La imagen que acompaña estas líneas muestra un analema, que es la curva que describe la posición del Sol en el cielo, observada a la misma hora de día y desde el mismo lugar durante un año, en este caso, 2010. Esta imagen, tomada en Veszprém (Hungría) y que aparece en la web de National Geographic, es extremadamente compleja de conseguir por el tiempo y la precisión que requiere. De hecho, según informa la publicación online, sólo hay unas veinte personas en todo el mundo que han logrado obtener una instantánea semejante (Fuente: abc).
Más difícil aún me parece describir en breve espacio lo que ha ocurrido en todo un año, que, además, cierra una década, la primera del siglo XXI, que quizás tenga como hecho liminar el atentado de las Torres Gemelas, especie de Pearl Harbor de lo que analistas franceses han llamado naziislamismo o islamo-fascismo, que, junto a la proliferación de armas nucleares en estados como Irán y Corea del Norte, configuran muy negros nubarrones en el horizonte. Por otra parte, oí decir a un tertuliano que el 2011 se presenta tan malo, que el gobierno está pensando en prorrogar el 2010. Y eso me hace pensar lo poco que me gustan estos últimos días de cada año, llenos de trasiego impropio de un día de vacaciones, y todo para celebrar la artificial caída de una hoja de calendario. Mañana será otro día más en ese tiempo cuadriculado y artificioso que asenderea nuestras vidas, y lo único de que me alegraré será de poder deleitarme con el concierto de Año Nuevo, y con la certeza de que este año no iré a la comida organizada por algún familiar político, que no tiene bastante con el atracón de Noche Vieja, y quiere seguir hinchándose como en un remake de la Grande bouffe.
Son días de salidas, chantajes y compras, rendido a la fiebre consumista, porque hay niños pequeños, y no quieres ver su carita el día de Reyes sin regalos. Pero maldita la gracia que me hace ir a esas tiendas llenas de cachivaches de plástico y colores chillones, pagados por su peso en oro, y atendidas por dependientas que parecen en ocasiones al borde del histerismo en su devoción sobreactuada al pequeño cliente. Un sobrino, por ejemplo, me ha pedido que le compre gormitis. Tengo experiencia ya con estos bichos horrendos, pues la última vez que fui a Bilbao a casa de mi amigo Fernan, sus hijos pequeños los tenían. Cuando me quedaba a solas con ellos, organizaba peleas de muñequitos: yo cogía un Superman muy colorido, y ellos sus gormitis. Ni decir tiene que Superman, a pesar de su caracolillo, resultó miserablemente derrotado por estos muñecajos feísimos, que se reproducen como una saga infinita. La muñeca Dora, Hello Kitty, El patito feo, Hanna Montana son entes que te asaltan sólo en Navidades como los fantasmas al avaro Sr. Scrooge, recordándote que apoquinar, tienes que apoquinar. (y suerte de ti si encuentras lo que piden los niños en su carta a los Reyes, y no se lo ha llevado ya algún otro pardillo).
Para más inri, creo que hoy no voy a poder disfrutar mucho de la cena, ya que al ir a curarme ayer por la mañana una herida en un dedo, la ATS me tomó también la tensión y me dijo que tenía la mínima alta. Fatal oxímoron. A L., que venía conmigo, se le encendieron todas las alarmas de las prohibiciones alimentarias. Y ella y la ATS se pusieron de acuerdo para que yo fuera la semana que viene todos los días a tomarme la tensión, y llevarle los resultados a mi médico de cabecera. Se me ocurrió comentar que hace años fui a hacerme un chequeo a un cardiólogo, quien me dijo que en el futuro sería hipertenso. Entonces la ATS me dijo: "el futuro parece que ya está aquí". Frase que ni para una novela, vamos. Bueno, paciencia, y, en todo caso, brindaré con lo que me dejen tomar por todos vosotros, queridos amigos y amigas, que os pasais por el blog de este vuestro humilde funcionario -y a mucha honra, que todo se lo debo a mis codos- poeta, o viceversa. Que nos sigamos leyendo por mucho tiempo.