MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 30 de diciembre de 2011

DE ODIOS, TRENES Y GRATITUDES


Contemplar explosiones de odio y de rencor suelen dejarte desarmado; las buenas palabras y lo razonamientos quedan ahogados por ese vendaval irrefutable del encono, y la más mínima empatía es ignorada por esa pasión destructora; la fuerza de la destrucción, que el Calígula de Camus señalaba más fuerte que la de la creación, y que André Glucksmann ha tan bien definido en sus libros, cómo las personas bien intencionadas se ven impotentes ante la fuerza cósmica del odio, que son incapaces de concebir. Debe de ser triste vivir con tanto odio, pues obliga a servirse de la hipocresía para mostrarse mínimamente humano.

No hay odio en Les faux-monnayeurs de Gide, que acabo de concluir, sino ironía distante. Estira hasta tal extremo las posibilidades y las convenciones de la ficción literaria (hace leer a uno de sus personajes el párrafo de la novela en ciernes que le dedica) que deja ver demasiado sus costuras, aunque no con tanta elegancia como Borges, y alguna de los finales propuestos para sus personajes resultan muy precipitados, él mismo, Gide, sometido a las exigencias del discurso narrativo. Parece Gide, como el Céline de Voyage au bout de la nuit -ambos aquejados de un taedium vitae que trasladan a sus obras-necesitado de animar el final de su anodino relato con un crimen, y, en su caso además, con un deus ex machina en forma de aparición de un ángel a un personaje, que tiene mucho más de convención literaria de lo que el mismo autor quizás esperaba.

Cierta complicidad me hace recaer en la lectura de novelas, como ahora en que empiezo justamente la Ronda de Madrid de J. M. Benítez Ariza, pues narra una época que es también la de mi juventud. Es un gran acierto, en mi opinión, la morosa descripción que hace del viaje a Madrid en tren del protagonista, por la excelente evocación que hace de ese romanticismo difuso e inefable que va a asociado indefectiblemente al ferrocarril (más acentuado si cabe en épocas como aquélla, en la que no había llegado al tren esa asepsia, y minimalismo de espacios y decoración que impera actualmente en la mayoría de trenes). Ha sido un placer revivir con el protagonista las sensaciones asociadas a estos viajes, el ambiente de los antiguos vagones (que redescubrí curiosamente hace unos años en Polonia, y en la red periférica francesa), los pasillos llenos de gente, el frío de la madrugada, la incomodidad asumida con el desapego de lo juvenil que se antojaba cuasi heroico, y ese encogerse del corazón ante el metal y la madera a la que, a pesar de todo, se quería prestar cierto halo de magia. Es inevitable, pues, recordar a A. García Calvo, o algún largo poema de Jose Ángel Valente.

Llego a cerrar otro año de blog, a pesar de ciertos periodos de desánimo, y soy consciente de su valor para mí. Lo he llenado de gadgets, he aprendido a enlazar (algo que me da cierta vergüenza confesar), y he incorporado recientemente un blog específico para mis divagaciones eruditas, pero sobre todo, quiero recordar a algunas personas excelentes que he conocido virtual o personalmente, como Aurora Pimentel, Grandolina, el autor (guardo su anonimato) del Retablo de la Vida Antigua, Luis Valdesueiro, y los miembros de la tertulia Los Mercuriales.

Gracias a todos, amigos, y que el nuevo año (aunque no creo en él) nos permita, si no ser más felices, ser más conscientes, como decía C. S. Lewis, y sabios.

martes, 27 de diciembre de 2011

NIEBLA NAVIDEÑA


Los primeros días de las vacaciones de Navidad han estado marcados en Cádiz por una intensa niebla. La niebla, heraldo de la humedad que cala hasta lo hondo, y de la ceguera de lo cercano, ha cubierto unas navidades muy desangeladas: no se percibe en las calles ni en las gentes los signos de bullicio de otros años, como si se prefiriera ignorar las fechas que vivimos. La crisis, o su conciencia, parece haber socavado los aspectos más consumistas de estas celebraciones, y se ha manifestado en un mutismo que se confundiría con cierto estoicismo, si no mediara como explicación la escasez creciente de recursos, y la necesidad imperiosa de reducir gastos. En casa también estamos sintiendo, por diversas circunstancias, la necesidad de ahorrar: el año próximo aumentarán nuestros gastos, y se reducirán nuestros sueldos. Por doquiera, la falsa alegría inducida de las navidades de espejuelo se volatiliza, y la auténtica, la del nacimiento de Cristo, produce estupor en nuestro mundo. Sólo consuela, en general, pensar en las puras vacaciones, y en su cuenta atrás hacia el retorno al trabajo absorbente.

Desconectar no es fácil, o es, simplemente, ilusorio, como esperar que algo cambie porque llegue el uno de enero. Procuro llenar mi tiempo de lecturas, de placer o sobre el tema de mis investigaciones filológicas. Me inclino cada vez más por la poesía, el teatro y el ensayo, y evito cada vez más la novela, más que nada por el escaso tiempo de que dispongo. Aunque siempre hay excepciones, por más que me inquiete ver los libros acumulados ya sin leer en mi pequeña biblioteca.

viernes, 23 de diciembre de 2011

BUENOS DESEOS


Han llegado por fin las vacaciones, con cansancio, sin alegría pero con una indefinida esperanza. La vida emite signos, que sé que me llegan, pero que no soy capaz de interpretar. La solidez, el deseo, alguna lágrima furtiva de emoción inducida enhebran mis días. Si fuera más joven, construiría un altar al desengaño; no hay, empero, justificación posible. Me siento feliz a ratos, eufórico incluso, con una alegría anárquica e impulsiva, que me inunda por sorpresa. Todo fluye. Soy como un actor cegado por los focos, e inseguro de su papel: algo no termina de encajar, pero eso es la vida.
Vuelvo recurrentemente a repensar mi poesía, juguete íntimo, y mayormente doliente. La palabra se envolverá algún día de nuevo en ritmo, y las pausas sagradas que exorcizan el tiempo que nos desmenuza marcarán el paso de la huidiza Belleza inmisericorde.

Como el sol que no da tregua a las copas, y las convierte en deslumbrantes balizas de lo perecedero transparente, quiero dar lo mejor de mi mismo, pues si no se da -lo que sea-, no se es nada.

Feliz Navidad, queridos amigos y amigas.

martes, 20 de diciembre de 2011

SANTIDAD


La santa ignota o Magdalena roza apenas las manos huesudas suplicantes que se tienden a su paso aleve; su mirada está en otra parte, elevada sobre el fondo fantasmagórico y oblongo del cuadro, entreverado de El Greco y Dalí. Se aleja de su ascética cabaña, al pie del kafkiano castillo, se aleja de todas esas influencias culturales con su mirada vidriosa; se aparta de lo remoto, de lo primigenio piadoso, de la impostura, y lo mixtificado de la extraña pintura; aspira a la sencillez y a lo obvio, a la claridad del santo, al fulgor de su mirada, y parece desear salir de la tabla intrusa, y fundirse en la piedra románica, mudo eco de una fe muy lejana.

Imagen: Colegiata de San Bartolomé (Lieja).

viernes, 16 de diciembre de 2011

DESCANSOS


La semana llega a su fin, y la pienso antes de que su recuerdo se vuelva humo de pajas entre lo indistinguible de la rutina. Ha sido agotadora, con sesiones de evaluación cuatro días por las tardes, de prolongadas sentadas extenuantes. La proximidad de las vacaciones no me ilusiona, es como si estuviera ya descontada, como dicen de las decisiones políticas sobre la bolsa. La promesa de descanso no basta, y te inquieta como una tarde de domingo. Cosas del agotamiento, el duro banco de la galera turquesca, que no te permite ver más allá de la espalda de tu congénere de enfrente.

