Dell & Wainwright
Noviembre es un mes que discurre entre la presión de las inminentes y damoclianas evaluaciones decembrinas, y la lucha contra el catarro y la gripe. Debes preevaluar con los alumnos, hacer la autoevaluación con tu grupo clase si eres tutor, y finalmente evaluar, para luego reunirte con los compañeros en maratonianas sesiones de evaluación. La obsesión por la evaluación que caracteriza a la Administración hace que ésta, en su castillo kafkiano, elabore modelos cada vez más complejos, detallados, y milimetrados usando una jerga pseudocientífica, nacida, probablemente, de la desconfianza hacia el profesor como ente intelectual aparentemente autónomo que, una vez que cierra la puerta de su clase, transmite a sus alumnos conocimientos y vivencias de una manera que pudiera resultar escandalosamente creativa.
Se pide, asimismo, al profesor que adapte su sistema de evaluación a las "necesidades educativas" de algunos alumnos que han sido diagnosticados (o "censados" como se dice ahora, en afán eufemístico de disimular la psicologización y medicalización exponencial de la escuela), y que combine y desarrolle estos sistemas de evaluación con el que usa para la generalidad de la clase (que suele estar en unos 25 miembros), creando un insostenible trabajo a varios niveles en nombre a la "atención a la diversidad", a la que no se ponen los medios necesarios, aunque el profesor se multiplique por sí mismo.
Queda la vida, y la frustración propia y ajena que golpea en mí como el mar embravecido contra el rompeolas; así, me proponen proyectos, actividades, y me atosigan con toda suerte de propuestas de trabajo personas en cuyos ojos brilla la necesidad de justificar de alguna manera el vacío que, como bufón enano, va colgado de su impecable porte laboral. Frente a ello, el valor del "no" como medida de valor contra la tentación de dejarse arrastrar a un infierno de inconsciencia, que puede, no obstante, ponerte al borde del precipicio del sinsentido, que no quiero mirar para mantener los pobres palos del sombrajo de mi "yo".
Intento, pues, como sea, manejar diversos asuntos a la vez, con cierto sentimiento de plenitud que no sé si es producto de un sentimiento de paz y concordia conmigo mismo, o producto del mero cansancio o del miedo al colapso.
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