MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 28 de diciembre de 2012

SE VA 2012


Termina, sí, este año tan señalado por eventos fallidos, tanto a nivel local como nacional. La conmemoración del bicentenario de la promulgación de la primera Constitución de la nación, que se pretendía ocasión de realización de grandes obras públicas en la ciudad y su consiguiente relanzamiento económico, ha quedado arrasada por el maremoto de la crisis económica. Han acudido a la ciudad, ciertamente, el rey y altos políticos, que son responsables últimos, por otra parte, de la partitocracia corrupta que nos gobierna, y que nos está conduciendo a una crisis institucional inaudita, de la que la económica no es, en gran parte, que una consecuencia.
En cuanto a mi persona, no ha sido un mal año; en lo profesional he obtenido más bien satisfacciones por el trabajo realizado, y el hecho de buscar una profundización especializada en la propia formación en cierto modo es una manera de mantenerse joven, y no anquilosarse, aunque este decurso se ha visto también ensombrecido por la pérdida de poder adquisitivo que han conllevado los recortes de sueldos y pagas extras, tanto más irritantes cuanto más se tiene conciencia de que la casta política, atenta sobre todo a sus propios intereses y recelosa del cuerpo funcionarial y de su principio de mérito, se desentiende de la degradación de la enseñanza, y cuanto más se sabe que estos sacrificios no sirven para nada si no van acompañados de una reforma del estado que los partidos estatales, que viven a cuenta del erario público y del corrupto sistema proporcional que los alimenta en detrimento de un verdadero sistema representativo de los ciudadanos por pequeño distrito uninominal  y a doble vuelta, son los últimos interesados en afrontar. Es, asimismo, un amargo trance ver cómo el paro se extiende en redor, afectando incluso a la propia familia. Empresas que se han visto favorecidas por la Administración organizan EREs indiscriminados, sin que tengan que rendir cuenta de las ayudas recibidas. El problema no es tanto el despido, sino la extrema dificultad para estas personas de encontrar trabajo a corto, e incluso, a medio plazo, y que el pago de sus subsidios de desempleo acaba recayendo sobre el peso de los contribuyentes, Atlas ya agobiados por el coste del despilfarro de la corrupción y la incompetencia de la casta política. El empleo debería, pues, ser un bien público a proteger, al menos en el caso de cierto tipo de empresas.
En lo que toca a lo artístico, uno sigue considerándolo inseparable de los caminos y brezales donde nos interna la vida, que deben recorrerse con los ojos muy abiertos, atento a empaparse de todo lo que la existencia nos ofrece, valorando la amistad y la sinceridad desinteresada, y apartando de sí a los soberbios que, anquilosados, son como los árboles sangrantes del infierno dantesco.
Las cuestiones de la memoria me han acuciado con más fuerza si cabe en estos recientes meses. Se dice que las células de nuestro cuerpo se renuevan en su casi total integridad cada siete años, y entonces uno se obsesiona con el río heraclitiano y el es cansado de Quevedo, y piensa que la memoria es la única lasca de nuestra identidad evanescente y efímera, a la que nos aferramos con todo desesperadamente, y que constituye, pues, la verdadera esencia de la cultura y la civilización: la preservación de la memoria, hasta de la más nimia.
Este culto a la memoria lleva implícito la veneración a los que nos preceden. En mi caso particular, mis referentes intelectuales son ahora octogenarios, como mi querido Giorgio Bernardi Perini, con su pasión insobornable al poliédrico mundo folenguiano, el maestro Agustín Garcia Calvo, cuya reciente pérdida ha sido particularmente dolorosa, y el infatigable Antonio García-Trevijano, redescubierto este año por mi, y que ha supuesto para mi una verdadera conmoción intelectual. Como homenaje a este hombre de coherencia ajena a este tiempo, dejo una grabación de una conferencia-coloquio suyo, donde se tratan gran parte de sus inquietudes y núcleos argumentales: la Transición, la fallida ruptura con el franquismo, la partitocracia, y su corrupción que conlleva la de la monarquía, clave de bóveda del sistema, su propuesta de una República constitucional basada en una democracia formal que asegure una efectiva separación de poderes y un sistema político auténticamente representativo, la polémica guineana, etc.
Feliz y Próspero Año Nuevo, queridos amigos, aunque, al tenor de la expresión de una cabaretera alemana en una película bélica ("disfruten de la guerra mientras puedan, amigos, la paz será mucho peor"), me temo que lo peor siempre está por llegar.



sábado, 22 de diciembre de 2012

CIUDAD DE PIEDRAS Y SANTOS (II)

Ávila es una ciudad marcada por la huella de dos santos como Teresa de Ávila, y Juan de la Cruz.


