.
Saludos.