MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 30 de septiembre de 2018

ESCRITORES Y PARTIDOCRACIA




Hace ya casi 60 años de la muerte de Albert Camus. Modelo de escritor comprometido, y hombre de izquierdas, como él mismo se llamaba, "a pesar de ella y de mí mismo" siempre quiso mantener su independencia intelectual, lo que le acarreó violentos ataques por parte de la intelligentsia de la época, encabezada por Jean-Paul Sartre, de obediencia debida a los dictados de la U.R.S.S., a la que Camus llamaba "horrible sociedad intelectual" en un discurso que todavía produce un nudo en la garganta cuando se lo escucha en boca de su autor:

"Yo sé, en todo caso, solitario o no, hacer mi oficio, y si lo encuentro a veces duro, es porque se ejerce en esta horrible sociedad intelectual en la que vivimos, donde se hace un punto de honor de la deslealtad, donde los reflejos han sustituido a la reflexión, donde se piensa a golpes de slogan, y donde la maldad intenta hacerse pasar demasiado a menudo por inteligencia. Yo no soy de esos amantes de la libertad que quieren adornarla de cadenas redobladas, ni de esos servidores de la justicia que piensan que se sirve bien a la justicia, cuando se entrega varias generaciones a la injusticia. Vivo como puedo, en un país desdichado, rico en su pueblo y su juventud, provisionalmente pobre en sus élites, lanzado a la búsqueda de un orden y de un renacimiento en el que creo. Sin libertad verdadera ni un cierto honor yo no puedo vivir. Ésta es la idea que me hago de mi oficio".

Camus muere en 01960, cuando los Estados de partidos que surgen de la 2ª Guerra Mundial se están consolidando bajo el manto excusador de la Guerra Fría, y cuando él podía alzar su voz, llena de autoridad moral, contra ese mundo intelectual y literario que tomaba sectariamente un claro partido político. Su pensamiento, empero, estaba destinado al fracaso, pues la ingenuidad de su pretensión de sustituir la política por la moral suponía que Montesquieu, entre otros, no había pasado a su lado.

En la Europa de nuestros días, y más concretamente en un país como España, estos apasionamientos y estas muestras de dignidad y honor parecen cosa de otro planeta. El mundo literario es más bien un mundillo donde sobrenadan ambiciones y soberbias aisladas, que pretenden no ver el mar de indiferencia que les rodea hasta más allá del horizonte. El escritor tipo no tiene, y lo que es peor, no quiere tener un peso como referente intelectual y moral en esa "búsqueda de un orden y de un renacimiento" en el que sí creían artistas como Camus. No hay escritores, pues, que participen siquiera en esta farsa de política que es el Estado de partidos, ni la degradación moral y política de la sociedad española tras la Transacción del 78 es objeto de sus creaciones (algunos, empero, pretenden presentar sus obras como una crónica de esta época, aunque no hagan más que memorias privadas); la partidocracia sostiene así una hegemonía cultural tan férrea a través de sus medios de comunicación de masas castradores y ocultadores de cualquier brote de reflexión intelectual o creación artística, que el escritor, que no siente ni concibe la necesidad de esa "libertad verdadera y un cierto honor", vegeta en su solipsismo a la sombra de un poder al que no suele criticar más que bajo retratos costumbristas y difusos, sólo atento a las presentaciones de sus obras, a la recepción de éstas entre sus amigos del oficio, a poder entrar en la corrupta rueda de los premios literarios como premiado y jurado y viceversa, y atento, en fin, a mantener su precario e ilusorio status mediante el endiosamiento y la envidia preventiva.

domingo, 23 de septiembre de 2018

LA ACECHADORA





Amigo lector:

Esta semana que termina ha supuesto la vuelta efectiva de los alumnos a las aulas. No me ha ido mal, a pesar del calor húmedo y agobiante de este septiembre anómalo (esta mañana en la playa después de nadar -el sol que despuntaba sobre la cúpula del viejo balneario anaranjeaba mis manos, e iluminaba el fondo marino, y mi alma se estremecía pensando en los nadadores de combate de Constantinopla-, un habitual me ha dicho que los temporales de este invierno han retrasado tres meses el buen tiempo); con los alumnos de francés de bachillerato sigo actuando como demiurgo para la preparación de la prueba pseudoexterna Bachibac (el apáñatelas como puedas, el vosotros los profesores seréis también los examinadores, y otros principios de excelencia educativa), y con los de latín de 4º de ESO he empezado con buen pie, a ver cómo sigo.