El monasterio de La Encarnación fue residencia de la santa durante 27 años, y allí inició su reforma de la orden carmelita, y tuvo a san Juan de la Cruz como capellán.



El monasterio-museo en la actualidad, se abre a un patio que trae al recuerdo las siete moradas del Castillo interior de la santa.


La comunidad está formada por un pequeño grupo de monjas, en su mayoría abulense, que viven separadas de las dependencias del museo. En éste pueden contemplarse imágenes como la del Cristo de la columna, objeto de una de las visiones de la santa y realizada por deseo suyo, y representaciones suyas casi contemporáneas.




El museo reproduce también una de las celdas anteriores a la reforma teresiana; éstas, dotadas incluso de cocina, albergaba a las novicias, que llegaban al convento acompañadas incluso de sus criadas. Esto fue cambiado por la reformadora; de manera contigua, puede contemplarse, de manera aparentemente paradójica, una panoplia de instrumentos musicales, muy amados de la santa.




El "sólo Dios basta" de Teresa de Ávila parece sobrevolar la visita de estos restos de un pasado de piedra y madera impregnada de lo inexpresable. Choca mucho, pues, ver la sillita que usaba Juan de Yepes para confesar,  lo que da idea de la menudez y la fragilidad física de ese poeta extraordinario; no resulta menos sorprendente contemplar el sagrario decorado por el propio santo, esa figura ingenua del crucificado, pero al mismo tiempo magníficamente perfilada, como su poesía, que luce naturalmente frente al leño que usaba santa Teresa como almohada.





Con el corazón un tanto encogido por esos monumentos o testimonios en su sentido más etimológico de una fe y unas vidas que se rodearon de una materia sobria y desnuda, salí al exterior del monasterio, y ante la vista otoñal y rojiza de la Ávila belmurallada, bastión de lo inefable.



