Hoy termina otro curso. Como el hombre de la parada de bus, se es consciente de que las vacaciones son un breve momento de espera en el recorrido de este bus circular. Como es breve la pausa, no lleva nada, sólo el cigarrillo con el que se alivia de sus ligeras heridas en la mano, y esos viejos papeles de fumar para los cortes del afeitado, las certezas de las miserias encontradas, de los enemigos mezquinos, seres estériles que pretenden anularle y vampirizar su energía. La vejez prometida le observa recelosa en un segundo plano, mientras tapa el sol naciente de ese verano con la mano, buscando iluso alguna certeza en el pasado que ya no transporta el autobús, ajeno al fotógrafo entrometido que pretende convertirle en alegoría.
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