He esperado a unos amigos tras el trabajo, y, mientras llegaban, he dado una vuelta por la Plaza de España; su calmosa circularidad y su decadencia asequible me han abstraído unos minutos del martilleo de lo cotidiano, y me han hecho consciente de mis pasos. Entré en un estado parejo al que me suele embargar cuando escribo poesía, que para mí nace de una necesidad interior de expresión, nada que ver con un traje a medida, una bandera o una peana para la soberbia; algo que puede buscarse, pero que sólo se muestra verdaderamente a sí misma, si empuja desde dentro de tí. Quizás una gota en un océano de inconsecuencias.

Mientras deambulaba por la plaza, ansiaba encontrar un marco literario, un principio programático desde el que construir nuevos poemas; tal vez me sea tan esquivo como el espíritu navideño.

¿Qué hacer con la propia vida? Es cómodo dejarse llevar, pensar que las circunstancias te irán moldeando, pero eso sólo te volverá un Sísifo de lo prescindible. ¿El arte lo hará? ¿no es otra forma de la desesperación? Tal vez, mas también lo es de fulgurante intuición.


Ilustración: "Descanso a mediodía" de Millet.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EXTENSO


La piedra se estira, elástica, en arabescos disformes; mi retina no abarca la complejidad de sus imbricaciones, y se aferra al tiempo estricto que borró todas huella de los hacedores, resbalada para siempre de la piedra sibilina y totalizante. La muda perfección del bosque pétreo es el peor de los enigmas, que se insinúa, helador, desde el inextricable pasado.

Imagen: Monasterio de Las Huelgas

lunes, 12 de diciembre de 2011

EXTRAÑOS COMPAÑEROS


Las bibliotecas hacen extraños compañeros de estante, igual que la política, según se dice, hace extraños compañeros de cama. En la biblioteca de mi instituto se puso en la sección de novedades mi edición de 2007 de Torello Saraina (que había donado al centro hacía algún tiempo), junto a la famosa obra de Stéphane Hessel. Ahora cada una de ellas seguirá su camino sobre las estanterías de la biblioteca, condenadas al limbo amable del olvido intermitente, la mía más que la otra quizás, panfleto político de pasajera vigencia (tanta al parecer como el movimiento que inspiró).

Tras un difícil fin de semana, lleno de trabajo y agobiante melancolía, el contacto con la realidad me ha vivificado, a pesar del cansancio acumulado. Me espera una larga semana de trabajo matutino y vespertino. Me siento tranquilo, liberado, en cierto modo, de desengaños y cuitas. La fortaleza está en sobrevolar las pobres palabras.

viernes, 9 de diciembre de 2011

SEÑALES DE VIDA


Noviembre suele ser para mí un mes difícil y complicado, marcado por problemas de salud y las exigencias laborales de mi, a veces, desabrida profesión. Este comienzo de diciembre sólo ha dado una pequeña tregua, pero eso ya supone mucho. Por otra parte, las próximas vacaciones conllevan una vaga promesa de perennidad, desmentida luego por las presiones de los encuentros familiares, y el atareamiento de la compra de regalos, para desembocar en la vacuidad estúpida de la celebración del fin de año.

No obstante, la Navidad es también promesa y exaltación de la nueva vida, que nace indefensa, y pequeña, mas guardando en sí todo el misterio del macrocosmos. Mi hermano menor va a ser padre próximamente, y me envia regularmente las ecografías del niño. Una vida que crece, un proceso que no puede ser "interrumpido" (de acuerdo con esa perversión del lenguaje que justifica todos los desmanes), irreversible en su esperanza. El nacido, "blanca muerte de los dos", que decía A. García Calvo en uno de sus inolvidables versos radiados; un punto cardinal que nos recuerda lo que somos, y que la esencia de nuestra vida debería ser el sacrificio.

Avanzo con lentitud y paralela desgana en la lectura de Les faux-monnayeurs de Gide. El juego con la metaliteratura, y los variados puntos de vista narrativos, que no dejan de estar muy logrados en Gide, no pueden evitarme el pensar en "el no sé qué" que le falta a la novela.

Decía Platón que filosofar es prepararse para morir; tal vez escribir menos sea prepararse para dejar de hacerlo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

PRESENTACIÓN DE "RONDA DE MADRID" DE JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA


El miércoles pasado acudí a la presentación de la novela Ronda de Madrid de José Manuel Benítez Ariza. El acto estuvo presentado por Rafael Marín, quien protagonizó un simpático alimón de preguntas y respuestas con el autor de la obra. La novela, cierre de una trilogía, está ambientada en el Madrid de 1986, y pinta personajes y lugares (como los trenes llenos de marineros, y los pisos infectados de insectos) con parte del ambiente musical de la época. Una de las cosas sobre las que reflexionaban ambos artistas era sobre la diferencia de gustos musicales que podían darse a pocos años de distancia, como son los que separa a Benítez de Marín. Ciertamente, en ese gozne de los años ochenta se produjo un gran y radical cambio de gustos en todos los aspectos, como si fuera uno de esos cambios de paradigmas científicos que uno estudió en la universidad. Benítez Ariza expresó finalmente su deseo de darle un respiro a su producción novelesca, y retomar su creación poética, tras dos años de silencio.

La rica y animada palabra de ambos escritores contrasta en mi memoria con el abusivo uso que hacen otros de instrumentos como el power-point. He asistido a cursos donde el conferenciante se limitaba a explicar un -eso sí- vistoso power-point, con información que ya conocíamos previamente, o que habríamos podido localizar fácilmente en internet. La cosa empeoraba cuando el señor en cuestión, para hacerse el simpático, confesaba que había preparado el power la noche antes, o se ponía muy negra cuando intentaba dejarnos claro que era un privilegio para nosotros participar en el curso de marras, de lo que debíamos sentirnos contentos nosotros, "aprendientes" como nos llamaba con chirriante neologismo. Tal afán de jerga es muy propio de la pedagogía light dominante, que llevaba al buen señor a pedirnos, por ejemplo, que buscáramos en un análisis de texto no una estructura, sino una "sensación de estructura" (el Diablo sabrá lo que eso es). En otra ocasión que había un conferenciante que venía a pecho descubierto, sin ordenador, le hice unas objecciones a su exposición, y, entonces, en vez de contestarme, lamentó no haber podido traer un power-point para explicarme sus argumentos (claro, defendía que no debía insistirse tanto en la transmisión de conocimientos en la escuela, pues todo está en internet). En fin, sin comentarios (a falta de power-point).

martes, 29 de noviembre de 2011

CANCIÓN DE DOMINGO


El domingo es como una sala de espera de la angustia, de un estúpido afanarse sobre lo que, de todos modos, va a agobiarte durante la semana. Que le vayan dando.

Decía André Gide que el deseo saciado produce sensación de vacío y desamparo. Nos avecina más que cualquier otra cosa al abismo de la nada, al que se tiró con irónico histrionismo gente como Yukio Mishima.

Hubo quien dijo -creo que Wilde- que el sexo es aburrido, porque acaba cumpliendo lo que promete. Ocurre, no obstante, que no podemos dejar de vivir de promesas.

La enfermedad te deja unas muescas invisibles, que acabas tú mismo por olvidar, mientras todo a tu alrededor te da palmaditas en la espalda, desviando la mirada con alivio.

La imagen de uno mismo es como la ficción literaria: se juega con ella, se la lleva al límite sabiendo que quedará el regusto más o menos amargo de la conciencia de que uno sólo está jugando.

