MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 17 de marzo de 2019

FASES




Un imposible selenita desde su atormentada luna podría observar las fases de la tierra. Vería así desvelarse y ocultarse en crecientes y menguantes nuestro azulado planeta. Este dramático cambio de punto de vista no debería sernos tan extraño en nuestra vida cotidiana. Del papel de culpable podemos pasar de víctima, y viceversa, y tal vez la perspectiva del Otro es uno de los ingredientes de nuestros temores cotidianos.

En el terreno literario y docente me veo con mis alumnos intentando explicarles el cambio que se produce en la novela L'enfant de sable ("El infante de arena") de Tahar Ben Jelloun cuando introduce, sin dar su nombre expresamente, a Jorge Luis Borges como personaje de la obra. Yo no conocía la obra del escritor marroquí pero la del argentino sí, y fue un verdadero choque para mí: me entusiasmó la idea de transmitir a mis, malhadados, alumnos la necesidad de conocer a Borges, citado por doquier en la novela. Asistí a una conferencia de Ben Jelloun en diciembre del año pasado en Sevilla dentro del marco del programa Bachibac (programa internacional que permite a los alumnos, en este caso andaluces, conseguir el doble título de bachillerato español y francés en una prueba externa (falsa, pues la Junta de Andalucía, por ahorrarse dietas de desplazamiento de profesores examinadores de una provincia a otra, obliga a los profesores de los mismos institutos a evaluar a estos alumnos alcanzado así cotas de ignominia difícilmente superables). Esquivo y antipático, Ben Jelloun respondió que introdujo a Borges en su novela como homenaje a un gran escritor, aunque la realidad es muy otra: Borges es quien justifica el cambio de una trama narrativa lineal, simbolizada en las puertas que atraviesa el narrador de la historia en su narración, a otra circular que acumula distintas versiones de la suerte de la protagonista. La historia se vuelve una calle circular (las ruinas circulares), parte, en realidad de un laberinto (otra imagen borgiana), donde el Homero bonaerense se encuentra con la protagonista, que afirma serlo de otra historia (desdoblamientos de El Mismo en Otro), aparecen el espejo que promete el infinito concebido como repetición, y la arena, símbolo de lo indefinido de la materia literaria, todas ellas imágenes borgianas que dan sentido -o lo privan de él- a esta obra de Ben Jelloun.

La conciencia, pues, de la alteridad, de la Otredad, como diría Octavio Paz, nos inquieta, pero al mismo tiempo debería aliviarnos del maniqueísmo y la tendencia natural al gregarismo sectario, que destruye hermosos proyectos, cuando alguno, convertido en ἰδιώτης, idiōtēs, se encarama a éstos, dispuesto incluso a quedarse solo en su necia autosuficiencia intelectual y su negación del Otro como posibilidad problemática.



Imagen: Camille Flammarion.

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