MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 27 de octubre de 2019

EXHIBICIONISMOS




George Butler



En un afamado bar y restaurante de altura de Cádiz fui testigo de un hecho infamante: en la barra había un tipo de aspecto extranjero con evidentes síntomas de una silenciosa ebriedad. El hombre dejó caer la cabeza sobre el pecho y se quedó inmóvil, al tiempo que comenzaba a escorarse peligrosamente a un lado, ante las risitas de los 5 o 6 camareros vestidos de negro detrás de la barra, y el recochineo de algunos clientes que le hacían fotos, llegando una desaprensiva a hacerse un selfie con él. Una chica a nuestro lado tomó la iniciativa y enrostró a los camareros preguntándoles si no pensaban hacer nada, y llamar a una ambulancia ("Es un guiri", comentó uno de ellos, como para justificar absurdamente su inacción; quizás por eso le sirvieron cuatro whiskies a un tipo que venía ya bebido). De mala gana, uno de éstos cogió el teléfono, mientras otro, ante otro cliente que empezó a menear al dipsómano, sentenció que se trataba de un coma etilítico, pero no movió un músculo. Casi de seguido me vi con otros dos clientes levantando al tipo, que iba a acabar en el suelo, y llevándolo como un gran muñeco desmadejado, a sentarlo contra una pared. El hombre no reaccionaba, ni siquiera ante la presión del hielo, y poco tardó en orinarse encima, y vomitar silenciosamente.

Esta situación indignante, que dice muy poco de la humanidad y la profesionalidad de esos presuntos profesionales de la hostelería, ilustra cierta parálisis moral que parece asociada al espectáculo diferido que parecen haber hecho de la vida los móviles y la presión de la imagen compartida en las redes sociales (donde las fotos que más gustan son las que muestran un atisbo de intimidad a la curiosidad apresurada del espectador). No se puede actuar hasta que uno no haya registrado y compartido convenientemente un hecho, y la obsesión por el llamado selfie, la foto de uno mismo, se me antoja signo de un apresurado, por mor de injustificado, narcisismo que impide la contemplación y disfrute de monumentos y paisajes, reducidos a mero fondo circunstancial del "la realidad soy yo". Esa pasión por mostrarse en el ágora electrónica parece que excede con mucho el afán de exhibicionismo de cualquier época de la Humanidad.

Esta vuelta al trabajo ha estado marcada por mí por cierta sensación de gran soledad, y un sentimiento, no sé en qué medida defensivo, de ira, odio y desprecio. Quizás debería calmarme y enfocar esa dura constatación de saberse distinto de una manera menos perjudicial para mis nervios, dado que los objetos de mi enfado son los mejores controladores de su idiosincrasia nociva o mezquinamente egoísta.

jueves, 17 de octubre de 2019

10 AÑOS DE BLOG




Hace justo 10 años abrí este blog con una entrada que contenía este fotograma de Stalker de Andrei Tarkovski. Empecé publicando viejos poemas, y luego fui variando contenidos, tendiendo hacia la reflexión y el diario personal. Este blog me ha servido como frente de escritura, y de ha sido la fuente de mis libros publicados hasta ahora, y pasará lo mismo con los próximos.

Así, a modo de rito semanal, (pues el tiempo se me hace escaso) me siento ante las teclas, y añado una entrada más, aunque le doy vueltas últimamente a la idea de variar los modos de escribir. Muchas gracias a todos los que lo leéis o habéis leído.

domingo, 13 de octubre de 2019

PANTALLAS Y PSICODELIA




Verner Panton



Tras llevar más de una semana resistiendo al catarro, el jueves pasado sucumbí a lo que luego el médico me confirmó como gripe. La sensación de escalofrío que sufría en los cambios de clase, y las corrientes de aire en las aulas presagiaban el triste desenlace (por muy mal que entre en una clase, me vuelvo como uno de esos faquires a los que pinchan con toda clase de cosas y no sienten nada; estoy en mi papel, lo malo es al regresar al hogar, y sentirse agotado y enfermo, cuando no viejo presentido). No me gusta quedarme en casa: es como tiempo prestado, algo que yo no he elegido, como un préstamo preconcedido del tipo con el que te acosan los bancos. Así, que igual que al año pasado, aturdido y abrigado, me siento delante del televisor a ver alguna de esas series-río, que me es imposible seguir en otras circunstancias, pues le suelo dar preferencia a la lectura.

He descubierto de tal manera la serie británica Black Mirror, que gira en torno a los desastres existenciales que podrían provocar tecnologías avanzadas tipo implantes cerebrales, para el control de la mente, los recuerdos y el bloqueo de personas, como en las redes sociales, teniendo como lazo común las ennegrecidas pantallas de los móviles, cada vez más etéreos, y omnipresentes. No falta en ella tampoco la parábola política sobre los riesgos de las redes sociales (el peso de su multitudinaria opinión y su "democracia real") para el sistema parlamentario británico (del que no se deja, empero, de mostrar las contradicciones), y resultó gracioso que viendo la película televisiva Bandersnatch, asociada de algún modo a la serie, no me diera cuenta, hasta avanzada ésta, de que era interactiva, por lo que un amigo más joven, en el límite de las llamadas generaciones X y millennial se rió de mí, viejo baby boomer, cuando se lo conté por whatsapp (casi lo más extraordinario de la película me pareció que se recomendara al joven programador que escuchara para inspirarse el disco Phaedra de Tangerine Dream, ya señalado por artistas como John Foxx, como punto de partida de una nueva era de la música electrónica, pues contenía en él, según el artista británico, todo el desarrollo musical para 20 años).

Lamento ahora no haber conocido más de joven a esa generación del llamado cómic adulto español, que trabajó tanto para editoriales de Estados Unidos, como la famosa Warren: Esteban Maroto (por el que siento una especial debilidad, pues para mí encarna cierto estilo setentero, minucioso y volátil al mismo tiempo, espíritu de una piscodelia que promete más de lo que da, o de lo que, a la postre, uno puede alcanzar), José Ortiz, José González, Martín Salvador, Rafael Aura León, Luis Bermejo, Ramón Torrents, etc. El derrumbamiento y la quiebra del mercado del cómic adulto a mediados de los ochenta del siglo XX cierra las biografías de Wikipedia de la mayoría de los citados, incluso de algunos dibujantes más jóvenes como Rafael González Negrete, que a los 23 años, recién terminada su carrera de farmacia, que abandona, ganó el primer premio de la versión española de la revista Creepy en 1981 (ejemplar que adquirí en un mercadillo), y pudo desarrollar una carrera brillante pero corta. Sólo algunos de estos veteranos, como Luis Bermejo, que fue ayudante del multihistorietista Manuel Gago, continuaron su faceta artística en el terreno de la pintura al acuarela y al óleo, en el caso de Bermejo hasta su muerte reciente. Gloria a estos artistas sin adjetivos.