Disgustaba a Nietzsche la mezcla de lo elevado y lo vulgar que detectaba en Shakespeare, por comparación con los Trágicos griegos. Es esa variedad de tonos, empero, la que da razón de la modernidad imperecedera del dramaturgo inglés. Y no podía encontrar traductor más atento a sus filigranas lingüísticas y estilísticas el autor de Macbeth que el añorado maestro zamorano, fallecido hace poco más de un año. No compartir sus ideas políticas no debería ser óbice para reconocer su inmenso mérito científico y literario, tan poco apreciado por estos pagos. Ciertamente, la figura de García Calvo se antoja ciclópea en el panorama de la mesocracia intelectual, moral y artística actual alentada por nuestra Monarquía de Partidos o Partitocracia socialdemócrata, y, por lo tanto, silenciable bajo el peso de la cultura mediática.
Así, frente a los egos tumultuosos que produce el mundillo literario, con tipos como el del censor gallináceo, platonista del tres al cuarto, e hipócrita expendedor de títulos de poeta, y el de la figurita literaria que ejerce la más rastrera de las envidias, la dirigida hacia el que está "por debajo" en el "escalafón" literario, ambos tipos símiles (asinus asino pulcherrimus), y concordes (inter inhonestos similitudo morum), García Calvo niega su identidad individual de literato, para profundizar en la razón común del lenguaje, que yace en la pluralidad anónima del "pueblo"; y, por ende, contra la poética normativa hepta-endecasilábico-sonética, García Calvo desarrolla nuevos moldes métricos y estróficos en español (véase, por ejemplo, su pródigo Libro de conjuros).
La traducción que publica el maestro zamorano en 1980 procede de una refundición de la que hizo 25 años antes para representarla con una compañía ambulante por su provincia natal. Se trata, pues, de una versión apta para el oído y las tablas, ajenas a las convenciones prosaicas de la Literatura, y su sierva, la Traducción, como señala García Calvo en su Introducción:
Así como apenas puede esperarse que la simple lectura entienda debidamente la virtud del ritmo de estos versos por los que discurre lo más del drama (un ritmo que, siguiendo en lo principal la tradición del verso inglés, pero con alteraciones que mi propia tradición me ha venido deparando, trata de dar, sin ajustarse a esquemas silábicos literarios, lo justo de medida y compás para hacer palpitar la voz del comediante y alejarla del desmayo de la prosa), virtud que sólo también la recitación por actores bien articulados y sonoros podría poner a prueba, técnicos y enamorados de la voz, de las ondas y vibraciones temporales, en contra de la vergonzante reproducción del habla natural que el imperio de la Literatura (y de su prolongación, el cinematógrafo) impone de ordinario a los comediantes de nuestros tiempos. Tal vez encuentre este Macbeth una tropa de gentes animosas y sensitivas que se sientan tentados a la aventura de hacerlo andar sobre la escena.
Es, sin duda, un placer que sólo puedo encarecer el degustar la sombría belleza aliterante del original inglés, al tiempo que se la compara con la traducción de García Calvo, fruto de un finísimo oído, extremadamente sensible a estos rasgos, que guía firmemente una sabia mano que sabe trasponerlos con gracia al español. Así, algunos ejemplos podrían ponerse al azar:
"Nada se tiene, todo se ha gastado, / cuando el deseo lo logramos sin contento. / Mejor es ser aquello que uno destruía / que por la destrucción morar en casa / de dudosa alegría" (Naugth's had, all's spent, / Where our desire is got without content: / 'Tis safer to be that we destroy, / Than, by destruction, dwell in doubtful joy", Act III, scene II).
"Rebelión mortal, no te alces hasta que la foresta / de Bírnam se alce, y ya Macbeth en su alto asiento / vivirá su arriendo a vida y pagará su aliento / al tiempo y la mortal costumbre. Pero aún tiemblo / una cosa por saber: decid, si a tanto alcanza / vuestro arte: reinará jamás la descendencia / de Banquo en este reino? (Rebellion's head, rise never, till the wood / Of Birnam rise, and our high-plac'd Macbeth / Shall live the lease of nature, pay his breath / to time and mortal custom. -Yet my heart / throbs to know one thing: tell me, -if your art / Can tell so much, -shall Banquo's issue ever / Reign in this kingdom?, Act IV, scene I).
"Mañana, y mañana, y mañana, avanza / escurriéndose a pasitos cada día, hasta / la sílaba final del tiempo computado, / y todos nuestros ayeres han alumbrado, necios, / el camino a la polvorienta muerte, ¡Fuera, fuera, / breve candelilla! No es la vida más que una / andante sombra, un pobre actor que se pavonea / y se retuerce sobre la escena su hora, y luego / ya nada más de él se oye. Es un cuento / contado por un idiota, todo estruendo y furia, / y sin ningún sentido" (To-morrow, and to-morrow, and to-morrow, / Creeps in this petty pace from day to day, / To the last syllable of recorded time; / And all our yesterdays have lighted fools / The way to dusty death. Out, out, brief candle! / Life's but a walking shadow; a poor player, / That struts and frets his hour upon the stage, / And then is heard no more: its is a tale / Told by an idiot, full of sound and fury, / Signifying nothing, Act V, scene V).
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