El profeta Mahoma se enamoró de su última esposa, Fátima, cuando ésta era una niña de 6 años, pero su padre no permitió el casamiento hasta que ésta tuvo 9 años. De ahí probablemente la permisividad del uso social islámico a los matrimonios entre viejos y niñas. Nuestra cultura, en cambio, considera esto una práctica aberrante, y casi contra natura. La defensa de los derechos de la infancia, y la alarma y repugnancia social que suscita la pederastia ha aumentado, si cabe, este rechazo.
No obstante, en otras épocas no tan lejanas los valores han sido fluctuantes. Así, resulta hoy embarazoso y extravagante pensar en la pasión de Dante por los presuntos 9 años de Beatriz, en el matrimonio de Machado con su Leonor de 14 años, o en la fuga de André Gide a Londres con un chico de 16 años. A un nivel puramente literario, es imposible no pensar en La muerte en Venecia de Thomas Mann, donde se narra la pasión homosexual del escritor cincuentón Aschenbach por la belleza mórbida de los 14 años de Tadzio. Todas estas prácticas y sentimientos serían severamente condenados o ridiculizados sin paliativos en nuestra actualidad.
Este rechazo se manifiesta de manera magistral en el famoso cuadro de Vasili Pukirev, "El matrimonio desigual", donde los brazos cruzados del joven de la derecha, autorretrato en realidad, expresan la rebelión de la sangre joven contra la aviesa, rijosa, y desconfiada mirada del viejo novio, y la indignidad de los familiares, frente a la actitud hierática de la jovencísima novia, la única figura investida de dignidad en el conjunto.
Imagen: Vasili Pukirev, 01862
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