La revista El Alambique ha aparecido en su octava entrega, más voluminosa en esta ocasión, como señala su director, Agustín Porras. Acorde con su estructura habitual, el volumen se abre con una serie de composiciones de poetas invitados, entre las que destacaría las de Enrique García-Máiquez y Álvaro Galán Castro. El cuerpo central de la revista, empero, está ocupado por el homenaje a una figura poética, en esta ocasión, la del malogrado poeta malagueño Fernando Merlo (1952-1981). Como en números anteriores, destaca la calidad y variedad de los testimonios sobre el poeta difunto, que no sólo trazan un retrato de una personalidad tan desconocida, sino también de una época, y de una manera de entender la experiencia poética; destacaría, así, los textos de Francisco Cumpián y Juan Miguel González, quien hace un magnífico retrato por antífrasis del poeta experimental, desaforado, insobornable e irreverente, finalmente arrebatado por adicciones que diezmaron una prometedora generación:
¿Imaginó Fernando Merlo, por un momento, que algunos años después de su muerte, muchos de los poetas españoles y especialmente los andaluces, se convertirían en rapsodas áulicos y en sectarios defensores del "régimen", siempre tan manirroto en sus prebendas y subvenciones, mientras hubo dinero, con los artistas mansuetos y sectarios? Puedo afirmar con casi con toda seguridad que no. Al menos la muerte le ahorró el dolor y la indignación de presenciar la traición y el envilecimiento de quienes debían defender con su obra la vocación de poetas independientes, cuya más alta libertad se cifra en la entrega generosa de aportar un poco de luz y consuelo al sufrimiento de los hombres que, aunque se pretenda negar ideológicamente, llevan inscritos en su ser el inextinguible anhelo de verdad, bondad y belleza.
El homenaje se cierra con una admirable antología, donde vibran sus dos estremecedores sonetos tardíos, última producción poética del autor tras largos años de silencio creador.
Luis Valdesueiro continúa con su selección y traducción de aforismos, en este caso de Joseph Joubert (1754-1824), seguida de una selección de aforismos de Manuel Neila.
Son de reseñar los sendos estudios dedicados a Manuel Carrión y Alejandro Céspedes por Lorenzo Martín del Burgo e Inés Ramón, que ofrecen la medida de estos dos grandes poetas. Otras secciones dedicada a poetas argentinos, y a versiones bilingües rematan el número, que cuenta, asimismo, con una excelente y creciente plana de ilustradores.
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