Hoy se cumple el quincuagésimo aniversario de la llegada del hombre a la luna en la misión Apolo XI de la NASA; siguieron las misiones XII a XVII (salvo la fallida XIII) hasta 1972, depositando hombres en la luna hasta el número de 12 (Qué raro se hace recordar ahora que el gran Gilberto Gil, tras el alunizaje en 01966 de la primera nave terrestre no tripulada, la soviética Lunik 9, publicó el año siguiente una canción homónima en la expresaba su temor a perder el claro de luna con el que clarear su canción).
"Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad" era la frase que tenía preparada Neil Armstrong. La presencia del hombre en el espacio ha quedado limitada hasta la actualidad a los astronautas o cosmonautas (término preferido en la época por los soviéticos) de la Estación Espacial Internacional (ISS). Tal lapso de tiempo ha hecho prosperar, entre tanto, toda clase de bulos y teorías fantasiosas sobre la falsedad de ese viaje a la luna. Es cierto, empero, que el alunizaje de 01969 queda como el episodio cumbre de la Guerra Fría que libraban entonces los bloques liderados por E.E.U.U. y U.R.S.S., y su no desarrollo posterior ha contribuido a dar pie a esas teorías.
Parece que todos los ojos se dirigen ahora a Marte, en un viaje que duraría unos 6 meses, pero que está todavía en fase de mero proyecto. Verdad es que el espacio es inhóspito y peligroso, plagado de radiaciones y sin ese vínculo a la realidad que es la gravedad, y que en nuestro mundo multipolar ya no hay dos bloques claramente marcados que necesiten marcarse puntos propagandísticos para justificar inversiones faraónicas, pero todo progreso en la exploración del espacio ha redundado en avances de interés general como han sido el desarrollo de materiales como el velcro, el teflón o el horno microondas. Mejor es, pues, que esos avances vengan ligados a la necesaria conquista del cosmos en vez de a guerras, como ocurrió en el siglo XX.
La Asociación astronómica M13 de Cádiz realizó ayer una actividad pública de homenaje a dicho viaje explicando en la Plaza de la Estrella gaditana el desarrollo de la aventura del Apolo XI con medios artesanales y gran amenidad, que fue muy aplaudida por el público asistente. Daba un poco de vértigo reflexionar en el posible fallo de algunas de esas maniobras delicadas ejecutadas en gran parte manualmente, que habría condenado a la muerte a los cosmonautas, y en la inevitable presencia de lo imprevisto, que hacía quedarse atorado inicialmente a Armstrong con su traje en su maniobra de salida en una escotilla aparentemente demasiado pequeña.