“Bosque
de árboles secos”. Frente al muro, los ojos
entrecerrados,
sentía la inmovilidad de mi nuca,
dolores
de mis rodillas, desaparición de mis piernas.
Oía
el roce definitivo de la madera
contra
la áspera tela de las túnicas negras.
El
palmetazo en la espalda a hueco de mundos sonaba.
En
el silencio ensordecedor se acolchaba la mente.
Se
diluía mi yo sin palabras a que aferrarse.
Me
hundía en la mismidad del rumor de la calle y los pájaros,
cuyo
trino pausado eterno vibraba en mis huesos.
Paz
y olvido más acá de la muerte presente
entre
esas cuatro paredes, trasunto del Universo.
Insoportable
de nítida la realidad resultaba
mientras
abría los ojos, y el mundo y sus signos fraguaban
de
nuevo; lo más lejos era que un hombre sin Dios llegaría.
(2008)
Imagen: zazen
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