Termina, sí, este año tan señalado por eventos fallidos, tanto a nivel local como nacional. La conmemoración del bicentenario de la promulgación de la primera Constitución de la nación, que se pretendía ocasión de realización de grandes obras públicas en la ciudad y su consiguiente relanzamiento económico, ha quedado arrasada por el maremoto de la crisis económica. Han acudido a la ciudad, ciertamente, el rey y altos políticos, que son responsables últimos, por otra parte, de la partitocracia corrupta que nos gobierna, y que nos está conduciendo a una crisis institucional inaudita, de la que la económica no es, en gran parte, que una consecuencia.
En cuanto a mi persona, no ha sido un mal año; en lo profesional he obtenido más bien satisfacciones por el trabajo realizado, y el hecho de buscar una profundización especializada en la propia formación en cierto modo es una manera de mantenerse joven, y no anquilosarse, aunque este decurso se ha visto también ensombrecido por la pérdida de poder adquisitivo que han conllevado los recortes de sueldos y pagas extras, tanto más irritantes cuanto más se tiene conciencia de que la casta política, atenta sobre todo a sus propios intereses y recelosa del cuerpo funcionarial y de su principio de mérito, se desentiende de la degradación de la enseñanza, y cuanto más se sabe que estos sacrificios no sirven para nada si no van acompañados de una reforma del estado que los partidos estatales, que viven a cuenta del erario público y del corrupto sistema proporcional que los alimenta en detrimento de un verdadero sistema representativo de los ciudadanos por pequeño distrito uninominal y a doble vuelta, son los últimos interesados en afrontar. Es, asimismo, un amargo trance ver cómo el paro se extiende en redor, afectando incluso a la propia familia. Empresas que se han visto favorecidas por la Administración organizan EREs indiscriminados, sin que tengan que rendir cuenta de las ayudas recibidas. El problema no es tanto el despido, sino la extrema dificultad para estas personas de encontrar trabajo a corto, e incluso, a medio plazo, y que el pago de sus subsidios de desempleo acaba recayendo sobre el peso de los contribuyentes, Atlas ya agobiados por el coste del despilfarro de la corrupción y la incompetencia de la casta política. El empleo debería, pues, ser un bien público a proteger, al menos en el caso de cierto tipo de empresas.
En lo que toca a lo artístico, uno sigue considerándolo inseparable de los caminos y brezales donde nos interna la vida, que deben recorrerse con los ojos muy abiertos, atento a empaparse de todo lo que la existencia nos ofrece, valorando la amistad y la sinceridad desinteresada, y apartando de sí a los soberbios que, anquilosados, son como los árboles sangrantes del infierno dantesco.
En lo que toca a lo artístico, uno sigue considerándolo inseparable de los caminos y brezales donde nos interna la vida, que deben recorrerse con los ojos muy abiertos, atento a empaparse de todo lo que la existencia nos ofrece, valorando la amistad y la sinceridad desinteresada, y apartando de sí a los soberbios que, anquilosados, son como los árboles sangrantes del infierno dantesco.
Las cuestiones de la memoria me han acuciado con más fuerza si cabe en estos recientes meses. Se dice que las células de nuestro cuerpo se renuevan en su casi total integridad cada siete años, y entonces uno se obsesiona con el río heraclitiano y el es cansado de Quevedo, y piensa que la memoria es la única lasca de nuestra identidad evanescente y efímera, a la que nos aferramos con todo desesperadamente, y que constituye, pues, la verdadera esencia de la cultura y la civilización: la preservación de la memoria, hasta de la más nimia.
Este culto a la memoria lleva implícito la veneración a los que nos preceden. En mi caso particular, mis referentes intelectuales son ahora octogenarios, como mi querido Giorgio Bernardi Perini, con su pasión insobornable al poliédrico mundo folenguiano, el maestro Agustín Garcia Calvo, cuya reciente pérdida ha sido particularmente dolorosa, y el infatigable Antonio García-Trevijano, redescubierto este año por mi, y que ha supuesto para mi una verdadera conmoción intelectual. Como homenaje a este hombre de coherencia ajena a este tiempo, dejo una grabación de una conferencia-coloquio suyo, donde se tratan gran parte de sus inquietudes y núcleos argumentales: la Transición, la fallida ruptura con el franquismo, la partitocracia, y su corrupción que conlleva la de la monarquía, clave de bóveda del sistema, su propuesta de una República constitucional basada en una democracia formal que asegure una efectiva separación de poderes y un sistema político auténticamente representativo, la polémica guineana, etc.
Feliz y Próspero Año Nuevo, queridos amigos, aunque, al tenor de la expresión de una cabaretera alemana en una película bélica ("disfruten de la guerra mientras puedan, amigos, la paz será mucho peor"), me temo que lo peor siempre está por llegar.