Quizás valga más la pena ser ateo que sostener una idea del cristianismo como un vago sentimentalismo de buenas intenciones, indistinguible de cualquier otra religión y excluyente de lo milagroso. Se obvia así lo escandaloso de esta religión (recuérdese a san Pablo en Atenas), y se está más dispuesto a aceptar cualquier placebo postmoderno.

Si no se cree en una dignidad intrínseca del ser humano se puede pasar, como se ha hecho en Europa, de la afirmación nietzscheniana de que "no hay derechos, el destino del hombre no se diferencia del del más vil gusano" a la actual creación de derechos según demanda por parte del Estado postmoderno sutilmente totalizante.

viernes, 25 de noviembre de 2011

HISTORIAS DE ROCK AND ROLL


Un amigo ha recuperado una guitarra de la basura, y junto con otros colegas suyos está intentado restaurarla. Dice que ya han probado que "respira", y la está limpiando a fondo. Está imitación de una Fender Stratocaster valdrá unos 200 € imagino, por lo que les sería mucho más sencillo, si quisieran, comprarse otra. Sin duda, hay algo más; probablemente el deseo de enlazar con una parte de un pasado común encarnado en ese rock and roll del que el lacerado instrumento es callado heraldo. Reparar esta guitarra será como recuperar una parte de sí mismos, esa parte oculta en los surcos de los vinilos que aún se conservan, como un enigma de repetición que no se resigna a perderse en el polvo de los viejos papeles, patética literatura.

A veces es posible detenerse un momento entre el fragor de la rutina, y observar esa luz casi primaveral que se cuela, como en mi niñez, por la ventana de la clase, tras enseñorearse de la playa en espejismos helados, y se enreda para siempre entre los cabellos de los alumnos que se afanan sobre su examen, ajenos por completo al temblor de mi alma.

Una de las carencias que más lamento en mi vida es no haber aprendido a tocar un instrumento, por lo que me conformo ahora con la pintura. Me he decidido por fin, y he empezado a copiar una marina de Cézanne. Tras hacer el boceto al carboncillo y comenzar a manchar, me doy cuenta de la complejidad de la obra, y de su atormentada riqueza cromática. Un amigo mío pintor me dice que ya tengo técnica, a falta de un estilo propio. Quizás todo sea cuestión de estilo en la vida.

viernes, 18 de noviembre de 2011

EL SILENCIO ANTES DE BACH




"El silencio antes de Bach" es el título de la película realizada por Pere Portabella en 2007, inspirado en el de un libro del poeta sueco Lars Gustafsson, "El silencio del mundo antes de Bach". Portabella absolutiza la referencia, para realizar un film inclasificable, mezcla de ficción y documental, que tiene como hilo conductor la música de Johann Sebastian Bach, como aspiración de la perfección y la belleza. El film se abre con un fundido en blanco del que surgen poco a poco los contornos de unas inmaculadas habitaciones vacías, donde una pianola, que se va moviendo hacia la cámara con sus ruedas giratorias, toca un aria de las variaciones Goldberg, señalando lo absoluto, inseparable de la técnica, que en Bach parece superar lo humano y trascenderse a un reino de escarpado acceso. El hombre sólo puede asistir disminuido a este prodigio, e intentar apropiárselo y cuidarlo en la medida de sus posibilidades. Así, en la siguiente escena, un ciego con su perro lazarillo irrumpe en las mismas estancias para afinar un piano. La secuencia se complace en mostrarnos las manos y los instrumentos de afinación -otra vez la técnica -del hombre, a cuyos pies se sienta su perro, que parece atento a los sonidos que su amo hace salir del instrumento. La música de Bach es tratada como algo intemporal, algo que ha pasado a formar parte imprescindible de lo que el ser humano considera como bello. Esta belleza se sustancia de las maneras más diversas en la curiosa película: en el camionero sui generis que vive la música como parte esencial de su vida ("lo que me deja respirar") sobre carreteras de interminable sinuosidad, en el guía -real- que hace el papel de Bach en sus recorridos por Leipzig, en el desnudo en la ducha de la hermosa violonchelista Georgina Cardona, que ensaya acto seguido una sarabanda, frente a su amante, el maduro propietario de una tienda de música, que visita una librería de viejo, donde el librero corrobora que Bach se ha hecho eterno ("Sólo Bach me hace recordar que el mundo no es un fracaso", "Dios sin Bach sería un tipo de tercera categoría", dice éste citando a Cioran), aunque también afirma que la música hace daño, recordando las orquestas de los campos de exterminio nazis, sobre el fondo de un piano que se estrella en el mar.
Bach, encarnado por Christian Brembeck, aparece en algunas escenas de la película tocando un preludio y fuga en el órgano de Santo Tomás en Leipzig, donde fue Cantor, o interpretando al clave una fuga del Clave bien temperado, mientras da una lección a uno de sus hijos. No se oculta en la obra la importancia de la fe para el músico (en su gabinete de trabajo aparece una leyenda: "quien canta, reza dos veces"), y su búsqueda de la perfección en la fuerza del orden y Dios, como él mismo afirma. La pianola reaparece, interpretando una fantasía y fuga, quizás para recordarnos lo inhumano de tal aspiración, pero que constituye, no obstante, la esencia del prodigioso e irrepetible arte de Bach. (Comentaba el compositor Artemiev con cierta sorna que cuando Tarkovski quería música para sus películas recurría a Bach; ciertamente, sin la música del músico alemán serían muy distintas en la memoria películas como Solaris, o Sacrificio -incluso en Stalker, uno de los personajes, el Científico, tararea el aria Erbarme dich de la Pasión según S. Mateo que abre Sacrificio).
Destaca en Portabella, pues, el intento de mostrarnos un atisbo de esa belleza musical que se ha fundido en parte con el mundo, y que hacía a Gustafsson preguntarse cómo podía ser el mundo antes de la Partita en la menor de Bach. Creo que la película consigue, al menos en parte, el hacernos sentir ese poder magnetizante de la música del Cantor de Leipzig, y su presencia difusa, que nos ayuda, probablemente, a reconciliarnos con el mundo, y a intuir que hay algo que nos supera, algo que nos eleva sobre nuestra pobre condición, y nuestra miseria. La película concluye magníficamente, casi no con una música de Bach, sino con un fragmento de un estudio para órgano de Gyorgy Ligety, mientras la cámara recorre los bruñidos tubos del órgano de Santo Tomás de Leipzig, que nos sobrecogen por su perfección y sonido hipnotizante; todo ello para dar paso, como escena final, a unas tomas de la partitura del Magnificat, que suena en todo su esplendor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

HOJAS DE LA SIBILA (V)


A veces, el dolor es más hondo que las calles; éstas se pierden allá, en el tiempo de la memoria, y no vuelven. Siempre se renuevan, y no dan tregua, indiferentes.
La nostalgia es un sentimiento confuso; quizás oculta una profunda insatisfacción hacia el presente; es una estupidez, una pérdida de tiempo, una venda ante los ojos para no ver el panorama de la inminente desesperación.
 Alguien buscaba el saber, y encontró el dominio; otros, encontramos la soledad. La insatisfacción de la propia máscara es una grave brecha en la muralla que protege tu fortaleza, la que usas para frotar con la de los demás, y salir unos y otros reafirmados.
Te endureces cuando ves la hostilidad que provocas en cierta gente, tras deprimirte primero. El pundonor y el sentido de la supervivencia se convierten en furia, que no te ayuda a hacerte más sabio, sino, más bien, a empantanarte en tu propia soledad; pero te acaba dando igual, sólo permanece como cierto el puro espíritu de desafío, y el sentido del humor.
Wilfred Owen, uno de los llamados poetas de guerra, decía que la poesía reside en la pena, y que la obligación de los poetas es decir la verdad. Pero aquellos hombres eran mejores que yo, y nunca falta la tentación de Pilatos y Herodes.