Cuando se es consciente de la certeza de la no muy lejana muerte de un animal de compañía, a pesar de la aparente normalidad del presente, quizás lo más duro es vérselas con ese sentimiento de impotencia. Fue premonitorio el viaje en taxi a la clínica para la última revisión -yo ya había notado la aparición de bultos signo de tumores malignos o benignos en el vientre más abajo de la zona donde la operaron en febrero pasado- , durante el cual el taxista me dijo que a veces había tenido servicios de madrugada en los que llevaba a urgencias veterinarias a perros en estado calamitoso con sus dueños, y cómo le impresionaba ver como éstos acumulaban sus últimas fuerzas para mirar a sus dueños. La veterinaria me dijo que los tumores podrían muy bien ser malignos como la otra vez, pero, que en esta ocasión, por la zona, que implicaría una cirugía muy invasiva y extensa, y por la edad de la perra -ya a punto de cumplir 15 años-, ya que ellos plantean ese tipo de operaciones para individuos menores de 12 años, sin dar ninguna seguridad de que no surjan nuevos tumores o metástasis, desaconsejaba una nueva intervención. Es cierto que ya fue dura la otra operación, y la perra tardó en volver a ser ella misma. Me aconsejó observarla estos meses -"yo sé que tú la tienes mirada; muchos dueños se despreocupan"-, hacerle una ecografía en diciembre, y ver cómo pasaba el invierno.

Bueno, así estoy, observándola. Ella sigue con su rollo de "perra feliz": come, ladra, le gusta pasear, sigue dedicándote largas miradas. Se aferra a la vida, a pesar de que debe sentir algún tipo de dolor crónico, como, por otra parte, cualquier individuo mayor. Aferrarse a la vida, a su esencia que es su existencia, como decía Heidegger, y yo aquí, como testigo inerme de la muerte que acecha, y que vencerá a la postre, como es, ha sido, y será, y más aún desde que cedo a la tentación de personificarla. A pesar de la ineluctabilidad de la situación, no dejo de sentir un difuso rencor por tener que mezclar la tristeza, y la alarma con los ratos de alegría que aún puedo pasar con ella.

Vale.


Imagen: Richard Kalvar

domingo, 16 de septiembre de 2018

REVISTA DE PRENSA





La actualidad viene marcada por el escándalo de la tesis doctoral del actual presidente de gobierno partidocrático, tras el de los másteres ad hoc de miembros del otro principal partido del régimen. Así, medios como OKDiario y ABC afirman que parte de la tesis del susodicho fue redactada por la propia directora de tesis y miembros del tribunal que la juzgó, y que éste fue confeccionado a la carta para beneficiar al candidato. Desgraciadamente, esto no debe sorprender. Así, hasta los años 80 los tribunales de titularidades y de cátedras en las universidades españoles eran elaborados por sorteo por el Ministerio de Educación. Después de la Ley de Reforma Universitaria esta facultad pasó a corresponder a los departamentos universitarios, dando pie a la espantosa endogamia existente en nuestras universidades, a la postergación de candidatos de currículum más sobresaliente frente al protegido de turno (que se ve ante un tribunal en que es el único candidato a la plaza en cuestión), y, en fin, a la soberbia y la impiedad con que se conducen los beneficiarios de esta corrupción institucionalizada correlativa de la política de la que ya hablamos aquí.

El tema de la inmigración ilegal sigue siendo un factor de división en la UE, entre la visión nacionalista de Salvini y la globalista de Macron, según indica The Spectator, y que marcará el futuro de Europa a partir de las próximas elecciones al parlamento europeo. En Italia, entretanto, como indica Il Sole y en España las cifras de emigrantes nacionales jóvenes con nivel de instrucción supera las cifras de la postguerra. ¿Cómo puede decirse entonces que hacen falta tantos inmigrantes? ¿Cómo puede decirse que van a pagar nuestras pensiones personas que van con un expediente de expulsión pegado a la espalda y condenadas a la economía sumergida, la explotación y el trabajo en negro? Incluso ONGs beneméritas colaboran en presentar como una emergencia humanitaria lo que no es más que un trasiego incontrolado de inmigrantes -que no refugiados- ilegales, sin que a nadie le importe lo que le pase a estas personas. Pagarles un billete para una gran ciudad esperando que ésta se los trague no es ninguna solución, sino una fuente de seguro conflicto. Así, Ilya U. Topper en un magnífico artículo en Mediterráneo Sur insiste en el engaño y la trampa en que se ven atrapados estos inmigrantes:

"Cada uno de los dos millones de inmigrantes y refugiados que llegaron a Europa en 2015 podría haber venido con tres mil euros en el bolsillo si se le hubiera permitido subirse a un avión de línea con un visado electrónico en el pasaporte. Bastante más de lo que han llevado encima muchos de mis amigos que se fueron de Cádiz a Londres a fregar platos. Un capital que se hubiera podido completar – clases de idiomas, asesoría – con el dinero que Bruselas ha dedicado al Frontex: 140 millones en 2015, 251 millones en 2016.
Claro que viendo las condiciones que una fábrica alemana está dispuesta a ofrecer a sus trabajadores, muchos de estos inmigrantes hubieran preferido cogerse el avión de vuelta para invertir los tres mil euros en algo más inteligente. En un negocio, una empresa local. Ahora no pueden. Atrapados en la espiral de la droga que es la inmigración ilegal – mortífera y creadora de mafias como cualquier narcótico ilegal – ni siquiera pueden hacerlo quienes, tras años de sudores, consiguen un empleo en Europa, pagan sus deudas, viven razonablemente bien. No. El paraíso artificial que han creado a ojos de su familia, allá en el pueblo, es tan alucinógeno que no tienen más remedio que gastarse todos los ahorros en un coche de segunda mano, preferiblemente de gama alta, cargarlo de regalos inútiles y viajar en verano al pueblo – en el Rif pueden verlo ustedes – para fardar de ser ganadores. Para enganchar al próximo pardillo.
A Europa le funciona. Nunca le faltará mano de obra esclavizada. La izquierda que salva vidas y la derecha que le recrimina que salve vidas – hipócritamente: sabe que necesita a estos inmigrantes – se complementan a la perfección. Salvamos vidas, ellos nos necesitan, ellos son pobres, nosotros somos buenos, somos generosos, demasiado generosos, despilfarramos recursos públicos en una Europa en crisis, ellos comen nuestro pan, moros fuera.
Ellos no nos necesitan. Nosotros necesitamos a ellos. Desesperadamente. Observe usted una curva de la población europea. La que muestra el número de personas en edad de trabajar y de pagar impuestos y la de personas con derecho a recibir una jubilación del Estado. Asústese.
Y no me diga que no hay trabajo. Lo que no hay son ganas de utilizar el dinero público en pagar trabajos para el bien común en lugar de usarlo para rescatar bancos. Ni ganas de obligar a utilizar el dinero privado en pagar a los trabajadores. ¿Ha intentado alguna vez visualizar en fajos de billetes las cifras que cada trimestre comunican las grandes corporaciones bajo el epígrafe de “beneficio neto”?"
El diario El País anuncia la intención del gobierno de crear una Comisión de la Verdad como una "contribución a la construcción colectiva de la memoria democrática española". Todo lo cual parece un paso más en el absurdo del concepto de "memoria histórica" ya refutado por el filósofo Gustavo Bueno:

La memoria histórica personal es el recuerdo del mundo histórico que a cada cual, o a su grupo, le ha tocado vivir, especialmente en un sentido activo. El peligro por tanto de la pretensión de convertir las memorias personales (o del grupo de personas), necesariamente parciales (partidistas), en memoria histórica objetiva o total es evidente. En realidad se trata de una pretensión reivindicativa. ¿Qué quiere decir la «memoria histórica» de los sucesos de octubre de 1934 en Asturias? ¿Qué es «memoria histórica» del proyecto de invasión de las guerrillas, a través del Pirineo, en 1945? ¿Qué es «memoria histórica» de la transición democrática? ¿Quién se atrevería a afectar imparcialidad científica en esta «memoria histórica» por antonomasia, para los españoles del presente?
La memoria histórica, en cuanto memoria personal, subjetiva o de grupo que es, tiene siempre un componente reivindicativo. Y no digo que la reivindicación no deba hacerse, digo que no debe hacerse en nombre de una «memoria histórica universal», común y objetiva, puesto que la memoria histórica es siempre memoria individual, biográfica, familiar o de grupo. Y esto explica por qué la llamada «memoria histórica» se oculta: porque no es memoria sino selección partidista. La memoria histórica es a la vez damnatio memoriae. Por ejemplo, la memoria histórica, que contradictoriamente, propone borrar un retrato de Girón, ministro de Franco, de la Universidad Laboral de Gijón. Que propone retirar del callejero de una ciudad los nombres de los «golpistas» que se alzaron contra la República; una memoria histórica que por otra parte no pide eliminar los nombres de otros golpistas contra la República, los de octubre de 1934, como lo fueron Ramón González Peña o Belarmino Tomás.
Por tanto, las reivindicaciones de las memorias personales, contra todo tipo de amnesia y de amnistía, no debe hacerse en nombre de la memoria histórica común, sino en nombre o bien de la memoria individual o familiar, o bien en nombre de planes y programas políticos o científicos. Esto explica por qué la llamada «memoria histórica» no es propiamente memoria, sino selección partidista; por qué se eclipsa de modo funcional, y por qué la «memoria histórica», paradójicamente, derriba las estatuas de Lenin o de Franco. Dicho de otro modo, la memoria histórica sólo puede aproximarse a la imparcialidad cuando deje de ser memoria y se convierta simplemente en historia.




