MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 26 de julio de 2014

DÍAS DE CINE (I)




Estos días de verano cuando estoy solo en casa, aprovecho para hacer cosas para las que me falta vacar durante el curso; una de ellas es ver películas en V.O.(S.E.) de las que voy acumulando. Así, he podido ver o rever películas como Roma de Fellini, que me ha provocado sentimientos diferentes; por una parte, su carácter de obra de autor que aúna la visión de Roma del director a través de sus experiencias, produce una serie de escenas costumbristas, como la de la sudorosa cena de verano al aire libre del tórrido verano romano, o la de la exhibición de carne chillona en los populosos burdeles de la Urbe, imaginario que ya siente uno envejecido en las producciones de Tinto Brass, o la larga escena en el teatro, lugar de desfogue de los vitelloni romanos; escenas que conviven con otras de cine excepcional, como la larga entrada por carretera en la ciudad bajo la lluvia del equipo de filmación con su grúa montada sobre el camión, que va mostrando un paisaje onírico, plagado de flashes sobre el interior de los vehículos que circulan, y un paisaje industrial apocalíptico y humeante, tal que una actualización del tópico del descensus ad inferos; por otra parte, cierto carácter documental, lleva al director a mostrar escenas intercaladas de la Roma coetánea, la de comienzos de los años 70, ciudad llena de hippies, a punto en cualquier momento de darse de bruces con las prostitutas callejeras de la juventud de Fellini por obra de los constantes flash-back, todo bajo una ambientación predominantemente nocturna y sombría. Ese prurito documental me parece de lo menos logrado de la película, sobre todo cuando recurre al a modo de recurso de autoridad de la entrevista a contemporáneos como Gore Vidal y Ana Magnani (aunque no deja de ser interesante la concepción de Vidal de Roma como ciudad "que vende sueños", sea en sus ruinas, en sus estudios de cine, o en el Vaticano -están en relación con esta idea dos largas secuencias de la obra; una de ellas el descubrimiento de unos frescos romanos que se deshacen por el aire que penetra del exterior en unas obras del metro, escenas de gran belleza onírica y fuerza simbólica, junto a la secuencia del pase de modelos eclesiásticos ante una corte cuasi vampírica, de ambientación tétrica, tan setentera por otra parte, y que no desmerece mucho, por otra parte, de la del resto de la película). El montaje, pues, me resulta fallido e irregular, como me parece corroborar la escena final de los motoristas que recorren la ciudad de noche, dejando ver algunos de sus monumentos más destacados, y que se me antoja puro color de época.

domingo, 20 de julio de 2014

"CON LAS HORAS CONTADAS" DE LUIS CERNUDA




"Con las horas contadas" es la décima serie de "La realidad y el deseo" de Luis Cernuda, escrita entre 1950 y 1956. J.M. Capote en su edición antológica lo considera un libro esencialmente meditativo; en él aparecen temas e incluso figuras de la serie precedente como el rey Felipe II, que es presentado como un parcial trasunto de la realidad madura del poeta, incomprendido y cuestionado, pero temido por el atrabiliario dardo de su palabra ([...] "No se lo perdonaron, no le perdonan nunca / Este miedo que en su presencia les doblaba. / Aún por eso le odian, odiando ahí aquella imagen de sí mismos. / Aún murmuran de él. Así le envidian. Y con rabia / Denigran su grandeza, que no sabe prestarse / A los prácticos modos de engañar la conciencia, / A la nación de hormigas la tierra socavando, / Al pueblo de tenderos acumulando, y no siempre lo propio.", Águila y rosa). En nocturno yanqui revisa Cernuda con un sentimiento de desengaño los elementos que han marcado su existencia: la literatura, el paso del tiempo, la búsqueda de la justificación en la obra literaria, y en el futuro lector o poeta que lo redimiría, la pérdida de la juventud, el trabajo, el amor, para concluir con una aceptación sosegada del inevitable soliloquio circular consigo mismo. La constatación de la futilidad de sus sueños literarios y vitales, se traslada artísticamente a un métrica en la que adquiere gran prevalencia el arte menor, que expresa mejor un discurrir que ya no es tan discursivo, como sentencioso; "mejor la destrucción, el fuego", afirma Cernuda ante la obra poética que puede convertirse en "otro ornamento inútil", "domesticado para el mundo de ellos".
El libro cuenta con una segunda parte llamada "Poemas para un cuerpo", dieciséis poemas que nacen de la experiencia de un amor homosexual consumado en plenitud, y que alcanza altas cotas de intensidad lírica ("Entonces te doy gracias y te digo: / Para esto vine al mundo, y a esperarte; / Para vivir por ti, como tú vives / Por mí, aunque no lo sepas, / Por este amor tan hondo que te tengo", Sombra de mí). Es la corporalidad la que resuelve todas las dualidades, la que dialoga directamente con el amor del poeta, la que le subyuga, y le hace firmar una tregua con la vida; y a esta materia sólo puede reconocerle su deuda, y su superioridad ("Si todo fuera dicho / Y entre tú y yo la cuenta / Se saldara, aún tendría / Con tu cuerpo una deuda / [...] / Mas mi amor nada puede / Sin que tu cuerpo acceda: / Él sólo informa un mito / En tu hermosa materia." Un hombre con su amor).