martes, 8 de noviembre de 2011

NOSTALGIA RUSA

Debe de llegar un momento en la vida de cualquier artista en el que éste se ve preso de sus propios recursos creativos, entrando en un círculo cerrado, del que saldrá en alguna ocasión, aunque quizás no totalmente. Esta reflexión me ha venido con ocasión de ver la película Nostalgia de Andrei Tarkovski. En esa Italia que sirve de marco al filme, no puedo más que reconocer una prolongación del mundo acuático de ruinas musgosas de su anterior producción Stalker. Esa Zona parece haberse extendido a la tierra mediterránea, llenándola de niebla, algas que se agitan suavemente en la corriente (reminiscencia también de Solaris), y de edificios en ruinas en cuyo interior llueve, como en las dos películas mencionadas. Es esa sensación de incomodidad y abandono, de profundo desarraigo, que Manuel Cháves Nogales atribuía a todo lo ruso, y que es una seña de identidad del arte de Tarkovski. El toque italiano está en la presencia de ruinas como la del monasterio de San Galgano, o en las escenas rodadas en la plaza de Campidoglio en Roma, aunque incluso en éstas predomina ese color verde degradado en ocasiones hasta el sepia, tan querido al autor de Stalker. Su artificiosidad me resulta evidente en la presencia de unos figurantes inmóviles, que acentúan el hieratismo de la secuencia, sólo roto por los ladridos de un perro, que, al igual que en Stalker, transita por toda la película como una plasmación, aparentemente paradójica, de lo humano. Al parecer, Tarkovski hubiera querido contar para el papel del poeta ruso desarraigado con el actor protagonista de su Stalker, pero problemas con la administración soviética se lo impidieron. Ese poeta es un claro trasunto del director ruso. Es, ciertamente, una película demasiado personal; no es que Stalker no lo sea, pero pienso que el carácter hipnotizante y programático de ésta radica en el intento, más bien logrado, de universalizar las propias inquietudes y desgarramientos, encarnándolas en personajes arquetípicos como el Escritor y el Científico, que carecen de nombre propio, al contrario que el escritor protagonista de Nostalgia (en esta película se recitan, al igual que en Stalker, versos de Arseni Tarkovski, padre del cineasta; pero mientras que en aquélla se hacían de forma anónima, en ésta se hace la cita expresa de la autoría), que se llama también Andrei. Incluso los largos planos-secuencia y los travellings se hacen más explicitos y predecibles en esta obra, y la música de Artemiev que flotaba como un mantra en Stalker, es sustituida por el ocasional ruido de una sierra, como si Tarkovski, demasiado centrado en sí mismo y su reflexión sobre el exilio que iba a iniciar, hubiera querido reducir los elementos expresivos al mínimo. Nostalgia es una película de transición, y de ella se retomarán algunos aspectos en su siguiente y última producción, Sacrificio, como la necesidad de cumplir una misión, por más que aparentemente absurda e inane, y el deseo de purificación -con la obsesión por el fuego- en la negación y olvido de uno mismo.


Imagen: polaroid tomada por A. Tarkovski.


Sobre el cineasta soviético, véase últimamente Carlos Tejeda, Andrei Tarkovski, Cátedra, 2010.

viernes, 4 de noviembre de 2011

HOJAS DE LA SIBILA (IV)


El otoño ha sentado definitivamente plaza con los ropajes de un Eolo arisco y atravesado. He podido ver hace un rato como desmontaban el chiringuito que estaba frente a mi trabajo. Es un verdadero signo del fin del verano y del bue tiempo, ese apresurarse de los operarios, entre las fuertes rachas de viento, por desmantelar esas falsas casas de Mercurio, que me mostraban sin pudor sus entrañas. La playa quedará aún más solitaria, más dejada a sí misma, y al temporal que la azota, reduciéndola a una franja problemática, objeto de disputa entre sentimientos encontrados, arrasados por un tiempo arbitrario y caprichoso.


Si las rutinas y el trabajo no fueran también una protección contra lo desconocido y uno mismo, ¿quién podría llegar a ser amo de su propia ociosidad? El trabajo proporciona los medios de subsistencia, pero éste es un dato que escasea en las biografías. El dinero, siempre al fondo, la realidad que nos conforma. Los tratos con el dinero son tratos con la mierda, decía indignado Agustín García Calvo; Blaise Cendrars, por otra parte, afirmaba que ése era un factor que se escamoteaba en las novelas modernas, y que por eso quedaban pasadas de moda. Lo principal que se presenta como accesorio, o se niega directamente, porque la literatura ha fallado habitualmente en encontrarle su lugar ya desde Homero. Estoy leyendo ahora la muy meritoria antología de Leopoldo Panero realizada por José Cereijo, Memoria del corazón, (ed. Renacimiento) e intento imaginar de qué vivían él y su -digamos- extraña familia. Su mujer y sus hijos lo describen, en las dos películas rodadas sobre ellos, como una persona seca y reservada. En verdad, su poesía, volcada en la descripción de la naturaleza y la búsqueda de Dios, parece tener, en ocasiones, aspiración de paraíso cerrado (son recurrentes en sus poemas los términos "lueñe", "lontananza", "virgen", "virginal", "azul", que siento como cercas que refuerzan su férrea búsqueda de perfección formal, aun a costa de cierta convencionalidad). Su inspiración se muestra más espontánea en poemas como los que dedica a César Vallejo, y al bebé Leopoldo María.


Quizás deba uno adoptar una postura más irónica o distante hacia lo que escribe, pero eso supone también minar la imagen que se haya hecho como escritor o poeta, y comenzar un peregrinaje que conduzca, tal vez, a un silencio definitivo, como el de Santo Tomás de Aquino, pero, ¡qué diablos!


He estado tan absorbido por el trabajo -esta mañana un alumno me paró por los pasillos para preguntarme cómo se escribía "absorber"-, que he olvidado que el 17 de octubre se cumplió dos años de vida de este blog. Se concibe este medio como inestable y pasajero, quizás por eso sea más meritorio ir cumpliendo años, aunque no se sepa muy bien a dónde se va... mi Ítaca electrónica.

martes, 1 de noviembre de 2011

DE SANTOS, DIFUNTOS Y MUERTOS VIVIENTES

No he visto ningún cementerio más hermoso que el del monasterio de Leyre. Las lápidas simples, la tierra ha poco removida, que, en su humildad, parecen pronto dispuestas a integrarse y diluirse con el bello entorno natural. Nosotros hemos alejado a los muertos, confinándolos en magnas necrópolis lejanas de los núcleos urbanos, o haciéndolos cenizas que se aventan al soplo del olvido. Santos y fieles difuntos forman parte de ese ejército en marcha que decía Georges Bernanos que constituía la Iglesia. Pero está muy lejos esa avanzadilla. Sólo la insistencia en la oración y el rito puede hacer sentir más cercanía hacia ellos. La muerte es algo a obviar en nuestro mundo postmoderno, en donde el imaginario colectivo los ha convertido en una amenaza para los vivos mediante una resurrección paródica de asusta niños.

Los muertos son la promesa de lo perenne, o de la nada inoperante. Cuestionan nuestras certezas, nuestra memoria o nuestro olvido, nuestra miseria desde las mudas fotografías. Si ellos no sobreviven a nuestra indignidad, es que ya nada nos queda.




viernes, 28 de octubre de 2011

HOJAS DE LA SIBILA (III)


El otoño se ha desatado con furia, renuente y, ciertamente, intempestivo. Se anunció con furia el uno de septiembre, y, pequeño enano rencoroso, ha azotado con invisibles latigazos ventosos el tedioso sesteo semiveraniego en que vivíamos inmersos.



