MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 31 de marzo de 2019

NUBES Y LIBROS



John Constable


El día se muestra nublado y se anuncia tormentoso, aunque son varias veces ya que la lluvia elude su líquida visita. Este paisaje que se asoma a mi ventana no contribuye a despejar mi dolor de cabeza y cansancio acumulado después de dos semanas de intenso trabajo por las evaluaciones tan perecederas como el calendario irreal que nos imponen, rematado por este nefando cambio de hora, marcado por la partidocracia europea, ansiosa de controlar el tiempo, materia demasiado humana, de nuestras precarias vidas.

Este domingo me he prometido, pues, no hacer nada del trabajo, y concentrarme en dar un último repaso a mi libro de relatos, El enfermo imaginable, que colgaré esta semana en Amazón, si no hay mayores problemas,  con la ayuda de mi hermano Óscar Domínguez, informático y diseñador gráfico, después de experiencias desilusionantes con tres editoriales. El que se pueda comprar no sólo en formato de libro electrónico, sino también en el de impresión bajo demanda, alivia un poco del prejuicio de que no se lo halle en librerías físicas. Aunque, y el caso es curioso, en mi caso particular, apenas compro ya libros en librerías, sino en internet o en librerías de viejo o mercadillos, pues de la actualidad editorial hay poco que me interese, y no todo llega a la librería urbana, cuyo personal, al menos en el centro de Cádiz donde vivo, no es precisamente la alegría de la huerta, ni está particularmente formado (una vez escuché a una de las no sé si llamarlas dependientas de uno de estas tiendas decirle a un cliente que tenía "dos modelos" de un mismo libro) para aliviar esa "adustez en el ademán"; y en cuanto a las reeediciones de obras, no me compensa comprarlas en una reimpresión actual, si no ha habido un cambio en la edición original (disfruté mucho en este aspecto la visita de algunas librerías de viejo en Madrid).

Tácito, cuyo libro II de los Anales estoy releyendo ahora, por no poder ese íntimo contacto con el latín para mí tan querido, se muestra, como es sabido, como un maestro de la concisión expresiva, no ajena al estro poético, que en él se manifiesta en el empleo de un léxico y giros propios de la gran poesía romana (no en vano su obra comienza con un hexámetro: Vrbem romam a principio reges habuere). El disimulo y la doblez del príncipe Tiberio recuerda el lenguaje políticamente correcto de nuestra partidocracia socialdemócrata, y las denuncias de algunos senadores sobre los lujos excesivos y la petición de la vuelta a una vida más frugal me traen a la mente las campañas de la falsa izquierda -solo socialdemócrata en cuanto estatal- contra el turismo, el tráfico urbano, y el cuestionamiento y acoso de la propiedad -aunque sea modesta- en tantos aspectos.

domingo, 17 de marzo de 2019

FASES




Un imposible selenita desde su atormentada luna podría observar las fases de la tierra. Vería así desvelarse y ocultarse en crecientes y menguantes nuestro azulado planeta. Este dramático cambio de punto de vista no debería sernos tan extraño en nuestra vida cotidiana. Del papel de culpable podemos pasar de víctima, y viceversa, y tal vez la perspectiva del Otro es uno de los ingredientes de nuestros temores cotidianos.

