MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 30 de junio de 2012

DE SUSPENSES Y LIMBOS


Ahora sí es verdad, ahora empiezan las vacaciones veraniegas, ese falso limbo con temprana fecha de caducidad; la hora de los ensueños, de las tardes somnolientas con pretensiones de tiempo dilatado, parodia de la eternidad. El momento para mí de establecer otras rutinas de estudio y de lectura en jornadas misericordiosamente más latas, al carecer de la obligación de estar en el trabajo toda la mañana. Francés, latín, griego absorberán mis horas sin olvidarme del italiano, inglés y mi primario alemán. Demasiada Babel para tan poco tiempo, y tanto cansancio acumulado. Una vez le preguntaron a Carlos Barral cuál era el mayor enemigo de la lectura, y él respondió que el sueño. Morfeo y el olvido de la letra, el olvido definitivo.
El último día en el instituto estuvo marcado por las despedidas, las de gente que se jubila y las de otros que marchan a nuevos destinos, o que, gracias a los recortes indiscrimados y al aumento arbitrario del horario lectivo, deben dejar su centro de trabajo por una paradójica insuficiencia horaria, situación que ha estado a punto de afectarme a mí (los llamados en jerga administrativa "desplazados por falta de horario", profesores que se ven obligados a dejar el centro donde tienen plaza definitiva para acabar Dios sabe dónde). Pude ver también a algunas de mis alumnas del 2º de Bachillerato Bilingüe de Francés. La nota más alta en Selectividad (entre 8 y 10) de las distintas asignaturas en que se han examinado la han sacado todos mis alumnos menos uno en francés, lo que también me ha llenado de orgullo (que es muy distinto de la soberbia como cualquier mínimo conocimiento de la moral puede dar a entender). Se veía a estas chicas, ya morenas de un temprano fervor playero, hablando de un cercano futuro de estudios en otras ciudades, y uno se sentía ya lejano en su tiempo y en su memoria mientras las felicitaba, y corroboraba que cada curso es como una vida en miniatura que concluye, una de esas falsas compuertas que se cierra, en el inevitable impulso hacia el dudoso futuro que es el motor de todas nuestras zozobras y, también, de nuestras dispersas alegrías.

viernes, 22 de junio de 2012

ÚLTIMO DÍA DE CURSO



Hoy es el último día lectivo del curso, y en el instituto ha reinado cierto ambiente festivo, con actividades musicales realizadas por los alumnos al final de la jornada. Se acercan las vacaciones, y el falso cierre psicológico de dos meses, que te engaña haciéndote pensar que el curso próximo coincide con otro nuevo año. Más sabia me parece la postura de un compañero, que prefiere estar alerta todo el año, y no sentirse así agobiado cuando llega noviembre o enero. Angustia por ser lo que se es; pero soy lo que soy: profesor, filólogo investigador en activo (mundo que da pocas alegrías si no se está estamentalizado), y poeta (tanto más curioso el mundo literario cuanto más se lo conoce, donde menudean fobias, hipocresías y donneurs de leçons). Ha sido un año de trabajo duro para mí, pero hoy he recibido una buena noticia: se ha dado la coincidencia de que este curso he sido el profesor preparador -para lo que he contado con la inestimable ayuda de mi compañera, la prof. Tajan- de los alumnos -lo siento, aquí no se usa la arroba- de 4º de ESO y 2ª de Bachillerato bilingüe que se presentaron en mayo a los exámenes oficiales para obtener el DELF (Diplôme d'études de langue française) B1 y B2 respectivamente, y han aprobado todos. También ha coincidido, por otra parte, con la confirmación del recorte del 5% de nuestro sueldo con carácter retroactivo desde enero, y el sabroso bocado que van a dar a la paga extra. Seguirán pidiéndonos, en cambio, que hagamos horas y horas de más apelando a nuestra vocación la misma casta política que luego hace socialdemagogia con nosotros presentándonos a los profesores como poco menos que unos privilegiados por tener trabajo -de momento pues todo depende de una ley- fijo. A mí no me han regalado nunca nada, y tuve que presentarme a duras y concurridas oposiciones, mientras que muchos viven muy bien de la política y sin ningún esfuerzo por decir amén a los jefes de partidos políticos y sindicatos que los ponen en las listas electorales en esta pseudodemocracia que padecemos y que carece de auténtica representatividad. Somos los funcionarios de carrera, en general, los que sufrimos que la casta política y sindical -que luego se pone a la cabeza de las manifestaciones contra los males que ha creado ella misma en gran medida- mantenga sus privilegios y los puestos de trabajo de sus enchufados en la administración, a la que no han accedido por el principio de mérito; todo lo cual demuestra que la corrupción está institucionalizada, y que no es patrimonio de un partido u otro, sino que es sistémica.

