MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor JOSÉ MIGUEL DOMÍNGUEZ LEAL

martes, 21 de noviembre de 2023

ESTADO Y MENTIRAS DE DERECHO

 


Vivimos estos días en la zozobra de la fase transicional de la cosa pactada para que tengamos el gobierno "progresista" que todos nos merecemos, o no. Asociaciones de toda laya (jueces, abogados del Estado, inspectores de Hacienda, etc.) hablan (siempre en defensa de sus intereses, sin que mencionen a la nación, como señala Hughes) de destrucción del Estado de Derecho, de la Constitución y de la separación de poderes. Cosas que, como bien señala Ignacio Ruiz Quintano, no se pueden destruir, porque no existen:

“Estado de Derecho” es tautología/pleonasmo que nada significa (y lo que los malos quieren que signifique sería horrible), pues todo Estado, sólo por serlo, es de Derecho: el de Sánchez como el de Franco, el de Bismarck como, incluso, el de Gengis Kan. La Constitución es una Carta Otorgada, y sin Constitución (“una sociedad en la que la separación de poderes no está determinada, no tiene constitución”, reza el artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano) no hay Democracia, razón por la cual en España, merced a la llamada Constitución, un jefe de gobierno (hoy, Sánchez) tiene más poder real que ningún monarca absoluto (“donde todo está en una mano”, definió Hamilton la tiranía), sin más “checks and balances” que los deseos de las potencias extranjeras a las que rendimos nuestra soberanía."

Todo en torno a la cacareada "amnistía", vocablo que corre de boca en boca de la demagogia ignorante de nuestra "derecha" e "izquierda" partidocrática, como una libertad más otorgable por el régimen, cuando la autodeterminación es una cuestión de fuerza, como explica magistralmente el propio Ruiz Quintano:

"El régimen no nos trajo la libertad política, pero, según estos arbitristas, nos ofrece unas libertades mayores: la de federar todo lo que no está separado (pura patafísica) y la de separar todo lo que está unido. Tan variadas serían estas libertades que los españoles “creen tener hasta la de hacer o deshacer naciones, y la de separarse de la única que tienen”. Y con la misma naturalidad con que se decide, votando, acometer la bajante en una junta de vecinos. En palabras del fundador de la Junta Democrática [Antonio García-Trevijano Forte], que lo dejó todo avisado: “Es con este abstracto e imposible sentimiento de la patria, a través de la Constitución de un régimen oligárquico, como lo español manifiesta su impotencia para oponerse al egoísta patriotismo económico del nacionalismo catalán y al aldeano patriotismo étnico del nacionalismo vasco” [...] Como concepto objetivo, la “Nación” es un producto de la Historia que al no depender de la voluntad no puede ser objeto de votación. Como concepto subjetivo, en cambio, la “Nación” es un “proyecto sugestivo de vida en común”, frívola ortegada extraída de Renan (también Trevijano se ocupó de los daños causados por “La España invertebrada”) que el fascismo hizo suya, pero olvidando el remate de Renan: “Una nación puede hacer lo que quiera… salvo suicidarse”."

Contra este suicidio, o mejor eutanasia, de la Nación (amnistía tacita a tacita -que tampoco hay prisa, eh-, y bases para un referéndum dizque que consultivo, pero sí, pero no), programada por el PSOE, verdadero epítome de la partidocracia del 78, junto con sus progresistas socios catalanes y vascos (oligarquía burguesa, neocarlistas, y filoetarras y otros zahoríes de esencias mítico-nacionalistas) sólo algunos empiezan a oponerse, sin limitarse a ser comparsas de actos de otros partidos del régimen, que defienden la "Constitución", como solución al problema del que es su origen.

Enardecía, pues, ver ayer a gente como Rubén Gisbert golpeado y llevado en volandas por la policía durante la concentración convocada por la nueva Junta Democrática. Esperemos que su ejemplo y el de muchos otros demócratas sirva para sentar las bases de una resistencia pasiva permanente a este régimen de parásitos, que, dopados de deuda externa, se reparten la nación a trozos (y que, entre otras cosas, gracias al yugo lingüístico, mantengan atados a los trabajadores, estorbándoles la movilidad), y la venden a los intereses extranjeros que les van insuflando dinero y asegurándoles un futuro en la UE-USA, u otros chiringuitos internacionales.


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