Parece que la suerte de este 2012 en Cádiz ya está echada, como puede simbolizar este bloque pintado de dado en el Campo del Sur: una manera de materializar ese azar que entrevera nuestras vidas, y que rompe los esquemas previos. El marasmo económico ha barrido los festejos de inauguraciones de grandes obras públicas, aplazadas sine die, y algún local que albergaba otras instalaciones conmemorativas se ve hoy día en alquiler en esta ciudad, más asediada ahora que nunca por el ejército de la penuria y el paro. Ciertamente, el bicentenario no será, como se pretendía, una fuente de oportunidades para Cádiz como fue la Expo para Sevilla. Eso sí, este carnaval habrá más tipos históricos y conmemorativos, algo no inusual en esta ciudad dada a mirarse el ombligo sin tener de qué, y donde la fractura económica y cultural va por barrios y está cada vez más acentuada.
Al hilo de esto, hay fenómenos recientes que me son difíciles de entender. No entiendo ese necesidad imperiosa de Bancos Centrales y Gobiernos de "salvar" la Banca y de que "se recapitalice", mientras se produce el drama cotidiano de miles de PYMES que van cerrando anónima y como fatalmente, y de miles de familias, también, forzadas a la pérdida de su vivienda, y al subsiguiente desahucio, sin que dejen de deber por ello -lo que es para mí una pura muestra de usura- un céntimo menos de la hipoteca contraída, lo que las condena a convertirse, probablemente de por vida, en una especie de "almas muertas" , forzadas a la economía sumergida, a la depauperación de la falta de cotización, y al nuevo estigma del registro de moroso, que les impedirá firmar un contrato de alquiler, o comprarse un simple móvil de contrato. Los bancos son, sobre el papel, empresas que deberían asumir los riesgos que asumen el resto de corporaciones en el mercado libre, y, por tanto, la eventual quiebra. Pero no es así, y, muy al contrario, los contribuyentes debemos pagar los platos rotos de bancos y cajas, que, empero, no demuestran la más mínima piedad, en su pura lógica de negocio, por los hipotecados que ya no pueden hacer frente a sus cuotas. Es una demostración palmaria de esa simbiosis casi perfecta entre Estado y Capitalismo financiero que caracteriza el llamado Estado del Bienestar (resulta, así, difícil de distinguir las oficinas de Hacienda de las de cualquier oficina bancaria, y sus horarios son los mismos). La banca, sector intervenido donde los haya al decir de expertos, paga favores, sosteniendo al Estado y su corrupción y derroche clientelar y partidista mediante la compra de sus emisiones de deuda pública (a las que, al parecer, se las apaña de todos modos para sacarle beneficio), lo que provoca o promueve (para qué correr riesgos) el cierre del grifo del crédito privado, y la progresiva asfixia del mismo sector bancario, que acaba necesitando ser "rescatado", y vuelta a empezar.
Los partidos de izquierdas (socialdemócratas o no) ocultan sus propias contradicciones hablando de "neoliberalismo salvaje" y "Mercados especuladores", pero gran parte de la culpa de la crisis actual recae en los Bancos Centrales que han mantenido tipos de interés artificiosamente bajos durante años y años, y en los bancos y cajas que han favorecido la especulación inmobiliaria con sus inauditas facilidades de crédito a constructoras y particulares (aparte del encarecimiento del precio de los solares y la corrupción propiciada por la Ley del Suelo). Uno recuerda cuando buscaba piso no hace muchos años, y veía los precios desorbitados de las viviendas, cómo se pagaban fortunas por auténticos cuchitriles, y cómo los bancos financiaban alegremente estos disparates que obligaban a una pareja a dedicar el sueldo íntegro de uno de los cónyugues al pago hipotecario (lo cual se hacía también con mucha alegría e inconsciencia); bancos que ahora echan, sin empacho ni rebajar por ello la deuda pendiente, a esas mismas familias de esas casuchas cuya tasación sobrevaloraron, y que pasan a integrar su parque-cementerio de viviendas, con el que esperan, sin embargo, negociar, pues, como ya se sabe, un banco nunca pierde.
La gente corriente ha sido, por consiguiente, la víctima de este Estado del Bienestar de pies de barro, y pienso que la dación en pago sería una muestra de solidaridad y responsabilidad en una sociedad madura en la que todos sus agentes -empezando por los bancos- estuvieran dispuestos a asumir sus responsabilidades, en forma de riesgos y ganancias y pérdidas.