Imagen: Jacobus van Looy

domingo, 9 de septiembre de 2018

ADONIS Y ATALANTA





Amigo lector:

Han pasado varias semanas desde mi última carta abierta. Debo reconocer que este verano ha sido particularmente movido, y ha puesto a prueba mis nervios, más templados de los que yo creía al principio. Mi participación en las asambleas de julio del MCRC y mi elección como vocal de la Junta Directiva de dicha asociación, -sorprendido aún por la actitud de los traidores al pensamiento de Antonio García-Trevijano que pretenden destruir el movimiento creado por él-, un grave problema familiar que me ha dado quebraderos legales de cabeza hasta que ha quedado encauzado, algún problema de salud, y una obra en casa han configurado la carta sísmica de mi ánimo. Espero, amigo, amiga, que a ti te haya ido mejor, aunque hay que desconfiar de las Tebaidas veraniegas, que, al poco de volver al trabajo, se desvanecen en el olvido, o peor en quejumbroso recuerdo. Seré muy raro, pero no para mí no supone ningún trauma volver a mi trabajo. Yo lo elegí, y hay millones que no lo tienen, los parados, que han desaparecido si os fijáis de los discursos políticos. Por otra parte, es cierto que mi colectivo, el de los profesores de secundaria, es uno muy machacado a la par que sumiso, y eso puede explicar muchas actitudes. Pero la verdad y la dignidad siempre por delante, y las cosas no serán lo mismo, os lo aseguro.

En un reciente desplazamiento en coche por la provincia, me vino el recuerdo de viajes similares realizados siendo niño en autos de familiares: el sol de la tarde que restallaba vivaracho o ya moribundo en los campos baldíos y cansinos, los meandros de la ruta colgados de la espera tediosa, el tropel de imágenes que eso desencadenaba en mi mente vagarosa: espejos, mujeres, más carreteras, ansias de infinito, cursos de agua, indefinida angustia... Nunca he hecho uso de mi carnet de conducir, y la carretera a veces me vuelve a colocar en ese estado de trance inane pero conmovedor al cabo. ¿Qué más podría esperar, yo, pobre sombra rodada?

En mi mesilla de noche me ha acompañado parte de este verano el libro décimo de las Metamorfosis de Ovidio. Siempre da éste la impresión de utilizar el leit-motiv de las transformaciones según el hilo temporal de la cronología mítica, tan determinada en la Antigüedad para ilustrar tabúes sexuales como la transexualidad en el caso de Ifis (aunque este mito pertenece al final del libro noveno, vv. 704-797), la pederastia en el Orfeo desencantado por el suceso de Eurídice (Ille etiam Thracum populis fuit auctor amorem / in teneros transferre mares citraque iuuentam / aetatis breue uer et primos carpere flores [10, 83-85]), quien será el encargado de cantar los amores homosexuales de Júpiter y Apolo por Ganímedes y Jacinto, el fetichismo de Pigmalión, el ansia incestuosa de Mirra, el peor de los pecados, -la prohibición universal señala por Lévi-Strauss que impedía el intercambio de mujeres entre las poblaciones primitivas-así afirmado por el propio Orfeo (...Scelus est odisse parentem; / hic amor est odio maius scelus... [10, 314-315]), de acuerdo con la sobria y conceptuosa expresión poética del poeta sulmonense, tendente al paralelismo, y a la construcción quiástica; también canta Orfeo al fruto de ese amor prohibido, Adonis, condenado a un triste final, así como la bella y veloz Atalanta, víctimas de la imprudencia y de la impiedad.





Imagen: Bartholomeus Breenbergh, Venus mourning the death of Adonis, 01646