A finales de curso, un grupo de profesores propusimos organizar unas jornadas, en las que, entre otras actividades, se ofrecían muestras de la cultura japonesa; de tal suerte, se organizó un concurso de dibujo manga, y una exposición de haikus, para la que se eligieron composiciones de José Miguel Ridao.
Ciertamente, el manga y el anime forman parte de lo que se ha dado en llamar cultura friki; no obstante, para los que somos de la generación de los 60, el Japón ha tenido otras connotaciones: el Bushido, Mishima, Kurosawa, el Zen, el aikido, el Meiji, etc.; en suma, el misterio de un Oriente no tan vasto -ni devastado- como el chino; una cultura, que, aunque tremendamente lejana, se sentía más próxima, en parte, por su espíritu de emulación occidental, y, por otra, por su aparente impermeabilidad a estas influencias, que se traduce, artísticamente, en una morosidad inefable en la recreación del mundo, cautivadora para un occidental.
Ese interés mío por Japón tuvo varias fases. Sobre mis veinte años, me interesaba, de un modo un tanto ingenuo, el mundo nipón como sociedad occidentalizada, y como paradigma paraheroico, encarnado en su época Meiji, sus samurais y, más recientemente, en Mishima. Leí alguno de sus libros, y dos libros sobre él, uno de Vallejo Nágera, bastante convencional en sus "sublimes japonerías", y otro de Marguerite Yourcenar, en el que analizaba su personalidad a través de su obra, Mishima o la visión del vacío, que venía a sostener que el escritor nipón había decidido convertir su vida, -y sobre todo su muerte- en una obra de arte. En los años 90, en cambio, tuve un contacto más directo y práctico. En esos años de incertidumbres, y trabajos precarios, conocí primero la práctica del thai chi, y a través de algunos compañeros, la del budismo Zen.
2 comentarios:
¡Vaya, tocayo, qué sorpresa! Es un honor haber participado en la exposición, y me alegro de que hayas seleccionado el haiku del descojone, para que no se busque sólo la anécdota y alguno trate de profundizar en la esencia de la composición. La cultura japonesa tiene un magnetismo especial, al menos en occidente, supongo que los chinos lo ven de otra manera. Quién pudiera aprender japonés como quien aprende inglés, y bucear en ella.
Un fuerte abrazo.
Querido tocayo, muchas gracias por tu comentario. A mí me gustaría realmente dilucidar en qué consiste ese magnetismo, aunque, como señalas, yo me quedé en las puertas, que son al cabo necesarias del aprendizaje del idioma.
Un fuerte abrazo.
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