"Europa (al menos un núcleo importante de lo que por ella se entiende) carece de voluntad y de medios para defender de auténticos ataques y violencias el sistema y bienestar de los que disfruta. Ha podido permitirse tal lujo porque se apoyaba, cuando llegaban los conflictos, en el recurso a la ayuda estadounidense, que pagaba en cheques y en muertos las facturas del nivel de asistencia social y plácida convivencia de Occidente. Hay generaciones enteras de europeos a los que se ha enseñado la gratuidad de la subsistencia y los derechos, la relatividad de los valores, la compatibilidad, en un mundo idílico, de culturas a las que sólo la maldad del imperialismo impide desarrollarse en su pacífico esplendor, la benevolente indiferencia respecto a prácticas y sistemas impregnados de fanatismo, segregación y desprecio por la vida humana. Se ha extirpado, literalmente, de los libros de texto el conocimiento y estima de la propia historia, la lucha por la manumisión del pensamiento de sus oscuras cadenas de alienación e ignorancia, la gestación de la filosofía, de la división de poderes y de la igualdad ante la ley, la laboriosa obtención de los Derechos Humanos. En su lugar, lo que de forma más o menos marcada, según los intereses nacionalistas u otros en juego, se enseña es un curioso racismo de nuevo cuño que promete comprensiones y acomodos en nombre del respeto a la diferencia y garantiza impunidad a los que reivindican las pautas de su zoológico para ejercer la ley del más fuerte. De esta forma, por una parte nunca se han exaltado tanto la tolerancia y la paz, por otra nunca se habrán vestido con mejores argumentos inhibición, pasividad y cobardía. Queden tranquilos los dictadores con sus exterminios y amenazas, los fundamentalistas con sus cotos de barbarie y contrabando de armas, las mujeres del mundo musulmán con un grado de sometimiento e indignidad incomparablemente mayor que las peores prácticas del apartheid sudafricano. A todos ellos se guardarán de inquietarles multitudes ganadas por las razones de los menores riesgo y esfuerzo y dispuestas, en compensación, a vestir con regularidad las galas polícromas del relativismo de civilizaciones, que incluyen en el ropero los blancos hábitos del pacifismo a ultranza, mientras se reserva en exclusiva la actitud beligerante y la lucha para encarnizarse con las sociedades democráticas de Europa y los Estados Unidos [...] Tras lo que se presenta como bloque de izquierdas hay un reaccionarismo profundo, una regresión hacia territorios míticos de seráfica bondad. Y, tras la adhesión apasionada a la mitología, existe un peligrosísimo abandono de valores universales, de responsabilidad personal, de conciencia del precio de las cosas y de la factura implacable de la realidad. El edén de las tres, o trescientas mil culturas ofrece refugio y camuflaje a gentes caracterizadas por el oportunismo financiero y sociopolítico y por el cultivo y explotación de la inexperiencia generosa de la juventud. La utilización de los jóvenes como vivero doctrinal, reserva y fuerza de choque es un clásico recurrente de la metodología totalitaria. En los sucesos de marzo de 2004 la comparación de cifras, por edades y la participación de nuevos votantes dejan pocas dudas sobre el diseño de la intensiva movilización electoral [...] La terminología, el electoralismo de consumo inmediato y buena parte de la educación y de la cultura han allanado el camino para la firma de paces preventivas, rendiciones anticipadas, acuerdos con el terror por parcelas, en un lento proceso de desguace de certidumbres, evidencias, iniciativas, dignidad y valor. La ensordecedora brutalidad de los atentados de Madrid rompe la superficie de una materia largamente preparada para ello, trabajada para convertirse en porosa caja de resonancia y edificio sin más cohesión que los instintos de salvación y de ayuda y la necesidad, a cualquier precio, de refugio contra el pánico"
cf. Mercedes Rosúa, Las clientelas de la utopía, Unisón, Madrid 2006, pp. 144-148