También ha estallado la paz (que habría dicho Gironella) este octubre; cuando me dirijía el jueves pasado al ordenador para informarme de los sucesos, parece que dicho estallido afectó asimismo a las redes, pues me quedé sin connexión desde ese día hasta el martes siguiente, pues la compañía nos estuvo mareando la perdiz con la reparación. Me tuve que conformar, pues, con no poder leer nada en el ordenador, y me vi con cierto tiempo libre adicional para leer papel. Me puse a reflexionar sobre lo limitado que resulta, visto el paso del tiempo, ser un lector o escritor al modo tradicional; ese entrañable acumularse de papeles, y recortes, de tachaduras y carpetas, que acechan, y protestan silenciosamente desde su amarillez, y siempre consiguen apretarte el corazón cuando te dignas, señor caprichoso de tu ociosidad, a echarles un vistazo.


Luego lo de la paz no seguía siendo más que la misma moneda falsa con la que intentan desde hace tiempo comprar nuestro asentimiento, en un puro esprit munichois años 30, a un mentiroso engendro fascista (de izquierdas -por eso abundan en él los tontos útiles, o interesados por miserable cálculo electoral-, pero fascista) que sólo traerá, si se acepta su chantaje, más sangre y dolor en el futuro por su vocación políticamente totalitaria -también anclada en los años 30-, e insaciablemente imperialista respecto a los "territorios históricos" exigidos, como Hitler respecto a los Sudetes. Es curioso comprobar cómo, en los plebiscitos que se organizaban en la época de la Dictadura, Franco era presentado como la garantía de la Paz, una paz ganada tras una guerra civil y un estado de terror y silencio obligatorio para los discordantes. Es lo mismo que se nos promete ahora, si aceptamos mirar para otro lado (aunque en este caso no hay que olvidar que no ha habido ninguna guerra, sino asesinato y extorsión terrorista, pero todo eso forma parte de la manipulación terminológica). Han cambiado los perros, pero los collares de la demagogia siguen igual de lustrosos, aunque el color ideológico sea aparentemente otro. Es de esperar que no acabemos como una digna representación de la fábula del buen pastor y sus ovejas creada por Jorge Santayana.


Por otra parte, para este fin de semana se anuncia el fastidioso cambio de hora, que te hace recordar, más que cualquier otra rutina del pasado, lo artificioso de la medida tiempo que nos organizan para vivir.

martes, 25 de octubre de 2011

ESTAMPAS SEVILLANAS (III)

Maravillosa ciudad cerrada, así llamaba Octavio Paz a París. Sevilla tampoco libera fácilmente sus secretos; lo cerrado de Sevilla se traduce en espesas persianas que parecen estar esperando siempre la primavera de lo concreto, para entreabrirse sin mostrar más que penumbra. Lo oculto de la ciudad está, al tiempo, paradójicamente abierto, pero impenetrable, como el fulgor momentáneo de un espejismo.

Ése fue el decorado de mis años de estudiante, período en el que me ahogaban los sentimientos depresivos, y los problemas sentimentales. En aquella época la estupidez llamaba constantemente a mi puerta (y no es que ahora haya dejado de hacerlo), y no levantaba cabeza. Escribía alguna poesía (muy mala), y me aferraba cual galeote en mi cuarto a volcarme sobre el estudio, aunque me resultaba muy difícil concentrarme (bajaron mis calificaciones). Me acompañaba la música de Wim Mertens, Bauhaus, Marc Almond... no precisamente la alegría de la huerta. Es curiosa la memoria (que estoy cada vez más convencido que es la esencia del hombre), que asume incluso con nostalgia los malos recuerdos; quizás ellos también tuvieron sentido, y superar aquel abismo, aunque me costara años, me ha llevado a lo que soy ahora (que no es lo ideal -aunque ni siquiera sé especificar esto; la insatisfacción es inseparable de lo humano-, pero que podría haber sido peor, si hubiera tomado más decisiones equivocadas). Sevilla, pues, será siempre para mí un anhelo, algo inalcanzable, un enigma impenetrable en el que flotan sin respuesta mis desgarros y dilemas de juventud, todavía deseosos de obtener la paz en el fallido intento de que la belleza esquiva y dura de aquella ciudad los absorbiera compasivamente; anhelos muertos, sí, pero que me llaman aún desde las cicatrices sinuosas de la memoria.






domingo, 16 de octubre de 2011

LA MUJER ADÚLTERA

El pasaje de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11) es uno de los más polémicos de los Evangelios. De hecho, parte de los manuscritos lo omite, lo cambia de lugar, lo escribe en minúsculas sin espíritus ni acentos, o niega directamente su autenticidad, tal como se refiere en el aparato crítico correspondiente del "Nuevo Testamento Trilingüe" de Bover-O'Callaghan. En diversos Concilios fue, asimismo, discutida su inclusión en el texto canónico.
Es el único lugar del Evangelio en que se refiera que Jesús escribiera algo, como afirmaba Oscar Wilde en su De Profundis. Escribe en el suelo, mientras los fariseos le refieren el contenido de la Ley de Moisés que ordena lapidar a las adúlteras. Eso que escribió Cristo sobre el suelo arenoso obsesionó al escritor condenado también por motivos sexuales. Era algo, quizás en todo caso, destinado a desaparecer, borrado por el viento o por las pisadas, como todo lo escrito se perderá algún día. Un contrasímbolo. Era evidente que no se podía disuadir a una turba armada de piedras oponiendo una doxa a otra, o utilizando argumentos basados en la moral, la desproporción del castigo al presunto delito, el respeto a la vida humana o cualesquiera otros razonamientos que pudiera hacer un moderno... Cristo no iba a leer lo que estuviera garabateando sobre el suelo, eso era una parodia del valor de las leyes humanas, sujetas y sostenidas por lo perecedero; iba a apelar a la íntima conciencia de imperfección de cada uno, para demostrarles lo soberbio e inhumano de su acción; no iba, pues, a contraargumentar la ley de Moisés, sino a manifestar la superioridad de la misericordia y el amor (aunque de modo inverso, interpelando a la pesada conciencia del pecado de esa sociedad) sobre el puro acto mecánico de castigo, válida para todo tiempo y lugar. Es por eso que actuaciones legales consuetudinarias como la pena de muerte son inadmisibles, pues dejan en un callejón sin salida a víctimas y verdugos.

Fuente de la imagen: Internet

viernes, 14 de octubre de 2011

ESTAMPAS SEVILLANAS (II)

En mi última visita a Sevilla tenía mucho interés en llegarme a mi antigua Facultad y a las librerías circundantes. Encontré allí la misma oscuridad, y la misma sensación de abandono e incomodidad (que Manuel Sánchez Nogales atribuía a todo lo ruso) que me abofeteó cuando llegué allí en 1987 desde mi luminosa y encalada, por más que pequeña, facultad de Cádiz, donde, en aquella época, sólo se podía cursar el primer ciclo de la carrera de Filología Clásica. La magnífica portada de esta antigua Fábrica de Tabacos, me hizo recordar un ingenioso artículo de hace unos años de Antonio Burgos, en el que aludía a la desaparición del escudo del Estudio sevillano de San Fernando, y  de sus acompañantes san Leandro y san Isidoro, y que figuraban aún en los títulos universitarios de mi época de estudiante hispalense, y su sustitución por la Fama trompetera que corona la susodicha portada. Eran, quizás, demasiados santos para los nuevos tiempos edulcolaicos -por cierto, que cada vez cuesta más encontrar el apelativo "edulcorante" en este tipo de productos, y sí el de "endulzante"; quizás por la creciente extrañeza del término griego; la cultura retrocede, y la barbarie avanza, aunque sea dulce-. Sea como fuere, estos signa temporum no me parecen baladíes, como síntoma de un mar de fondo más complejo, y que ha emergido en escándalos recientes como las normas -prontamente retiradas tras la polémica surgida-, propias de la psicopedabobería garantista de la ESO, de la copia en los exámenes.

