La editorial La isla de Siltolá ha publicado como número 3 de su Colección Álogos el volumen titulado Fernanda, las magnolias y el rey mago de Aurora Pimentel Igea, con prólogo de Ouka Leele. En la misma portada se advierte entre corchetes de lo que vamos a encontrar en su interior: Entradas del blog MÁSTER EN NUBES. Efectivamente, se trata de eso, pues dicha colección pretende acercar a los lectores "una cuidada selección de entradas de los blogs más relevantes del momento", como se dice en la contraportada.
Decía Ortega y Gasset que un libro de ciencia tiene que ser de ciencia; pero también tiene que ser un libro. Extrapolando este precepto a la obra que comento, perteneciente a un "casi género literario" que vive en la Red, creo que le conviene plenamente, tanto por su edición como por su contenido. El libro, tanto por su formato como por sus tonos de cobertura, recuerda vagamente una de esas pequeñas ediciones aldinas del Renacimiento que se hicieron tan populares en su día; y esta sobriedad clásica de la edición resulta una envoltura en absoluto chocante para las entradas del blog de Aurora. Esta adecuación no es sólo debida a las características formales de la edición, sino, principalmente, a la propia selección y organización del contenido, que me parece modélica.
Para los que leemos habitualmente el blog de Aurora Pimentel imaginamos lo díficil que debe haber sido la tarea de selección de entradas para publicar. Lo trasladado a papel, en todo caso, me parece plenamente representativo de la escritura de la autora.
Lo seleccionado, además, está articulado de un modo que lo "redime", por así decirlo, de su origen electrónico (y no me refiero sólo al excelente y emotivo prólogo de Ouka Leele), y lo convierte en una obra plenamente adecuada a nuestra percepción "libresca" de la literatura. El libro se abre, pues, con un texto que me parece programático, y que da título a la obra: Fernanda, las magnolias, y el rey mago. En él, Aurora nos presenta recuerdos de su infancia envueltos en cálida nostalgia; nostalgia de un tiempo feliz y casi edénico en el recuerdo, que se intenta recuperar a través de la literatura, entendida como intento de trazar una línea ininterrumpida con esa perdida tierra de ilusión, donde quedaba perfectamente integrado y hasta justificado el dulce engaño de la asistenta disfrazada de rey mago. Ese espíritu es el que anima y sirve de hilo de conductor al resto de entradas del libro, donde la autora se nos muestra observando la realidad con ojos de niña grande, que sabe saltar sobre las miserias cotidianas, y aportar "otra" perspectiva.
Dichas entradas están organizadas bajo nombres de tipos de nubes. Así, Nimbos recoge textos que presentan recuerdos y personas del entorno familiar (sin olvidar a la perra Olimpia); Cirros engloba entradas relacionadas con viajes y las personas conocidas en ellos, siempre con una visión cálida y humana en primer plano; Cúmulos ofrece textos de carácter eminentemente reflexivo, donde la autora abre su corazón desde lo cotidiano sin ser tópica, y se rebela contra lo políticamente correcto; Estratos está centrado en la literatura y el cine, evocados con ternura; Nieblas ofrece contenidos poéticos, escritos desde la naturalidad desnuda de una expresión apasionada; el último de los textos de esta sección, Oración del aprendiz, (que es una verdadera oración que la autora, como aprendiz de escritora, dirige a Dios -¡curiosa y humilde captatio benevolentiae, tan distinta de la tópica, dirigida siempre a los lectores y en el fondo obsequiosa!-) sirve de introducción a las narraciones cortas de Cielo despejado, donde el yo de la autora cede paso a la tercera persona del escritor que maneja con seguridad su oficio de narrador; la última y más larga de las narraciones, Preposiciones. Deme algo está escrita en primera persona, que es un yo transmutado que recoge lo mejor de la Aurora persona (al elegir el personaje de la mendiga, con cuya humildad y sinceridad -y esperanza- sentimos que se identifica) y de la Aurora escritora, que pule y maneja con soltura sus posibilidades expresivas.
El libro se cierra, en fin, con un epílogo poético, Porque no todo es luz, agridulce como la vida, que Aurora vive con pasión y, sobre todo, esperanza, y que creo que es lo que intenta principalmente transmitirnos con su escritura, más allá del mero oficio literario.