viernes, 14 de diciembre de 2012

"TERREDAD" DE EUGENIO MONTEJO


Nunca he querido creer que el leer libros de poesía sea igual que la lectura del resto de géneros literarios; leo, pues, poesía esperando encontrar un ritmo (valga la redundancia), y unas revelaciones distintos a los de la prosa en sus más variadas formas. Finalmente, me quedo siempre con el ansia de estructura, y coherencia en la construcción del libro como obra de arte, según lo definía Ortega y Gasset. Consecuentemente, esa unidad creativa y programática que aprecio tanto en los poemarios, y que los haga erigirse como bastiones irreductibles ante los inevitables envites antólogos, la he buscado en mi lectura de Terredad del poeta venezolano Eugenio Montejo (1938-2008).
Señala Rafael Cadenas en su prólogo para la edición de Terredad (originariamente publicado en 1978) de la Biblioteca Sibila de Poesía en Español, Fundación BBVA, 2008 (que puede considerarse como definitiva), que ya esta misma palabra otorga "un carácter definitorio" a toda su poesía, y que en este mismo feliz neologismo el poeta, según palabras del mismo, quería "nombrar la condición tan extraña del hombre en la tierra, de saberse aquí entre dos nadas, la que nos precede y la que nos sigue".
El poemario, pues, consta de 50 poemas sin divisiones ulteriores, por lo que parece que el concepto de terredad es un leit-motiv que atraviesa las composiciones; no obstante, el primer poema, En el bosque, tiene, en mi opinión, un carácter programático respecto a esta condición "extraña" y, por tanto, en gran medida, desvalida del "hombre en la tierra" (En el bosque, donde es pecado hablar, pasearse, / no poseer raíz, no tener ramas, / ¿qué puede hacer un hombre?): el pecado, asociado a la expulsión del Paraíso terrenal, es extendido aquí por el poeta al paraíso terrenal idealizado del ecologismo moderno, que hace del hombre un nuevo precito dantesco, y al que sólo le cabe la humildad para ser aceptado en el seno de esta naturaleza a la que ha conseguido hacerse ajena, según los postulados rousseaunianos que impregnan esta concepción de la natura (En el bosque, quien no ha logrado ser un árbol, / sólo puede llegar de parte del otoño / a pedir unas hojas; / mejor si lleva harapos de mendigo, / algún morral raído, un palo, un perro / y ninguna esperanza. Verá cómo lo trata el viento, / cómo su ofrenda le llenará las manos. [p.19]).
A pesar de todo, la tierra nos acoge (La tierra es el único planeta / que prefiere los hombres a los ángeles [p.21]), y nos guía en nuestro viaje con sus criaturas (no ha habido nunca sino pájaros, / el canto de los pájaros / que nos trae y nos lleva.[p.20]). Ese sentimiento abarcador de amor universal que el poeta atribuye a la tierra se evidencia en una especie de transmorfismo en las cosas, tanto las artificiales, a las que justifica en su fragilidad (La mesa, p. 32), como las naturales, caso de las montañas que "son trajes de bodas antiguos pero intactos / [...] / y hasta sonríen / [...] / serenísimas madres" (p. 33). A este poder de la naturaleza el poeta opone la inanidad artificiosa del transformismo cultural de raigambre ovidiana en su poema Cuando mi estatua despierte (No hablará, no dará ni el más leve respiro / mientras sigan en torno los cantos / y tal vez cuando callen se habrá vuelto a dormir, / sin darse cuenta, / debajo del musgo solitario [p.43]), asi como del arte en general en Madonas (Busco en la calle otras madonas vivas, / otras Italias / [...] / la belleza más pura es existir, / estar aquí en la tierra con el sol en las manos, / el sueño es un color más inmortal / pero no basta. [p.49]). La vida, que para el poeta es más importante que la vida, nos lleva, y nos hará renacer en alguna forma de materia, por lo cual todo epitafio debe ser provisorio (No me despido en una piedra / ilegible a la sombra del musgo, / voy a nacer en otra parte [p.58]), y bajo la forma de terredad justifica y da sentido a todo lo existente, como en La terredad de un pájaro (La terredad de un pájaro es su canto, / [...] / Desde que nace nada ya lo aparta / de su deber terrestre; / trabaja al sol, procrea, busca sus migas / y es sólo su voz lo que defiende, / porque en el tiempo no es un pájaro / sino un rayo en la noche de su especie, / una persecución sin tregua de la vida / para que el canto permanezca. [p.59]).


viernes, 7 de diciembre de 2012

JOHN FOXX


Gracias a Youtube he podido recuperar una música que me encandiló en mi adolescencia. En 1983 en el programa La Edad de Oro actuó John Foxx, fundador de Ultravox, que había iniciado una carrera en solitario tres años atras, con los discos Metamatic, The Garden y The Golden Section. A mis 17 años la actuación me pareció memorable; luego, le perdí la pista al músico, al tiempo que desaparecían para siempre de la televisión programas como el citado, y la mediocridad se iba volviendo asfixiante, aunque nunca pudiera creer que se llegara a los niveles de lo que pasa ahora.
Gracias a dicho sitio, he vuelto a escuchar esas maravillosas canciones.



John Foxx, hombre de angulosa e inquietante belleza, encajaba perfectamente en los moldes estético-musicales de la época. Desengañado de la escena musical de finales de los 80 y de su pop estereotipado se retiró del mundillo musical, volcándose en su primera faceta de artista gráfico (realizó, entre otras cosas, portadas para obras de autores como Salman Rushdie o Anthony Burgess bajo su nombre auténtico, Dennis Leigh), y como dice él en alguna de sus entrevistas posteriores, "vagando por Londres como un fantasma",  en busca de realinearse como artista en el silencio y el anonimato.
Es este aspecto de su biografía posterior el que me ha interesado más en este artista polivalente, pues demuestra su verdadera y arraigada naturaleza artística, frente a otros muchos músicos de aquella época que, o bien han desaparecido, o reaparecen patéticamente como una sombra envejecida y satisfecha de sí mismos. Ciertamente, la alegría que sobreviene tras un periodo de este tipo, si tiene un desenlace feliz para el artista, no puede ser comprendida por los soberbios, que en su rigidez, la sienten como una amenaza para sus estereotipos. Foxx retomó su faceta de creador musical a finales de los 90, sea en colaboración con otros músicos, sea en solitario con proyectos de música instrumental como Cathedral Oceans, inspirado en su experiencia musical de niño como cantor en un coro de iglesia, donde percibió la unión entre música y arquitectura como espacio de reverberaciones únicas (en ese aspecto, Foxx señala la influencia que ha tenido en él La Sagrada Familia de Gaudí, y su integración de aparentemente imposibles armonías -el músico visitó España en 1966 a los 17 años [curiosamente, el año de mi nacimiento, y la edad de mi conocimiento de su música]), y en cuyo proyecto ha desplegado también su faceta de creador plástico.