Eran, sin duda, esos mismos corredores que recorrí hace más de 20 años, y que hacía tantos que no visitaba, menos animados imagino ahora, tras el traslado de la facultad de Derecho, que contaba con una populosa cafetería.
Me sentí muy decepcionado con las librerías de los contornos, que recordaba bien surtidas y provistas, donde compré diccionarios especializados, y hasta ediciones clásicas de Oxford, y que en esta ocasión me parecieron casi de saldo. (En una de esa librería tuve ocasión de presenciar cómo dos jóvenes estudiantes casi consecutivos eran incapaces de decirle al librero el título del libro de la carrera que estaban buscando ¡cuánto se ha minusvalorado la memoria, y el rigor bibliográfico!) Lo que sí seguía en su sitio era la magna fotocopistería de enfrente, cuyo negocio no parece haberse visto mermado. Cierto es que Sevilla no es una ciudad universitaria al estilo de Salamanca, donde el Estudio es omnipresente. En aquélla es muy evidente el peso de lo rural y lo señorial.

A lo que no he podido acostumbrarme es a esos tranvías y carriles bici que atraviesan esa arteria sevillana, frente al intenso tráfico rodado de esos años. El tiempo, pues, se desliza de otra manera, haciéndome ahora un corte de mangas más ecológico a mí, nostálgico impenitente de la nada.

martes, 11 de octubre de 2011

ESTAMPAS SEVILLANAS (I)

Este pasado puente (el viernes era festivo en Cádiz) he estado con L. en Sevilla. La ciudad nunca deja de sorprender, y, a diferencia de Cádiz, es posible encontrar en ella ciudades ocultas o concéntricas, rebozadas en una esencia morosa que ni siquiera el turismo masivo puede destruir.

Cádiz, en cambio, como paraje expuesto a los vientos y al aliento salado del mar, carece casi de esas capas impermeables de tiempo apelmazado, y provoca una curiosa sensación de provisionalidad y ligereza, como de algo que no acaba de arraigar, pese a su milenaria historia. Así, la humedad y la herrumbre están ausentes de esa Sevilla reclinada sobre sí misma, que, en mis tiempos de estudiante allí me causaba la cierta angustia de lo impenetrable, de lo que no te acepta, y te desprecia de modo silente como perecedero.

jueves, 6 de octubre de 2011

EL NADADOR

Hace poco me ha escrito un amable lector sobre una entrada que dediqué a Imán, Califato independiente. En su mail compartía mi opinión de que la llamada Movida madrileña había solapado a fenómenos como el del llamado rock andaluz, del que Imán fuera quizás su más logrado epígono, y echaba la culpa a Almodóvar y otros de tal situación. Personalmente, pienso que, más que a Almodóvar -sin olvidar a Mc Namara- y a otra gente, habría que echarle la culpa a los nuevos aires políticos y culturales que buscaban inéditos iconos progresistas en el terreno de la cultura, que dieran una imagen de ligereza e intrascendencia de acuerdo con los nuevos tiempos que se prometían felices y de tabla rasa con lo anterior, y en los que (leve aroma maoísta) cualquier actividad creativa se consideraba artística y al mismo nivel de cualquier otra, en un ejercicio de "democracia artística" muy mal entendido (ya se decía en China que la Revolución Cultural había pretendido que todo el mundo fuera poeta, lo que había acabado con la poesía). Eso, unido al férreo control sobre los artistas que ejercían las compañías discográficas liquidó un movimiento musical que una década después podría haber montado sobre la ola de la llamada "música étnica" o "del mundo".
Me es muy representativa de esta época y de tal espíritu, una canción -por otra parte excelente- de Radio futura, El nadador. Ligereza, liviandad, superfluidad ("Quizás mi alma es un trasto vacío / pero mi cuerpo es un río"), en un nuevo ambiente urbano exorcizador ("me fui desnudo tras el resplandor de otra ciudad. / Oye el rumor; es como el mar") de "aire estético" (en el puro sentido griego epidérmico), que incita a la desnudez intelectual y moral en un ámbito de irresponsabilidad adánica entendida como nueva aurea mediocritas ("el mar es inmenso, así que todo está en calma"), que lleva, como una corriente, a integrar el arribismo como forma de vida, eliminada toda memoria, punto de referencia y anclaje moral ("Sube la marea como un buen nadador, / aprovecha la ola"), no sea entendido más que como aidos o búsqueda del reflejo del concepto de la propia dignidad en los ojos de los demás.
Felices e inconscientes años, que son también los de la propia juventud, respecto a los que  estos últimos tiempos me han parecido una parodia siniestra.


Mañana estaré de puente en Sevilla. No sé si los recuerdos me abofetearán, o si serán benévolos, o, en todo caso, indiferentes conmigo, como lo va siendo el tiempo.


Imagen: "El nadador" de André Kertesz.

sábado, 1 de octubre de 2011

MITOS Y REALIDADES EDUCATIVOS


Hoy puede leerse en el Diario de Cádiz una magnífica y ponderada tribuna del historiador del arte y filósofo Manuel Díaz Zamora titulada Sobre mitos educativos, que me permito reproducir a continuación:

NO estamos peleando por dos horas más o menos de trabajo. No estamos peleando por más apoyos. No es por la Enseñanza Secundaria. No es en absoluto por el sueldo. Estamos peleando, y hay que decirlo alto y claro, contra un plan muy eficaz y muy bien diseñado que pretende ir degradando la escuela pública en su conjunto. Para que, cuando esté suficientemente mal, todas las familias que puedan permitirse pagar por una educación de más calidad lleven a sus hijos a la escuela privada-concertada". Así comienza la carta de un profesor de Secundaria al diario El País. Todos los días nos encontramos con cartas como ésta. Todas dicen lo mismo. Todas se preocupan por la degradación de la educación pública. Todas consideran la amenaza que suponen "los recortes" y todas deducen que lo que se pretende es una enseñanza para ricos.



Pues bien, no es verdad. Así de simple. Si hay una profesión que me ha merecido siempre admiración y respeto es la de docente. He tenido la suerte de disfrutar de profesores brillantes, apasionados, generosos. Cursé mis años de Primaria en un colegio privado religioso; la Secundaria, en un instituto público. No había punto de comparación. No sólo el nivel académico y de formación del profesorado era incomparablemente más alto en este último, sino que la propia vida del centro brindaba un aprendizaje permanente de libertad y convivencia democráticas. Mi instituto, permítanme que lo mencione a modo de homenaje, era el Martínez Montañés de Sevilla. Estamos hablando de los efervescentes años de la Transición política. Después vendrían los gobiernos de izquierda, las leyes educativas de los Solanas y Rubalcabas, el desembarco de los psicólogos y los pedagogos y la degradación imparable de la educación pública de este país.


Por eso resulta cuanto menos cínico decir que la derecha pretende que sólo estudien los ricos. Eso ya lo ha conseguido la izquierda, con un grado de efectividad inversamente proporcional a la incompetencia que ha mostrado en todo lo demás. La primera declaración del actual presidente del Gobierno, entonces aún en la oposición, que me hizo sospechar del paño demagógico que se nos venía encima, se la escuché con motivo de la aprobación de la LRU, aquella ley de Pilar del Castillo que era un intento bastante razonable de introducir ciertos cambios imprescindibles en nuestro deteriorado modelo de enseñanza pública: "la derecha-dijo con esa desenvoltura que se demostraría tan letal posteriormente- sólo quiere que estudien los ricos, mientras que lo que nosotros queremos es que todo el mundo tenga un título". Se dedicaron a regalarlos. Los que podían pagarlos enviaron a sus hijos a colegios en los que se les exigía una serie de requisitos mínimos. Los demás se daban literalmente de bofetadas para intentar conseguir que los suyos fueran admitidos en esa especie de hierro de madera que es la enseñanza concertada. Los más desfavorecidos, simplemente tenían que conformase con languidecer en meros centros de almacenamiento en los que una reglamentación absurda no sólo impedía una transmisión mínima de conocimientos, sino que despojaba al profesor de cualquier posibilidad de administrar orden y disciplina.


