En Hechos 16, 16-19 se cuenta que, estando Pablo y sus compañeros en Filipos de Macedonia se les acercó "una muchacha que tenía un espíritu pitón" (ἔχουσαν πνεῦμα πύθωνα) ; ésta, ejerciendo la adivinación, proporcionaba muchas ganancias a sus amos, y se convirtió en la sombra diaria del apóstol y sus acólitos gritando doquiera que eran aquéllos siervos de Dios portadores de la salvación. Incomodado al fin, Pablo ordenó al espíritu que saliera de ella, lo que provocó que sus amos, privados de tal fuente de ingresos, llevaran a Pablo ante los tribunales y que éstos lo condenaran a prisión.
Tal reconocimiento contemporáneo de la locura profética de la que hablaba Platón como una de las formas específicas de locura divina (Fedro 244ss), y referida en Hechos a un espíritu que se posesiona de un cuerpo y que puede ser expulsado de él por el poder de Dios igual que un demonio, no deja de sorprender. En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica (01992), bajo un epígrafe dedicado a la Adivinación y magia, señala que "Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos". No obstante, "la actitud cristiana justa" consiste en aceptar confiadamente la providencia, y abandonar toda curiosidad malsana respecto al futuro. Se señala, asimismo, que todas las formas de adivinación deben rechazarse, "como los fenómenos de visión y el recurso a "mediums", [pues] encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia, y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos a Dios" (curiosamente este pasaje de Hechos no es citado en este apartado como fuente, sino en otro para ilustrar la potencia de Dios).
La Iglesia, pues, ni en sus primeros pasos ni tampoco en la actualidad, niega racionalmente la existencia de la facultad mántica, sino que la afirma, reduciendo su legitimidad a la medida en que sea manifestación consentida de y por Dios.
E. R. Dodds en su libro Los griegos y lo irracional (4ª reimp. 01986, pp. 71-78) recuerda que Platón en el mismo Fedro señala a Apolo como patrón de la locura profética, y dos de los ejemplos que da -la Pitia y la Sibila- son de directa inspiración apolínea. En el caso de la Pitia, ésta venía a estar plena deo; el dios entraba en ella, y hablaba por su boca, lo que era la razón de que las declaraciones délficas se manifestaran siempre en primera persona y no en tercera. Es revelador, pues, que en el caso de Hechos, Pablo no se dirija a la muchacha, sino al espíritu que la posee, conminándole a salir de ella en nombre de Jesucristo (διαπονηθεὶς δὲ Παῦλος καὶ ἐπιστρέψας τῷ πνεύματι εἶπεν· παραγγέλλω σοι ἐν ὀνόματι Ἰησοῦ Χριστοῦ ἐξελθεῖν ἀπ’ αὐτῆς). Asimismo, Dodds señala que la posesión profética no estuvo confinada a los oráculos oficiales: "En la Época Clásica y durante mucho tiempo después, desempeñaron especialmente una especie de función de mediums particulares las personas conocidas con el nombre de "ventrílocuos" y más tarde con el de "pitones" [...] la información directa de que disponemos se reduce a esto: que tenían dentro una segunda voz que dialogaba con ellos, predecía el futuro, y de la que se creía que era la voz de un demonio" (Dodds, ibidem, pp. 77-78).
Tal retrato corresponde, sin duda, a la muchacha de Hechos, cuya presunta mancia vocinglera entra en conflicto con el pretendido poder superior que usa como instrumento a Pablo, mucho más discreto y taciturno en sus expresiones. Es, en fin, un episodio altamente simbólico y sugerente, "entusiasmante" si queremos movernos en este ámbito léxico, que ilustra el cambio de paradigma religioso y mágico que se desarrolla a partir del siglo I d. C.; cambio, empero, que nunca eliminó del todo los residuos de la mancia antigua.
Ilustración: William Heath Robinson (vía Feuilleton blog)