En el terreno literario y docente me veo con mis alumnos intentando explicarles el cambio que se produce en la novela L'enfant de sable ("El infante de arena") de Tahar Ben Jelloun cuando introduce, sin dar su nombre expresamente, a Jorge Luis Borges como personaje de la obra. Yo no conocía la obra del escritor marroquí pero la del argentino sí, y fue un verdadero choque para mí: me entusiasmó la idea de transmitir a mis, malhadados, alumnos la necesidad de conocer a Borges, citado por doquier en la novela. Asistí a una conferencia de Ben Jelloun en diciembre del año pasado en Sevilla dentro del marco del programa Bachibac (programa internacional que permite a los alumnos, en este caso andaluces, conseguir el doble título de bachillerato español y francés en una prueba externa (falsa, pues la Junta de Andalucía, por ahorrarse dietas de desplazamiento de profesores examinadores de una provincia a otra, obliga a los profesores de los mismos institutos a evaluar a estos alumnos alcanzado así cotas de ignominia difícilmente superables). Esquivo y antipático, Ben Jelloun respondió que introdujo a Borges en su novela como homenaje a un gran escritor, aunque la realidad es muy otra: Borges es quien justifica el cambio de una trama narrativa lineal, simbolizada en las puertas que atraviesa el narrador de la historia en su narración, a otra circular que acumula distintas versiones de la suerte de la protagonista. La historia se vuelve una calle circular (las ruinas circulares), parte, en realidad de un laberinto (otra imagen borgiana), donde el Homero bonaerense se encuentra con la protagonista, que afirma serlo de otra historia (desdoblamientos de El Mismo en Otro), aparecen el espejo que promete el infinito concebido como repetición, y la arena, símbolo de lo indefinido de la materia literaria, todas ellas imágenes borgianas que dan sentido -o lo privan de él- a esta obra de Ben Jelloun.

La conciencia, pues, de la alteridad, de la Otredad, como diría Octavio Paz, nos inquieta, pero al mismo tiempo debería aliviarnos del maniqueísmo y la tendencia natural al gregarismo sectario, que destruye hermosos proyectos, cuando alguno, convertido en ἰδιώτης, idiōtēs, se encarama a éstos, dispuesto incluso a quedarse solo en su necia autosuficiencia intelectual y su negación del Otro como posibilidad problemática.



Imagen: Camille Flammarion.

domingo, 10 de marzo de 2019

MADRID




Madrid nunca se agota: siempre hay rincones que descubrir, y promesas de nostalgia que soslayar. En estos últimos años lo hemos visitado varias veces, y siempre queda el espejismo en la distancia del oasis realmente existente. Rompeolas de las Españas, como dijeron, y del espacio-tiempo, Madrid te lanza redes que te dejan escapar en el acto para hacerte aún más cautivo de su esquivo encanto. Tras el amargo desencanto de un sábado por la mañana, visité varias librerias de viejo cuyas puertas se me mostraron obstinadamente cerradas en otras ocasiones, y alguna que encontré de paso. Es raro el libro que compro ya de actualidad (hicimos en esta ocasión una visita más exhaustiva del rastro). Cómo me gustaría desmontar esas pilas de libros o explorar el fondo de los anaqueles, pero el factor tiempo siempre es determinante, y ese mismo tiempo que sería necesario para leer todos esos libros maravillosos, otras tantas mortajas futuras con las que envolverse, es el que empieza a contar los dedos delante de mis narices.

Estuvimos en el Museo Thyssen (en noviembre pasado visitamos ese maravilloso espacio cerrado que es el Museo Cerralbo, que también se nos resistía) para ver la exposición de Balthus y la parte de la general que no vimos la última vez, ansioso por ver a los modernistas alemanes que alberga tal pinacoteca, y no pude menos que admirarme ante el fondo antiguo de dicha pinacoteca. Balthus es un pintor de técnica depurada y enigmática, transido a la par de clasicismo y de influencia surrealista, alimentada de sus propios fantasmas, donde forman curiosa alianza la pasión por la belleza y un perverso escrutinio psicológico (sus admirables retratos de niñas de labios fruncidos, ensimismadas en sus mundos de afanes sobredimensionados). Al ver cuadros de Ghirlandaio, Bellini, Cranach, Durero, Holbein, sus rosadas bellezas femeninas, entendí que en sus cuadros de desnudos adolescentes, en parte irónicamente alegóricos, Balthus rendía homenaje a tantas Venus y Evas del pasado, a despecho del escándalo del neopuritanismo del nuevo feminismo socialdemócrata.

De paseo, cansados por las grandes diferencias de temperatura y de la emoción de reencontrar viejos amigos de Cádiz, Robinsones de la Meseta, caímos en el café Gijón, donde nos llevó en el pasado nuestra querida amiga Aurora Pimentel, y allí encontré el rincón de una vieja foto de los cincuenta donde aparecen García Nieto y Torrente-Ballester entre otros. Cosas también de la nostalgia (en este caso de lo no vivido, la más peligrosa), y de la poesía.