Esta
famosa novela de P. K. Dick me interesaba desde que leí sobre ella
en una añeja revista, pero sólo hace poco me dio en comprarla. Ha
ejercido en mi cierta fascinación inexplicable, que me ha llevado a
releerla justo al concluir la última página; es así porque la obra
inspira la idea de que se trata de un mecanismo ensamblado de piezas
difusas, pero solidamente trabadas, y surge, por tanto, la inquietud
de bucear en su estructura y dilucidar su misterio, que va más allá
de su cariz ucrónico.
La
novela está íntimamente marcada por otro dos libros, como en un
espejismo borgiano, uno real, el I
Ching,
y otro ficticio, La langosta se ha posado, que se cruzan en el
devenir de los protagonistas marcando su destino, o mejor dicho, su
percepción de lo real y lo ficticio.
Por
una parte, el I
Ching
es utilizado por diversos personajes para consultar el futuro (y es
el primero de los dos que aparece en la novela, utilizado por el
artista-joyero-falsificador de antigüedades criptojudío Frank
Frink), paradójicamente popularizado en la costa oeste americana por
los invasores japoneses, ganadores, junto con los nacionalsocialistas
alemanes, a su vez ocupantes de la costa oeste, de la Segunda Guerra
Mundial en el mundo ucrónico descrito en la novela de Dick; sólo
los alemanes parecen indiferentes al Libro
de los Cambios,
cuyo empleo más filosófico o esotérico estaba vinculado
tradicionalmente a la intuición de la esencia cambiante de lo real.
Por
ota parte, La
langosta se ha posado
se presenta como la obra de un tal Abendsen, que vive en los estados
de las Montañas Rocosas, zona no ocupada aunque bajo la tutela
japonesa, donde se dice que el escritor vive en una especie de
fortaleza para protegerse de los nazis, que buscan matarlo a causa de
su libro, pues en él se describe un mundo en el que es el Eje el que
ha perdido la guerra. Al revés que la magna obra china, este libro
aparece de manera relativamente tardía en la novela dickesiana,
aunque es, en mi opinión, muy significativo que sea mencionada tras
el golpe a la realidad establecida que sufre el anticuario Childan
tras la visita de Frink, quien bajo la personalidad supuesta de
agente de un cliente japonés, revela a aquél que sus Colt 44 de la
Guerra Civil son falsificaciones modernas (de las que, por otra
parte, es él mismo el autor); el objetivo de toda esta pantomima
para Frink es chantajear a su antiguo jefe, Wyndam-Matson, quien lo
ha despedido, para obtener fondos con los que crear su propio taller
de joyería; es precisamente la amante de aquél quien le muestra, al
acaso, el libro de Abendsen; el pequeño magnate se muestra escéptico
y receloso respecto a la obra, pues, al igual que Childan y, en menor
medida, Frink, ha aceptado el statu
quo
de la postguerra, y se han acostumbrado a medrar en el mundo de los
vencedores, hacia los que sienten una extraña mezcla de admiración,
sumisión y rencor.
Quizás
pudiera hablarse en la obra de Dick de cierta metafísica de lo
material, pues son los objetos, como los Colt 44 falsificados, los
que suponen una solución en la continuidad de lo presuntamente real,
que lleva a Childan, primero, a observar de un modo distinto a sus
clientes japoneses (su esnobismo, su deseo de atesorar los despojos
del vencido en forma de antigüedades, su educado aire de
superioridad), y, luego, a dotar progresivamente de cierto misticismo
las joyas modernas creadas por Frink tras serles ofrecidas
indirectamente por su socio Ed; sobre todo, después de que uno de
sus clientes japoneses las desprecie con desconfianza proponiéndole
fabricarlas al por mayor como amuletos; Childan se rebela, pues, por
vez primera, asimilándose a los autores de dichas piezas, "hombres
norteamericanos orgullosos de su arte". Es, asimismo, un falso
Colt 44, vendido por Childan y probablemente fabricado por Frink, el
arma de fortuna que usa el agregado comercial japonés, Sr. Tagomi,
en su despacho contra unos sicarios de la SD (nueva denominación de
la Gestapo desde 1947) que irrumpen para asesinar a un confidente
alemán; es ese mismo Colt 44 el que Tagomi lleva al negocio de
Childan para revendérselo, y aliviar así parte de su conciencia
budista de culpa por las muertes ocasionadas con el arma; es el arma que
Childan rechaza, ofreciéndole, en cambio, a Tagomi una de las joyas
de Frink, "la vida nueva de su país", según Childan,
pieza que acompaña a Tagomi en un paseo febril por San Francisco, en
el que, por momentos, el ejecutivo japonés ya no encuentra elementos
orientales, descubre insólitas arquitecturas, y los blancos no le
demuestran sumisión.
2 comentarios:
Ninguna novela de Dick da la sensación de estar 'bien escrita' o siquiera bien terminada; pero quien ha entrado en su mundo, nunca lo olvida (y reconoce la raíz del mejor cine de ciencia-ficción reciente). En este sentido, creo que el paralelo más cercano es Lovecraft, que también es desmañado (o torpe en sus mañas) escribiendo, pero deslumbrante. De entre las de Dick, yo me quedo con Ubik. Aunque esta es también de las mejores.
Personalmente veo un afán de estructura muy logrado en esta novela, que la hace casi magnética,y del que seguiré escribiendo; pero esto es una percepción mía.
Saludos.
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