No podíamos marcharnos de Milán sin visitar el castillo de los Sforza, corazón de la azarosa historia de la ciudad. Su sobria y estilizada arquitectura renacentista, en la medida que ha sobrevivido a destrucciones y asaltos, sobrecoge por su poso de civilidad, que no hace más que crecer cuando sus muros evocan nombres míticos como los de Galeazzo Visconti, Francesco Sforza, Ludovico el Moro, y uno piensa en esas estatuas equestres de potentados en extraños ropajes o armaduras futuristas señalando el futuro de su mentón prominente. Ahora, los eventos culturales de nuevo estilo ornan, desdibujados, sus rincones, como no queriendo despertar a los espíritus avasalladores y despiadados que se demoran en sus piedras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario