El gigante de atrezo dormita un sueño inverosímil en medio de la plaza; Gulliver confiado cuyo reposo hierático apenas inquieta a los liliputienses de paso. La tramoya lo justifica y lo protege, pero, ¿quién nos ampara de su blanco ensueño?; el sueño, la muerte de cada día, decía Shakespeare, la burla del tiempo que son sus épicas de párpados inquietos, el límite de las aspiraciones de un hombre razonable desengañado del Futuro y su Mañana mensurable, el traidor que nubla las palabras del libro que cae de tus manos: la más dulce de las derrotas.
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