Otras influencias señaladas por él mismo son el surrealismo de Ernst, De Chirico y Magritte, que le ayudaron a soñar en el gris y agobiante ambiente de su norte de Inglaterra, J. G. Ballard, Iain Sinclair, el Canto Gregoriano, Bach, Satie (ejemplo para él de minimalismo intimista, romántico e imperfecto), Stockhausen, y la música electrónica contemporánea. Asimismo, su interés por el cine no convencional se materializó en su disco Tiny colour movies, compuesto de una serie de piezas instrumentales inspiradas en una serie de breves cortometrajes de muy variada procedencia que tuvo oportunidad de contemplar en 2006.



En los últimos años, el artista combina su trabajo como profesor en el London College of Music and Media TVU, con su trabajo artístico y musical con su nuevo grupo The Maths, (integrado por músicos que desarrollan una propia carrera en solitario, como la encantadora Hannah Peel y Serafina Steer, multinstrumentistas, cantantes, y compositoras, así como por el músico y productor Benge) con el que parece haber vuelto a inspirarse en el pop electrónico analógico de su disco Metamatic, que considera como sus raíces musicales.










Un artista, pues de muy amplios intereses (en los que está incluida la escritura, como indica su libro The Quiet Man), y que demuestra que la modernidad y la vanguardia no están reñidas con la evolución personal, y física. Foxx habla, en este sentido, de su young self como algo ya que, en la distancia de la edad, puede ver como algo ajeno, en ese mundo gris de las ciudades, plagado de fantasmas eléctricos, que sirve de marco a las historias humanas que siempre le han interesado.


viernes, 23 de noviembre de 2012

EMILY DICKINSON ILUSTRADA


¿Cómo puede ilustrarse una poesía como la de Emily Dickinson? Puede pensarse que es muy difícil. En el caso, empero, de las ilustraciones de Kike de la Rubia para la selección de poemas de la poetisa norteamericana seleccionados por Juan Marqués, y traducidos por Enrique Goicolea para la Colección ilustrados de Nórdica Libros bajo el título "El viento comenzó a mecer la hierba", creo que se aproximan a lo feliz. Sus imágenes son paisajes vistos desde la ventana de la habitación de la autora, que acabó viviendo prácticamente recluida en la casa familiar, que se ve inundada por la luz reveladora del atardecer, o por el viento, visitante tímido que llama "como un hombre cansado" (poema 436), y que es reproducido con la leve cortina en movimiento, y un pájaro revoloteando en el techo, a modo de delicado haiku visual. Ese mundo interiorizado de Dickinson se vacía de presencias antropomórficas, y se almibara en esta luz:

I can look - can't I -
When the East is Red?
The Hills -have a way - then -
That puts the Heart - abroad -

Mundo reducido a unos elementos esenciales, a los que la poetisa ha comunicado -o aferrado- su propia esencia, en una plácida lucha contra el tiempo. Así, De la Rubia recrea el porche de la casa de la autora, donde está tumbado Marco, el perro de Emily, que mira impertérrito el amarillo y gris horizonte. También podía contemplar la poeta desde su casa el cementerio de su localidad, que utiliza De la Rubia para ilustrar su poema 347, sobre el terror nocturno que alivia, ya lejano, la luz del amanecer.
Bandadas de pájaros alborotan la amarillenta luz del atardecer; pájaros mensajeros de lo invisible, que tienen alas como la esperanza (poema 254):