Cualquiera que se relacione con docentes sabrá que tiene que reservar cierto margen de paciencia para acoger la recurrente necesidad de desahogo sobre las condiciones en las que realizan su trabajo: la incomprensión de los padres, la indiferencia de los alumnos, las aulas masificadas, la ausencia del principio de autoridad, la burocratización indecente del tiempo de trabajo… Hace años que asistimos, con simpatía y solidaridad, a esta justa letanía. En Andalucía han mostrado un rasgo admirable de dignidad al rechazar el bochornoso soborno que se les ofrecía para ser aún más cómplices en la extensión virtual del analfabetismo. Pero, uno no puede menos que preguntarse: ¿durante todos estos años, cuando era evidente que cada día que pasaba suponía un grado más en el proceso de descomposición de la enseñanza pública, dónde estaba toda esa capacidad de movilización y rebeldía? ¿Eran menos onerosas a efectos pedagógicos las horas que les obligaban a dedicar a inútiles cuestionarios sobre competencias educativas que estas dos que se les piden ahora? ¿Y los sindicatos? ¿Qué papel han jugado en esta verdadera debacle nacional en la que las víctimas siempre son los mismos?


El profesorado se hubiera cargado de legitimidad si hubiera salido a la calle cuando comenzó a quedar claro que la Logse no funcionaba, cuando psicólogos y pedagogos comenzaron a instaurarse como verdaderos comisarios políticos, cuando el sentido de la enseñanza perdió por completo su sentido. Las medidas adoptada por la Comunidad de Madrid han sido extemporáneas, torpes y contraproducentes para un debate real sobre el modelo educativo. Pero no parece de recibo que los mismos que han destrozado con saña la enseñanza pública y los que han asistido a ello quejándose, en el mejor de los casos, de puertas adentro vengan a ahora decirnos que unos pocos granos de tierra componen el desierto. No sé qué réditos políticos podría sacar la derecha atacando la enseñanza pública, lo que sí sé es que lo único que propone la izquierda es que nada cambie para que todo siga lo mismo.


No es ciertamente fácil responder a las preguntas que se hace el autor del artículo sobre el prolongado silencio del profesorado. Algunas claves para ello las ha proporcionado en sus libros Mercedes Rosúa (El archipiélago Orwell y Las clientelas de la utopía). Poca gente hay, desde luego, interesada en conocer la idiosincrasia de esta profesión, y las presiones y chantajes (palabra muy empleada por Rosúa) a los que se ha visto sometida. Esta autora señala que no es hasta finales de los años noventa -recuerdo los ominosos silencios y el mirar para otro lado que conocí a partir del año 2000 en que empecé a trabajar en la pública- cuando comienzan a alzarse las primeras voces contra el desastre educativo promovido y administrado por el PSOE y sus sindicatos LOGSE (los que ahora se rasgan fariseicamente las vestiduras, como denuncia Díaz Zamora). Ambos partidos dominantes han usado demagógicamente la educación (aunque el pecado original es socialista), presentando al docente ante padres y alumnos como un "privilegiado" (a ver si ellos aprobarían unas oposiciones) que goza de muchas vacaciones (a ver si ellos aguantarían nuestros niveles de estrés y carga de trabajo burocrático y educativo, que se prolonga en casa), y que puede ser objeto de la justa indignación y desconfianza del pueblo víctima de la injusticia social de la que el profesor puede parecer sospechoso cómplice cuando pretende ejercer su autoridad (que ya no cuenta con el sustento del arrumbado respeto a su saber); y, por otro lado, apelando a nuestra vocación cuando se nos reclama sacrificios económicos y laborales, o, lo que es mucho peor, que nos hagamos cómplices de la manipulación ideológica que propugnan los comisarios político-pedagógicos que han pululado desde que metieron sus manos en la Enseñanza personajes como Maravall, Solana y Rubalcaba, destruyendo un sistema educativo que sin duda necesitaba reformas, pero no ser eliminado de un plumazo con maoísta alegría. Ahí están los resultados comparativos publicados en los últimos tiempos, y la constatación de que por primera vez en la historia de España hay una generación que cuenta con menos titulación que la precedente. O ahí están también los testimonios de gente tan poco sospechosa de derechismo como Muñoz Molina, quien ha criticado que el PSOE haya convertido a los centros públicos en centros de asistencia social, haciendo así el festín de la enseñanza concertada y privada, cuando hace 20 años los institutos prestigiosos eran los públicos. Pero cualquiera que alzara la voz en contra o no demostrara suficiente entusiasmo ante la Reforma y su espíritu, en ocasiones, sectario, podía pasar al limbo incómodo de los "reaccionarios", "tradicionales" o, directamente, "fachas", y / o ser objeto de represalias en forma de malos horarios, acoso psicológico excusado en el deber, llamadas a la Inspección, tutorías ad hoc, o mala prensa ante los alumnos, todo eso adobado, eso sí, de sonrisas progresistas.
Es cierto que el miedo a señalar al rey desnudo se va perdiendo, pero el mal es demasiado profundo y arraigado, y no se puede ser optimista al respecto. Sólo queda seguir resistiendo a las consignas, y continuar enseñando lo que se sabe lo mejor que se pueda. Afortunadamente, hay cierto número de centros que son islas a este respecto, donde sí es posible, a pesar de las inevitables dificultades, obtener cierta satisfacción personal del propio trabajo.

Ilustración: Chumy Chúmez.
  

miércoles, 28 de septiembre de 2011

HOJAS DE LA SIBILA (II)

Quizás el agotamiento sea otra forma de iluminación.
Vuelvo a casa con paso inseguro, y veo que nadie ha regado las plantas de la terraza, que parecen aguardarme en su atroz indiferencia.
Todos los días se han vuelto miércoles.
Ya no quedan ni palabras, sólo la nostalgia inarticulada de lo que pudo ser, e ignoras.
La generosidad al enseñar va acompañada, en mi caso, de un creciente egoísmo respecto a lo que estoy dispuesto a soportar.
En este comienzo de curso encuentro curiosamente en la lista de entradas populares dos con las que cerraba mis dos últimos cursos. Parece como si el azar quisiera venir a darme ánimos.

sábado, 24 de septiembre de 2011

HOJAS DE LA SIBILA

El otoño llega de soslayo, escoltado por un sol más tibio, y me pilla en pleno comienzo de un año que para mí es mucho más real que en enero, que sólo es una ficticia prórroga. ¡Quién me iba a decir que el mundo de los blogs iba a convertirse también en una cuestión de trabajo! He creado un blog de trabajo para mis alumnos de 2º de Bachillerato donde les cuelgo actividades y documentos, y mañana pienso hacer otro para los de 1º; aparte de eso, el jueves pasado creé otro para la biblioteca del instituto, ¡blog que habrá que ir llenando de entradas! Para mí era una cosa recoleta, e íntima. Recuerdo que hasta hace poco no sabía enlazar. No me había interesado por ello. Procuraba espaciar un poco mis entradas para que tuvieran un valor en sí mismas, y les buscaba una ilustración adecuada. Llevo un par de semanas que carezco de ese vacar, para pensar un tema para las entradas. Soy demasiado modesto o tímido para hablar de mi "mismidad" cotidiana sin hacer referencia a cuestiones literarias o culturales, es decir, a practicar el puro diario. Creo que trataré el blog de momento como una especie de refugio, como un lugar donde reposar unos instantes entre un quehacer y otro, y que son muy absorbentes, al menos este comienzo de curso. Pensar que voy a escribir en cinco blogs me resulta ahora un poco exorbitante, pero podré superarlo.

