Amigo lector:
Llevo unos días haciendo examen de conciencia sobre mis apetencias, angustias e incongruencias varias. Los deseos y ambiciones se proyectan en una pantalla resplandeciente, que deslumbra sin dejar, en un primer momento, lugar a la reflexión. Me descubro luego considerando la incongruencia entre estos propósitos y lo que se supone que debo hacer ya a mi edad. Y entonces me siento triste, y culpable, por mí y los demás. ¿Y si pusiera más empeño, y se apretara el acelerador? pienso, y no dejo de darme cuenta, con cierto doloroso alivio, que la conciencia de las carencias y frustraciones del pasado no cesan de rondarme como aparecidos, y que para eso no hay remedio.
Así fotografiaba el artista alemán Raoul Hausmann en 01930 a su segunda mujer Hedwig Mankiewitz y a su amante de entonces Vera Broido. Una simetría provocadora, a pesar de la aparente placidez de la pose en la arena, no ajena a las primeras provocaciones dadaístas del autor. Cuando llegué esta mañana a la playa estaba prácticamente solo frente a una marea muy baja. Luego la orilla empezó a llenarse de acentos extranjeros, y de chicas que osaban bañarse, al tiempo que yo salía del agua, con el sol más en alto, solitario en la conciencia de mis miedos y desafíos.
También la proximidad del verano anticipa despedidas, viajes, e inciertos retornos. Es cierto que hay experiencias de las que no se vuelve incólume. Y esto preocupa cuando te das cuenta, amigo lector, de que lo que eres ahora depende en gran medida de los que te rodean, y de que ese proceso no va a cambiar.
Vale.
Imagen: Raoul Hausmann
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