MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 23 de febrero de 2013

TOCADISCOS


El tocadiscos es un objeto de inevitable nostalgia. Hace poco vi uno en casa de un familiar, quien lo había comprado en una tienda de lance. Durante décadas este tipo de reproductor de música mantuvo su modus operandi de brazo manejado a mano y aguja, unido al inseparable vinilo de 45 o 33 revoluciones. No es la ocasión de cantar la loa de dicho ingenio, frente al aséptico CD. Es cierto, no obstante, que las nuevas tecnologías llaman como trompetas de Jericó a las puertas de las antiguas, en un acoso y derribo implacable. Así, me encuentro a veces mirando con cierta preocupación al viejo radiocasette con reproductor CD incorporado, y me pregunto cuánto tiempo me permitirá seguir escuchando las viejas cintas de casette que amontono en un cajón como enigmas forzosos de la mudez. Incluso el CD parecería en peligro ante el empuje digamos metafísico de Internet, vía descargas y el ilimitado Youtube. Aunque alguna discográfica especializada en la llamada música clásica comienza a vender en forma de pen-drive, como un último intento voluntarioso de mantener la música, la más abstracta de las artes, atada a la fisicidad de un soporte.
El tocadiscos, pues, aparece ligado a una época de certidumbres y ritos mecánicos, en los que uno debía tener una mínima pericia para manejarse con los discos y la aguja, y escuchar con cierta ansiedad y a veces ternura los chasquidos de los viejos vinilos, y, en ocasiones, se enfurecía ante los discos rayados, tornillo de Arquímedes de lo irreparable.

sábado, 16 de febrero de 2013

FONTIVEROS


Salimos de Ávila hacia Fontiveros al mediodía. En mi memoria fluyen imágenes de una pequeña localidad de casas de una planta, semidesierta y ladrillosa. No sorprendía, pues, la imagen del ayuntamiento a pesar de los tonos chocantes de su fachada.



La patria de san Juan de la Cruz parecía ajena a cualquier carisma de su ilustre hijo, salvo en la existencia de un llamado Espacio, consistente en sala de actos, exposiciones y cafetería, muy típico de la España oficial y perioficial actual. Visitamos la Iglesia de san Cipriano, de estilo mudéjar. En su interior una cuadrilla de parroquianos adecentaba el templo, que contaba con un hermoso órgano.









El párroco se ofreció amablemente a mostrarnos la casa natal de san Juan de Yepes, sobre la que se levantó una capilla en el s. XVII. De aquel hogar no queda nada, y la capilla, en su implosión barroca, invitaba a cierto sentimentalismo de la ausencia.










viernes, 8 de febrero de 2013

DE LOS BESOS PERDIDOS


El pañuelo aletea en el suelo, aventando el beso de carmín que se ganó este espejo opaco. Su dueña lo consideró excesivo, o tal vez indigno de ser acogido por otros labios, fruto como fue quizás de momentos de solitaria y maquinal coquetería; una mera prueba de imprenta del opúsculo que sólo se consagra frente al abismo de otros ojos. Lo cierto es que se ha perdido ese calor, esa promesa de vértigo o de rutina plácidamente asumida, y la materia frágil es ahora un resto aún más desesperado que una traza de púrpura fenicia, más lejano en el tiempo de lo fútil; sólo le puede caber el consuelo de que el viento lo arrastre a algún rincón de lo preterible, antes de que algún zapato mancille su breve rescoldo de candor.

sábado, 2 de febrero de 2013

"LAS NUBES" DE LUIS CERNUDA


Señala José María Capote Benot en su Antología de Cernuda que el poemario Las nubes es, para él, la primera manifestación de su segundo periodo poético  o etapa de madurez, marcado por la influencia de Hörderlin, aunque también por la de la lírica inglesa, dado que Cernuda pasó a Inglaterra en 1938, dos años después del inicio de redacción de este libro. Es, ciertamente, una obra que refleja diversas crisis personales, así como la nostalgia recién descubierta en el exilio.
La exaltación pagana del amor, y de sus dioses, reminiscencia hörderliniana, aparece en el poema preambular, Noche de luna, donde "aquella diosa virgen" parece un trasunto de una Naturaleza personificada, apacible en la distancia y en su promesa de "la pura belleza tranquila de la nada".
Es importante en el libro la presencia de dos poetas amigos, Federico García Lorca, y Vicente Aleixandre. A éste está dedicado A un poeta muerto, bajo unas siglas (F.G.L.), y a aquél Elegía española (II), poemas en los que el poeta sevillano expresa sentimientos ambivalentes hacia sus orígenes; así, el epicedio lamenta la muerte del poeta, que Cernuda atribuye de modo fatalista a la hiel cainita del español "que acecha lo cimero / con la piedra en la mano", alude a su homosexualidad, y señala su gloria en la muerte ("Para el poeta la muerte es la victoria"), que resulta hasta envidiable para Cernuda ("Contempla en cambio, hermano, / Cómo entre la tristeza y el desdén / Un poder más magnánimo permite a tus amigos / En un rincón pudrirse libremente"), y le desea, en fin, paz y "El puro amor de un dios adolescente", pues el ansia divina que posee al poeta proviene "De alguna mente creadora inmensa, / Que concibe al poeta cual lengua de su gloria / Y luego le consuela a través de la muerte"; en cambio, en las Elegías españolas Cernuda manifiesta un amor irrefrenable hacia su tierra ("Háblame, madre; / Y al llamarte así, digo / Que ninguna mujer lo fue de nadie / Como tú lo eres mía."), que contempla, doliente, el furor homicida de sus hijos.
El poeta intenta, empero, sobreponerse y distanciarse a este múltiple dolor, y para ello se sirve poéticamente de la imagen de la nube, vocablo que recorre como un leit-motiv el libro ("El hombre es una nube de la que el sueño es viento", Lamento y esperanza; "Ya la distancia entre los dos abierta / Se lleva el sufrimiento, como nube / Rota en lluvia olvidada, y la alegría, / Hermosa claridad desvanecida;", Elegía española (II)); "Los cristales son bruma / Donde un iris mojado / Refleja ramas grises, / Humo de hogares, nubes", Cordura; A solas, a solas, / Camino de la aurora, / Bajo las nubes cantan, / Blancas, solas, las aguas;", Alegría de la soledad; etc.), y que simboliza el distanciamiento consciente que el poeta quiere voluntariosamente imponer a sus sentimientos a flor de piel (es inevitable, pues, pensar también en las nubes aristofánicas en las que el comediógrago ateniense colocaba a los sabios a los que pretendía ridiculizar), así como la propia vicisitud existencial del poeta, movido por el viento del destierro de un lugar a otro, con un desarraigo creciente (Gaviotas en los parques, Un español habla de su tierra, el ruiseñor sobre la piedra), que intenta mitigar en un lenguaje poético, cuya variedad métrica, y tono sentencioso, se subsumen en un tono directo y franco, a pesar de los poetismos de la lengua de Cernuda (los ocasionales hipérbatos, y estilemas léxicos, como el uso constante de "tal", como elemento comparativo).
Hay, asimismo, cabida en el libro para la crisis espiritual en poemas como Lázaro (uno de los favoritos de Cernuda), y La adoración de los Magos, en los que la realidad del deseo impone todo su peso ("Señor, danos la paz de los deseos / Satisfechos, de las vidas cumplidas. / Ser tal la flor que nace y luego abierta / Respira en paz, cantando bajo el cielo / Con la luz de sol, aunque la muerte exista: / La cima ha de anegarse en la ladera.")



Las citas provienen de la edición de Diario Público, 2010.