"Hope" is the thing with feathers -
That perches in the soul -
And sings the tune without the words -
And never stops - at all -

pájaros dueños del secreto de la vida, y que saben por ello marcharse, al contrario que los humanos (we - are the Birds - that stay), criaturas que utiliza también De la Rubia para iluminar el poema de Dickinson sobre la persona silenciosa, del que la poetisa teme que sea una gran persona: frente a una bandada de parleras y gárrulas golondrinas suspendidas sobre un cable, se oculta una lechuza apenas visible en la roja fronda de un árbol vecino.
Las texturas acuareladas del ilustrador parecen diluir en color las palabras de la poeta, que se materializa en objetos bañados de luz como sus colecciones de cartas, o de flores disecadas, o el sofá que aparece frente a los transparentes libros de la estanteria de la habitación de la autora, que actúan como su espejo y refugio, sus Kinsmen of the Shelf (poema 604).
Un hermoso libro ilustrado, sin duda, de una preciosa selección de poemas en edición bilingüe, que permite apreciar los buenos oficios del traductor al reproducir con elegante concisión la sintética economía expresiva de Dickinson.

viernes, 16 de noviembre de 2012

CIUDAD DE PIEDRAS Y SANTOS (I)

En cada ciudad y sus rincones se condensa una memoria que a veces puede rozar al forastero en forma de olores o estremecimientos. En el caso de Ávila, estas sensaciones resultan un tanto opresivas en su belleza pétrea, que se aprecia mejor al anochecer si se pasea sin rumbo fijo por sus angostas calles, y se entra al azar en sus recoletas iglesias. La capital más alta de España parece, ciertamente, reacia a rendir sus secretos.







Se dice que el clima configura el carácter de las gentes; así, en el caso de Ávila se dice que sus habitantes son distantes y fríos; aunque, lo que más se aprecia es la franqueza y la falta de circunloquios propia de gentes del norte. Ciudad concentrada en sí misma, como si sus murallas medievales fueran las revueltas desatadas de un caracol, se defiende del paso del tiempo, aparejándose turistas que la alivien del alto desempleo, al tiempo que muestra su corazón escueto en sus plazas y en el entorno de su altiva catedral.








No se respira aquí ni el laberíntico misterio de Toledo, ni la reposada belleza señorial de la cercana Salamanca; en cambio, la pesadez granítica y el cielo severo invitan al recogimiento, a la resistencia, y tal vez, a la promesa del éxtasis.






lunes, 5 de noviembre de 2012

AGUSTÍN GARCÍA CALVO IN MEMORIAM


He estado este puente en Ávila, sin contacto alguno con internet, y tras regresar, me entero esta tarde de la muerte del maestro García Calvo el pasado día 1. La pérdida de referentes a determinada edad provoca un particular sentimiento de orfandad, unido a la conciencia paradójica de que uno también va envejeciendo. Él era para mí una especie de maestro en la distancia, alguien que ha sido un modelo para mi producción poética y filológica, frente al anquilosamiento y falta de imaginación y pasión profunda que he detectado en el mundo académico al uso. Un "maestro de la sospecha" también, que ha puesto en guardia contra los laberintos falsarios de la identidad, la servidumbre y la fe en el Futuro, y el nuevo Dios del Dinero, auténtica medida de todas las cosas, y de la Realidad construida a su imagen y semejanza. Agustín ha sido un árbol demasiado recio y fructuoso, y seguirá dando sombra a través de sus libros, y su voz ritmada. En 2001 le escribí una carta para interesarme por su salud, que parecía quebrantada, y para testimoniarle mi admiración. Su respuesta, ya en sí una obra de arte, la guardo como un tesoro de la memoria, y la recupero ahora -inevitable ironía de la vida- en la hora de su muerte. Larga memoria al maestro Agustín.

viernes, 26 de octubre de 2012

RECUERDOS DEL ABISMO


Compasión es, etimológicamente, compartir el sufrimiento del prójimo. De tal suerte, cuando se ve el paro muy de cerca, uno recuerda y rememora la época en la que vivió tal situación. La manera de afrontarla dependerá esencialmente del carácter de cada persona; para mí fue un período de eternidad interina, angustiosa y vergonzante. Sentía cada vez más como si fuera un extraño al mundo de lo cotidiano, a la realidad transmutada y medida en términos de dinero, o en la esperanza de él. Recuerdo una vez que fui a la Delegación de Educación a interesarme por unas bolsas de trabajo, y aquello estaba lleno de gente que venía a renovar sus contratos; pocas veces me he sentido en mi vida más solo a la par que consciente de mí mismo. El menoscabo de la identidad social (trabajo, estatus, disponibilidad económica) produce cierta, por así decirlo, ligereza espiritual, como la de un globo que se escapa a un niño, que puede aportar imprevistos descubrimientos sobre sí, aunque a menudo sea sobre la propia miseria y capacidad de autocompasión. Es posible llegar a automarginarse, y menospreciarse a sí mismo, y lo único que ayuda a salir de este círculo vicioso de ombligos tristes es encontrar alguna labor diaria que ayude a sostenerte; en mi caso fue mi tesis, y cuando la concluí, tan apesadumbrado que casi me parecía una obra póstuma, me sentía, en cambio, lleno de constancia y perseverancia para afrontar las oposiciones que al fin pude aprobar.
Desgraciadamente, la economia cuenta con un paro estructural demasiado elevado, que los desastres de la partitocracia en el campo educativo, administrativo y económico empeora cada vez más. Unas malas condiciones de ingreso en el MCE hicieron que los años 80 fueran malos, los 90 peores, y que el fogonazo de la especulación inmobiliaria y financiera haya hecho que sea más dura la caída.


Ilustración: Roberto González Fernández, "Ha comenzado la hora del abismo".

viernes, 19 de octubre de 2012

SELVA DE PIEDRA


El verde acuático se ha enseñoreado de la piedra, haciéndola emblema de lo soñado; las criaturas que hormiguean en los capiteles se resignan a esta invasión untuosa: el exorcista, cercado de musgo, levanta su hisopo en advertencia inútil al vegetal enemigo. Este verde marino se infiltra en la reciedumbre de los relatos sagrados historiada en las columnas, y anuncia la selva que bordea la senda estrecha.


Los arabescos de piedra se antojan colmenares de aire vencido, poroso y abierto al infierno intramolecular de lo variable. Materia y mente; las huellas de la mente en la piedra, la procesión de lo material en la raíces ocultas de la vida que pulula bajo lo sagrado. La materia hecha pensamiento, y la hiedra vuelta discurso ascendente y mudo, en prevención de las babeles prolijas que, afuera, pueblan la ciudad que linda consigo misma.






Imágenes: Claustro Románico de la Colegiata. Santillana del Mar (Santander)