Hablaba el otro día con mi pareja de un conocido político que vuelve al mundo de la docencia universitaria, y dije lo primero que se me pasó por la cabeza: "¡vaya! ahora le va a tocar hacer de pringadillo!". "No, -me dijo ella dándome un beso-, el pringadillo eres tú". No supe qué decir al saberme pringadillo para ella, por más que querido.

¿Puede que la poesía sea como una nota al pie de página de la propia vida? Sólo sobrevive aquello que se recuerda, aquello que se sublima o se degrada al compás de un ritmo que nos saca a bailar ante nuestro propio ser.


Imagen: fotograma de "Solaris" de A. Tarkovsky.

 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

DÍAS DE SEPTIEMBRE (III)


Subidón. El comienzo de curso ha sido estresante. Muchos grupos y mucha responsabilidad. El cuerpo se va haciendo al nuevo horario y ritmo. ¡Empieza a quedar tan lejos el verano, y está, sin embargo allí, en la vuelta de la esquina del recuerdo! Tengo que preparar este curso a los alumnos de la Sección Bilingüe que se presentan a Selectividad y al diploma francés DELF B2, así como a los que se presentan al DELF B1. Estos días (y los que me quedan), no termino de preparar clases antes de las 9 o 9 y media de la noche, y lo dejo ya por pura higiene mental. Voy luego a casa de mi madre, saco a la perrita para que estiremos las piernas los dos (bueno, ella las patas), y vuelvo a mi casa sobre las 11. Reservo, sin embargo, un mínimo espacio para la lectura en la cama. Estos días, pues, se cierran mis ojos entre los aliterantes versos de Ovidio que narran las hazañas mágicas de Medea. ¡Vanos poderes para un hombre sometido a una vida tan ordenada y previsible como la mía!

Preparándome las susodichas clases, me he tragado la reciente entrevista a Dominique Strauss-Kahn en la TV francesa. No sé si mentirá o no, lo que si me ha llamado la atención es su mayúscula y sopesada soberbia.

Recuerdo que cuando me enamoraba no siendo ya adolescente, había un peculiar sentimiento de dolorosa ausencia que se adhería como una rémora de tristeza a la nueva excitación amorosa, como si fueran inquilinos obligados a compartir un piso ya demasiado atestado.

De la lectura de la revista El alambique me ha gustado mucho la cuidada traducción de Saint-John Perse a cargo de Luis Valdesueiro, y la selección de poemas y los textos dedicados a Julio Antonio Gómez. No se han ocultado sus luces y sus sombras, de acuerdo con un homenaje hecho desde el afecto más sincero, y resulta un ejemplo de cómo el progresivo silencio poético puede ser indicio de un profundo desmoronamiento interior.  


Imagen: exposición Rodin en Cádiz

sábado, 17 de septiembre de 2011

AL SERVICIO DE OTROS



La poesía es el modo de seguir siendo la misma persona (Czeslaw Milosz)


La tentación de guardar silencio es ahora muy grande. Me encuentro en el gozne de la adaptación a nuevas rutinas, y surge el leve pánico y la amenaza del hiato sobre todo lo que no sea trabajo, y reiteración doméstica. El tiempo se vuelve mi enemigo, mi cicatero arrendador. Como un inquilino moroso, busco modos de burlarle, de escaparme por la ventana de una cuadriculación espartana de su esencia, entorpecida por la reaparición de lo imprevisto, fuente de toda humildad y fe. "Jóvenes a los cincuenta", leí no recuerdo dónde. Y te ves forzado a desplegar una cada vez mayor actividad en beneficio de gente más joven, de la que no dejas de estar, por otra parte, separado por el muro creciente del tiempo y la experiencia. Me dan así ganas de cerrar el blog, por incomparencia propia. Eso, sin embargo, me provoca otra sensación de vacío, de liquidación, de sumisión a un silencio que no sería más que otra forma de derrota, todo lo cual debería ser congruente, empero, con cierto olvido de sí mismo, que me parece casi la única forma de liberación y paz.


Imagen: cartel del Valcárcel recuperado.

martes, 13 de septiembre de 2011

DÍAS DE SEPTIEMBRE (II)



Nada queda que no resulte máscara.

Vivir al albur de los días tiene sus ventajas e inconvenientes.

El viento cambia de dirección. Espero poder salir con bien de lo que me espera.

Encuentro disparidades entre los dos contadores que manejo. El hecho de tener menos visitas creo que sólo puede hacerme más libre.

Me hago a una imagen de mí mismo: trabajador responsable, simpático, hijo y pareja no demasiado mala; hay, sin embargo, una vocecilla que siempre me susurra por debajo que soy una impostura, que existe algo que dejo fuera, algo a lo que aspiro y que no me atrevo a -o ni siquiera sé- nombrar.

Imagen: noche toledana.

viernes, 9 de septiembre de 2011

DÍAS DE SEPTIEMBRE (I)

Septiembre se precipita en oleadas de tiempo furtivo e imperioso. Es el verdadero comienzo del año. Te reboza en proyectos, y en una perentoria estrategia de aprovechamiento numantino del propio tiempo si quieres hacerte la ilusión de que dispondrás de algún tiempo libre para tus modestos placeres: la lectura, la música, un meditativo dolce far niente... ¿para qué toda esta angustia arrasada? Será tanto el trabajo, la absorbente cotidianeidad ¿merece la pena pagar este precio por una ilusoria estabilidad y "saber estar" en tus delimitadas señas de identidad?

Cuanto más viejo me hago, más aprecio la llamarada fulgurante del instante, la emoción arrebatada, y me acongojan los proyectos contados en años, que son siempre cada vez menos.

La poesía me acompaña siempre en la antesala del sueño. La musito, la leo a media voz, la regurgito, dejo que me lacere o me deje indiferente, hastiado o transido. La poesía se sobrevive a sí misma. Ahí están los infieles editores que desoyen las instrucciones de los poetas difuntos, desde Virgilio a Cavafis. Cavafis eligió 154 poemas para ser publicados como su legado. Sin embargo, otros poemas no considerados maduros por el autor fueron publicados posteriormente. José María Álvarez en su edición de Cavafis para Hiperión publica todos estos poemas, incluso los preteridos por el propio poeta, como una capa añadida. Incluso éstos permiten alabar el buen criterio del propio autor. Veo en la selección de poemas de Cavafis una unidad basada en el orgullo de su pertenencia a una tradición cultural y lingüística, el helenismo, que se manifiesta en los poemas que se presentan como pequeñas estampas históricas ambientadas tanto en el mundo de la grecia clásica, como en el del período helenístico y bizantino. Jóvenes bellos y cultos, griegos, sirios, y alejandrinos suelen protagonizar estas miniaturas que resucitan un mundo perdido y arrasado por otros imperios, pero que ha conservado su esencia, ya desgraciadamente inublicable geográficamente, gracias a la sobrevivencia de la lengua griega, que ha mantenido su unidad a pesar de desastrosos factores exteriores, como la prolongada dominación turca. Esos mismos efebos son los protagonistas de los poemas homoeróticos en los que el poeta recuerda con a la vez amarga y dulce nostalgia su juventud, con su amada Alejandría siempre al fondo.