Al Retablo de la Vida Antigua
Señala Richard L. Kagan que no resultaba caro matricularse en una universidad en los siglos XVI y XVII: "Se exigía el pago de una cuota, pero era tan pequeña -sólo 4 o 5 maravedíes. al año- que estaba al alcance de la mayoría de los que sabían leer y escribir. Sin embargo, los costes aumentaban rápidamente, cuando se trataba de vivir en una ciudad universitaria [...]". Las modalidades de alojamiento en la Salamanca del Quinientos eran diversas: algunos estudiantes -los menos- eran vecinos de la ciudad o tenían familiares o amigos en ella; otros vivían en conventos o colegios como miembros de alguna comunidad religiosa o seglar; otros se encontraban como pupilos bajo el techo y tutela de un graduado universitario, generalmente bachiller; otros moraban en casa alquilada en forma de "república de estudiantes" o "compañía", pagando "pro rata" y atendidos por sus criados o algún ama de gobierno contratada; otros se alojaban en posadas y mesones como camaristas estrictos, o en gobernaciones como camaristas por aposento y servicio (guiso de comida, lavado de ropa, arreglo y limpieza de aposentos, etc.); otros finalmente, alquilaban una casa individual para vivir con sus criados, ayo o ama de gobierno.
El hecho de que el Dr. Sánchez emplee dos veces la palabra
pupilus (vv. 29, 39) en su epístola macarrónica autobiográfica (1533), en el sentido arriba expresado para referirse a sus compañeros, y que se presente como huésped de una casa regentada por un bachiller nos da a entender que el joven Sánchez se alojó en un pupilaje, cuyo carácter ha definido certeramente Rodríguez-San Pedro: "Desde 1538 la Universidad de Salamanca se preocupó de regular minuciosamente un tipo de hospedaje de estudiantes con carácter educativo-paternal, en el que a un bachiller se le confía la tutela de un cierto número de estudiantes que viven en su casa, con los cuales realiza funciones de padre y maestro, responsabilizándose de sus estudios, crianza, alimentación, religiosidad, moralidad y costumbres. A través del examen previo del solicitante de pupilaje, ciertos minuciosos estatutos y visitas anuales de supervisión, la Universidad realiza un estricto control de este tipo de hospedaje, y por ello de todas las esferas de la vida de sus ocupantes. Administrar, regir, corregir y gobernar serán las funciones asignadas al pupilero según un modelo del que el propio pupilero debe ser el ejemplo a los ojos de los estudiantes [...]". Señala Rodríguez-San Pedro que el número de los pupilajes existentes en Salamanca se movió siempre en torno a la quincena, y que los pupilos residentes en cada casa, con edades comprendidas entre los 15 y 23 años, no alcanzaba nunca la decena. Era, pues, un tipo de hospedaje minoritario, que, a pesar de las diferentes categorías y precios de los pupilajes, estaba destinado a un grupo social de calidad y asentado económicamente. La familia de Diego Sánchez pertenecía, así, a la minoría que podía permitirse tal gasto, y que comprendía a la nobleza, sobre todo a la gran clase de los hidalgos, a los funcionarios del gobierno, a los militares, a los profesionales liberales, a la pequeña pero rica clase mercantil, y a los miembros más ricos de la clase obrera. El libertinaje y la violencia característicos de la vida estudiantil de antes de mediados del siglo XVII, así como la tutela ceñida del pupilaje y sus privilegiadas condiciones para dedicar tiempo al estudio desentendiéndose de las preocupaciones materiales hacían que muchos padres lo vieran como una inversión óptima. Rodríguez-San Pedro concluye su estudio sobre los pupilajes salmantinos entre 1590 y 1630 indicando que el ambiente general, dentro de un amplio abanico de posibilidades, era sobrio, y que la alimentación, que representaba un alto porcentaje de los costes era la propia de un grupo asentado y privilegiado.
No obstante, dentro del amplio espectro de posibilidades señalado había también lugar para la picaresca y el abuso. En los libros de Visitas de Pupilajes del Archivo Universitario de Salamanca se recogen quejas de pupilos sobre la escasez y mala calidad de la comida, la suciedad de las casas, el agua poca y turbia, la ropa mal lavada y la cicatería de los pupileros con las velas. Por otra parte, los testimonios literarios concuerdan en ofrecer una visión negativa y caricaturesca de la vivencia pupilar: "Don Quijote hablará de la "estrecheza" de los pupilajes. El Guzmán de Alfarache de "la limitada y sutil ración" y de que "todo era tan limitado, tan poco y mal guisado como para estudiantes y en pupilaje". No mencionaremos los ayunos expresionistas del licenciado Cabra, pero sí aquella declaración del dr. Andrés Laguna sobre las numerosas lavativas de caldo de acelgas y mercuriales, aderezado de sal y orines para "los infelices vientres de aquellos pupilos infortunados, que jamás se vieron llenos sino de viandas pestilenciales".
"¡Ojalá loco y mudo me vuelva!" (v. 25:
perturber grauiter stupens!) exclama el dr. Sánchez ante la tesitura de tener que recordar los lances de su vida de estudiante en Salamanca. Habla de sufrimientos, hambre y frío como característicos del pupilo (v. 29), así como de los engaños y sisas que debe soportar (v. 30). En medio de constantes disputas, la "sarnosa cuadrilla" y "furtivo linaje" debe apañárselas ratoneando en la despensa (vv. 31-32). Para huir del frío los pupilos deben refugiarse en la cocina en medio de un humo malsano (vv. 33-34), y a la hora de la comida, han de apresurarse para quedar lo más cerca posible del bachiller pupilero, el primero en ser servido, pues a los que quedan más lejos sólo les toca piltrafa y huesos (vv. 42-43). Hambre y suciedad es su compañía hasta la noche (vv. 54-60), en la que son comidos por pulgas, chinches y piojos bajo sábanas sucias y viejas que se rompen a las primeras de cambio (vv. 61-72). Pero el colmo de la desgracia acaece cuando se acaba el escaso dinero; entonces, uno, desengañado, entra en un convento; otro se marcha a Italia para culminar su infortunio; y otro, finalmente, desesperando ante la negativa paterna a socorrerle, se suicida (vv. 73-91). Sánchez considera, por tanto, como un mérito evidente haber podido sobrevivir, incluso físicamente, a tales y tantas penalidades en su camino al doctorado (vv. 92-94).
En una próxima entrada quizás reproduzca este poema traducido por mi.
Imagen: Universidad de Salamanca.