Ilustración: Christian Schad

sábado, 12 de julio de 2014

EL MANGA DE GUERRA AÉREA DE SEIHO TAKIZAWA





Aunque soy aficionado al tebeo, nunca me había dado por leer mangas, hasta mi última visita a Francia, gracias a la que he descubierto el manga bélico de Seiho Takizawa (se sabe que en el mundo francófono en general el gusto por el cómic no es asunto baladí: así, en Nantes pude visitar dos librerias especializadas, una de ellas de dos pisos, en el mismo barrio; especializadas en bandes dessinées, digo, y no en parafernalia "friki", como encuentro por aquí). Descubierto para Francia por el también dibujante de cómic de aviación Romain Hugault en un viaje a Japón en 2012, ha visto su obra publicada en la editorial habitual de su colega francés, Paquet, que ha creado dentro de su colección Cockpit la serie Cockpit manga, con dos títulos hasta el momento del mismo Takizawa. Dichos títulos, 103e escadrille de chasse y Japanese interceptors 1945, son de orden cronológico inverso; de tal suerte, en una de las solapas de aquél Takizawa advierte: "Vais a descubrir en este recopilatorio mi primer manga, que data de 1990, El Ki-108 Custom no ha regresado, así como aquellos que he realizado en los años siguientes. Entre 1944 y 1945, y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón sufría ataques aéreos intensivos de mano de los americanos. Los japoneses no podían rivalizar con su enemigo en aviación, en calidad y en cantidad. Todos los relatos aquí agrupados hablan de los combates de la aviación japonesa de aquel periodo. Son ficciones puestas en escena diferentemente, a veces con un toque de ciencia ficción, y a veces de modo más realista, pero todos los aviones dibujados estuvieron en proyecto (evaluados y probados para entrar en servicio); son por tanto reales.
El título original de este libro es Un lobo solitario en el cielo en referencia al piloto de caza: si cuenta con la inestimable ayuda de los mecánicos para volar, a imagen del piloto de Fórmula 1 que hace su parada en boxes, está solo durante el combate. Este libro se compone de historias de aviones de caza y de combates aéreos, pero se trata también de historias de pilotos solitarios.
He sufrido la fuerte influencia del cómic francés. Cuando dibujaba estos relatos, tenía siempre en mente estas palabras: dibujar combates aéreos con la técnica del cómic francés".
En una entrevista coetánea, señalaba Takizawa explícitamente a Moebius y a Enki Bilal como estas referencias francesas. Quizás es el dibujo expresionista al par que realista y el sabio uso del claroscuro en la rotulación lo que puede reconocerse de estos maestros del cómic en la obra Japanese interceptors del mangaka japonés.







El tomo aludido se compone de seis relatos (he sabido de una edición española anterior con la mitad de los relatos), que tienen como protagonistas a pilotos como dice el autor "vencidos de antemano en su intento cotidiano de frenar la marea infinita de los B-29 sobre Japón", pero también a mecánicos e ingenieros que realizaron un heroico trabajo en condiciones de extremo peligro y penuria técnica, y, huelga decirlo, a los aviones, que como el Ki-103 Custom, J-7 Shinden, Ki-94 II, D4Y Suisei, y Ki-100 II nunca entraron en servicio, junto a otros que sí como el famoso Ki-61, único avión con motor en línea producido por Japón, protagonista del volumen 103e escadrille de chasse. Hay excelentes relatos como el primero aludido, que hace recordar la tradición de los Kwaidan o cuentos fantásticos japoneses recopilados por Lafcadio Hearn, donde un piloto de caza nocturna recibe un nuevo modelo, el Ki-108, dotado de un prodigioso radar "que no puede ser fabricado en serie" con la misión desesperada de interceptar un B-29 que, tras los ataques de Hiroshima y Nagasaki, se dispone a lanzar una tercera bomba atómica sobre Tokio; dicho piloto, antes de partir, recibe la visita de una misteriosa mujer, miembro del laboratorio militar aéreo, que le insta a cumplir su misión por sus parientes fallecidos en los bombardeos... Tan claro es el rechazo de los ataques kamikazes, como la ambivalencia del enemigo americano, que se convierte en protagonista en la figura de piloto de pruebas del Ki-94 II tras la capitulación en Ex Ki-94 II.
Por el contrario, el volumen 103e escadrille de chasse, traslado al manga de la obra autobiográfica del piloto de guerra Yoshio Matsumoto, me parece responder a las exigencias de un manga más normativo, si se quiere, con un trazo más caricatural en los retratos, aunque, por otra parte, con una extraordinaria maestría técnica en el dibujo de los aviones, y en las prolijas descripciones de las características de los aparatos, y las maniobras del combate evolucionante.