sábado, 13 de octubre de 2012

'LA MEDICIÓN DEL MUNDO' DE DANIEL KEHLMANN


Quizás no esté mal leer un bestseller una vez que ha pasado la fiebre de la moda. Regalé este libro a uno de mis hermanos hace años, por su inclinación a temas técnicos y científicos (si así puede ser considerada la informática); pero parece que no le hizo mucho caso, y lo dejó olvidado en casa de nuestra madre, cuando se casó y formó un nuevo hogar con su mujer. Hace unos días lo cogí, y no he parado hasta acabar de leerlo. La novela entrelaza las historias, al modo plutarquiano, de dos figuras señeras de la ciencia alemana de finales del s. XVIII y comienzos del XIX, el geógrafo, naturalista y explorador Alexander von Humboldt y el matemático y físico Carl Friedrich Gauss. El pretexto de la historia es un encuentro real ocurrido en Berlín en 1828 entre los dos insignes científicos, ya mayores (aunque en el caso de Grauss, parece que el autor exagera su decrepitud para resaltar los rasgos histriónicos de la personalidad del científico). Así, el novelista construye capítulos en paralelo donde se cuenta la infancia de ambos estudiosos, sus primeros tanteos en sus respectivos campos científicos, su floración en éstos, y los conflictos que surgen entre su dedicación obsesiva al trabajo, en el caso de Humboldt, su inteligencia totalmente fuera de lo común, en el caso de Gauss, y las servidumbres e irracionalidad de la existencia humana, así como el irrefrenable paso del tiempo que angustia a ambos, pues choca con su idea del progreso ilustrado, ya que aquél les impedirá contemplar los avances irreversibles, en lo científico y lo moral, de la humanidad; de tal suerte, el viejo Gauss afirma la injusticia de que la existencia se vea atada a una época en exclusiva, lo que da a cualquiera un privilegio injustificado sobre el pasado, al paso que lo convierte en un payaso del futuro; con todo,esta fe ilustrada se va mitigando en ambos personajes hacia el final del relato, sobre todo, en el caso de Humboldt, genuino representante de esa candorosa idea del progreso y la ciencia que caracteriza a la Ilustración (no me parece ajeno a este enfoque la caricatura que se hace del anciano Kant, presentado como un enano hundido en la demencia senil): inmune a las llamadas del sexo, e insensible a las emociones estéticas de las artes, Humboldt recorre el Nuevo Mundo midiéndolo todo frenéticamente, en compañía de su asistente de fortuna, el francés Aimé Bonpland, que sirve de contrapunto humano constante al férreo, aunque naïf, milimetrismo prusiano de su jefe.
Más poliédrica resulta la personalidad del genial Gauss, y una de las partes más interesantes de la novela es la descripción de la infancia del princeps mathematicorum: hijo de un simple jardinero y de una madre analfabeta, a diferencia del acomodado Humboldt, el pequeño Gauss se sorprende de la lentitud con que piensa la gente, y molesto con los libros, que no comprende igual que su querida madre, le pide a su padre que le explique cuatro de las letras del alfabeto, y aprende a leer por sí solo en pocas horas, pero al intentar enseñar a su madre, se da cuenta de que la gente lo que quiere es tranquilidad, y de que la inteligencia puede ser un estorbo, por lo que en la escuela de su pobre barrio procura adaptarse al ritmo de sus condiscípulos, hasta que un día, por descuido, resuelve en el acto uno de los difíciles problemas matemáticos que el maestro pone como excusa para poder castigar a su gusto a los alumnos; el maestro contempla estupefacto al mocoso de ocho años que le muestra tembloroso su pizarrita, y no para hasta conseguir que Gauss ingrese en un Instituto. Este niño triste, angustiado por su aguda percepción del paso del tiempo que hace envejecer a su madre, se convierte, gracias a Kehlmann, en un viejo cascarrabias, siempre enfadado con su hijo Eugen, al que llama fracasado, con un sentido muy práctico de la vida, a diferencia del ingenuo Humboldt, al mismo tiempo que se siente descolocado en su propia época, y añorante de un futuro en el que un simple dolor de muelas no desemboque necesariamente en una dolorosa extracción a cargo de un barbero mastuerzo, y en el que los viajes, que Gauss odia, no sean tan largos, incómodos y azarosos.
Se ha señalado en la novela la influencia del realismo mágico sudamericano y la prominencia del humor; ciertamente, el autor se recrea en la descripción de la naturaleza exuberante del trópico, y de las distorsiones en la percepción de lo real que este entorno provoca en el desconcertado Humboldt, atado a una estrecha mentalidad positivista, y el humor y la ironíaestá presente, sin duda, en las ocurrencias del huraño Gauss en Berlín, y en las afirmaciones de Humboldt de la misión civilizadora de Alemania frente a la crueldad de la preterida civilización Azteca, o en las críticas al carácter prusiano de éste (¿es necesario ser siempre tan alemán?, pregunta que aparece al final de uno de los capítulos dedicados a Humboldt), así como en la peripecia final del joven Eugen, presentado como una superación dialéctica de ambos científicos.
Es difícil medir el valor de una traducción, y, sería una buena medida decir que no se nota la labor del traductor, lo que en este caso se cumple en general, salvo en contados casos como cuando se habla de "manada de perros" y de "las miasmas".
Un ventajista juego con el pasado como diría Gauss, sin duda, por parte del novelista, pero muy logrado en su aspecto literario en cuanto ficción amable.

sábado, 6 de octubre de 2012

MONTAIGNE Y LA MUERTE


Montaigne dedica los capítulos XIX y XX del primer libro de sus Essais a la muerte. En ellos se hace eco de la sabiduría antigua, sin apenas referencias al cristianismo, sobre todo de algunos postulados de corte estoico y epicureo; así, afirma que un hombre no puede llamarse feliz hasta que no ha llegado su último dia, y de que el pensamiento constante de la muerte hace perder el miedo a ésta y alcanzar la libertad. La novedad, como siempre, en Montaigne, que lo acerca a la modernidad, es que se coloca a él mismo como individuo en el centro de la discusión, junto a otros ejemplos sacados de la Antigüedad mezclados a otros coetáneos, lo que podria parecer, por otra parte, muy medieval en su acronicidad ejemplarizante. Montaigne refiere su propio método de entrenamiento constante en el pensamiento y visualización de la propia muerte, como si de un seguidor del código tradicional del Bushido se tratase, y del creciente y reconfortante sentimiento de desapego que en él se acrece. Este estado es ajeno al deseo de penitencia religioso, y hace postular al pensador la necesidad de la inmersión en la cotidianeidad, pero sin el apego que sólo puede degenerar en angustia. Por otra parte, y en consonancia con lo expresado, afirma que la mejor manera de comprobar la coherencia de la vida de un ser humano es observar su manera de morir, y que sería una labor literariamente meritoria el repertoriar las muertes de las personas.
Es curioso que este proyecto de consignación de muertes ejemplares sea tan insólito, y, desde luego, tan extraño a nuestro mundo actual, en el que la muerte resulta aún más embarazosa e incomprensible que en tiempos de Montaigne, cuando aún se ponía en práctica las prescripciones de Licurgo de que los cementerios estuvieran cerca de los ciudadanos, para que no se olvidaran de esta realidad inevitable.
El pensar cada día en la muerte, imaginarla, y cifrar cada día como trasunto de la existencia completa, como propone el pensador francés, produce sentimientos encontrados en la persona reflexiva; resulta un alivio, por una lado, despertarse cada mañana dando gracias por el nuevo día (si hay Alguien cualificado que lo oiga), y cerrar los ojos cada noche imaginándose muerto, y recordando lo bueno y placentero que se haya hecho durante la jornada; por otro lado, se siente la sospecha de que uno se mete en un círculo de autosatisfacción por esa euforia de observador desapegado en cuanto desesperado de la ilusión de la falsa inmortalidad que arrastra a sus congéneres a vivir sus vidas en la ceguera de la soberbia y de la hipersensibilidad al fracaso y a la frustración.
El dolor recurrente y desconcertante en las articulaciones, el rostro de mi madre, son vislumbres de la vejez, antesala cierta de la muerte; la vejez, que nuestro mundo pretotalitario relega frente a la exaltación de una juventud indefinida, y sus falsas virtudes, incompatibles con la certeza de la muerte. Muerte y dolor. Quizás éste nos asusta más, y esperamos de la vida y del Estado la anestesia permanente. Recuerdo que C. S. Lewis, para resolver la ecuación del sentido del dolor, decía que Dios tal vez no queria que fuéramos felices sino conscientes. Sin embargo, la consciencia no supone necesariamente un alivio, y el conocimiento deviene, a menudo, en desesperación.

Imagen: Museo del Louvre (París)

sábado, 29 de septiembre de 2012

CLAUSTRO DE PIEDRA Y SOL


El sol de la tarde inunda el claustro. El tiempo que la piedra obstinada cifra en sus junturas se tiñe de oro intenso a fuer de retornable. El paseante, si no es mero turista, se siente sobrecogido por esta belleza pasajera, profunda y enigmática que resalta la propia transitoriedad del que la contempla. A cuántos no ha dejado atrás este prodigio tiránico e indiferente, a cuántos que se sabían ajenos a la consistencia más durable de la materia pétrea, y a su alianza diaria con el sol, que la dota de una belleza que sólo puede dejarnos transidos, ansiosos a la par que humillados por esta belleza que nos deja de lado, y sólo nos permite atisbarla en cuanto seres de paso que somos. Enigma visible, emblema del anhelo, soporte de una fe inefable que querríamos ver traducida en una sílaba, una sola, fonemas cifra de la existencia. Mientras tanto, queda esta piedra y este sol, quizás imprevisto por los lejanos constructores en su absoluto; y el claustro, vuelto museo de sí mismo, acumulando en sus rincones vestigios y ruinas, indescifrables para el profano que deambula, y no puede más que contemplarlos y desear que todo lo que representan fuera verdad, o, al menos, vivir como si lo fuera.







Imágenes: claustro de la catedral de Santander.