Finalmente, respecto a la edición francesa, no puede más que alabarse su decisión de respetar el formato del manga original, como su obligada lectura de izquierda a derecha.

sábado, 5 de julio de 2014

"VIVIR SIN ESTAR VIVIENDO" DE LUIS CERNUDA




Vivir sin estar viviendo es la novena serie de La realidad y el deseo, escrita entre 1944 y 1949, marcada como señala J.M. Capote en su antología por el tránsito del autor desde Inglaterra a los Estados Unidos. Señala Capote Benot que en esta obra el recuerdo y el deseo, constantes de la poesía cernudiana, junto con el olvido, adquieren relevancia de contrarios en permanente conflicto. Ciertamente, en la selección que hace de los poemas de este libro aparecen elementos que confirman este postulado. La tensión dialéctica aparece ya en poemas como La ventana ("El dios y el hombre unirlos: / En obras de la tierra lo divino olvidado, / Lo terreno probado en el fuego celeste."), que busca la inestable resolución de contrarios en El amigo (No le busques afuera. Él ya no puede / Ser distinto de ti, ni tú tampoco / Ser distinto de él: unidos vais, / Formando un solo ser de dos impulsos, / Como al pájaro solo hacen dos alas.") Como símbolo de esta inasible permanencia cristaliza Cernuda un elemento de la naturaleza, el árbol, en el poema homónimo, que opone al presuroso devenir humano que es el que crea el tiempo como angustiosa vivencia psicológica ("Mientras, en su jardín, el árbol bello existe / Libre del engaño mortal que al tiempo engendra, / Y si la luz escapa de su cima a la tarde, / Cuando aquel aire ganan lentamente las sombras, / Sólo aparece triste a quien triste le mira: / Ser de un mundo perfecto donde el hombre es extraño."), bello poema al que el verso elegido, el alejandrino, con sus férreos hemistiquios, parece conceder una mayor tensión dialéctica si cabe, unida a las abundantes construcciones paralelísticas que pueblan el libro.
Esta angustia vital produce en el poeta cierto sentimiento de ironía y desdén hacia su entorno humano, como se percibe en poemas como Otras ruinas, donde hace referencias quizás poco piadosas a la guerra circunstante y de nuevo a la divinidad como inseparable de lo humano en su naturaleza intencionadamente dialéctica ("Ella y él [la ciudad y el hombre] recusaron al silencio de las cosas / Hasta el refugio último: el aire inviolado, / De donde aves maléficas precipitaron muerte / Sobre la grey culpable, hacinada, indefensa, / Pues quien vivir a solas ya no sabe, morir a solas ya no debe. / Del dios al hombre es don postrero la ruina."). Cernuda, de tal suerte, profundiza en esta dualidad en un poema como Las edades ("Un pueblo existe por su intuición de lo divino"), marcada por lo perecedero de sus partes ("Ambos, el dios y el hombre, iguales / Ante el ultraje igual del azar y del tiempo / Cuyo poder los rige, y aceptada / La humildad de perderse en el olvido".).
La sombra es otra de las imágenes que atraviesa el poemario, entraña de las sucesivas pieles del yo que ha dejado atrás el poeta "sin pena, sin alivio". Para expresar la fabril ansia humana de eternidad aludida en Las edades, crea Cernuda un monólogo que tiene como protagonista a Felipe II ("La expresión de mi ser contradictorio, / Que se exalta por sentirse inhumano, / Que se humilla por sentirse imposible, / Este muro la cifra, entre el verdor adusto, / La sierra gris, los claros aires."  Silla del rey). El juego de extremos que el poeta vuelve hacia sí mismo, le hace pasar de su juventud a su presentida vejez, y reflexionar sobre la relación inversamente proporcional entre recuerdo  y deseo (¿No es el recuerdo la impotencia del deseo?, / Es que a él, como a mí, la vejez vence; / Y acaso ya no tengo la único que tuve: / Deseo, a quien rendida la ocasión sigue", Las islas.). En un poema final, Viendo volver, de aroma borgiano, recurre Cernuda a la imagen tradicional del río que fluye para evocar su yo de ayer, "que es otro hoy", en el que confluyen otras elementos recurrentes del poema (el árbol, el amigo), para simbolizar una sabia aceptación solipsista de lo mudable ("Impotente, extasiado / Y solo, como un árbol, / Le verías, el futuro / Soñando, sin presente, / A espera del amigo, / cuando el amigo es él y en él le espera.").