viernes, 15 de junio de 2012

"EL EJE IMAGINARIO" DE ROSARIO TRONCOSO


Creo que haber leído el último poemario de Rosario Troncoso, El eje imaginario, me ha reconciliado en cierto modo con la poesía. El arte de Troncoso surge de la cotidianeidad, la sublima y la poetiza, reconociendo, al tiempo, los límites de tal operación. Belleza y humildad, no en los resultados, que son magníficos, sino en el tono, y la humanidad de la poeta, muy alejada de cualquier soberbia prospectiva. El libro está dividido en tres partes, Fin, Ráfagas de luz, y Principio. En esta inversión de elementos, señalada en esa primera parte, coloca Troncoso una serie de poemas de carácter escatológico y apocalíptico, antimesiánicos y levemente ecológicos ("Porque a veces la tierra / no soporta nuestro peso"), llenos de potentes imágenes ("Ya no habrá sucursales de calor / ni gente que ignorar en las aceras"), que devuelven a la triste cotidianeidad en la que se sufre por el tiempo arrasado en oropeles carnavalescos, la inocencia, la Babel de la ideología, la muerte, la vida desperdiciada ("¡Qué apego tan estúpido / a dar la espalda a las cosas sencillas!"), o la degradación de la enseñanza, en un extraordinario poema, Pupitres violentos, dedicado "A quienes a fuerza de años haciéndolo mal, / ya no nos dejan hacerlo bien"). Frente a las combinaciones de endecasílabos y heptasílabos que pueblan la mayoría de sus poemas, Troncoso opta en éste por el octosílabo, construyendo un a modo de romance negro, que no cede al eufemismo ("Alimañas acechantes / sin presente ni futuro / me consumen la energía"), y señala -creo- los males de la burocracia creciente ("rutinas de papel sucio / me atan las manos y el deseo"), y de un sistema educativo que deja al profesor a los pies de los caballos, y que puede convertir la práctica docente en un verdadero suplicio ("cuarenta y cinco minutos: / la duración del infierno"). El desamor es, en fin, el objeto de los últimos poemas de esta primera parte; desamor felizmente expresado en un lenguaje tomado a lo cotidiano circundante ("Por impago de amor / los errores llamaron a la ausencia. / Y llegó la muerte a desahuciarnos"), y que insiste en su  irreversibilidad ("Si quisiéramos deshacer los pasos / caminaríamos sobre ceniza").
En la segunda parte central, Ráfagas de luz, hay poemas llenos de amor por la infancia, la realidad encarnada en un humilde gato, medida de las cosas, y la poesía y los poetas, a los que se mira con complicidad y verismo en un hermoso y clarividente poema, Pájaros de humo ("Sufren y no saben hallar el bálsamo / para curar las heridas del tiempo / y la angustia por lo que no comprenden. [...] Sabios, ingenuos, locos, inconscientes... / Los enfermos de lucidez: los poetas").
La última parte del poemario, tiene como marcado protagonista al amor, cuya plenitud avasalladora invierte todos los órdenes ("Precipita el final. Llega el principio. / Ábrete paso, y no preguntes"), imagen de la estructura del libro, en la que los referentes míticos y escatológicos ceden a la fuerza del amor, transmutado en una ansiada maternidad, redentora y, finalmente, plena de sentido ("Su voz será el eco de lo que fuimos / mucho antes del silencio"). El amor, que adquiere su ser en el día a día, cotidianeidad a la que remite la poeta en el magnífico poema final, Post it, dedicado a su compañero, con hermosos y sentidos versos ("En la nevera hay algún beso de ayer") que cierran el círculo de lo cotidiano vuelto poesía.

sábado, 9 de junio de 2012

DE ENCUENTROS, REVELACIONES Y SORTILEGIOS


Hace unos días caminaba por el parque Genovés y se me acercó un chico envuelto en la luz crepuscular llamándome imperiosamente, "profesor, profesor". Como tal nombre suele ponerme inmediatamente en guardia, me paré hasta que reconocí al mozalbete que se me acercaba: era un alumno que tuve hace dos cursos en mi último año en mi antiguo instituto. Empezó a hablarme, y recordé su nombre, algo que suele poner muy contentos a los chicos, aunque, al menos en mi caso, es un misterio de la memoria, que a veces fulgura, y en otros casos es incapaz de sacudirse la losa del olvido previsible. Había crecido el muchacho, y lo reconocí por sus gafas; en la época era el típico pequeñajo gafotas y cascarrabias, de voz  casi gangosa, como aún no formada. Le pregunté cómo le iba, y lo animé a seguir trabajando. Extraños los lazos que se establecen bajo esa etiqueta de "profesor", de agradecible anonimato generalizador. Alivió mi melancólica caminata vespertina, y me hizo pensar en este cercano fin de curso. Ha sido un año duro, y lleno de retos profesionales para mí, de los que he salido bastante satisfecho, a pesar de la ansiedad que me ha producido. Visité días después ese centro para apuntarme al homenaje que se va a hacer a una ex compañera, y no sentí nada al recorrer esos pasillos, que no pisaba hacía tanto. El factor humano es, a final, la piedra de clave de todo.

Nunca había asistido a un matrimonio civil, y me sorprendió el discurso medio legalista, medio sentimental del munícipe encargado de oficiarlo, pues hablaba de que el matrimonio concluye con su extinción, y que, al tiempo, debe ser para siempre. Ninguna mención, pues, a la muerte, y, ni siquiera, al divorcio. La escena me hizo pensar en el mito de Filemón y Baucis que he leído estos días en el libro VIII de las Metamorfosis de Ovidio ( curiosamente, el programa Le jardin des dieux de Francemusique dedicó su emisión del pasado domingo a las plasmaciones musicales del mito). Esta pareja de ancianos que había hospedado generosamente a Zeus, viajero de incógnito, a pesar de su pobreza, fue recompensada por el soberano de los dioses con la concesión de un deseo: éste fue el que ninguno de los dos llegara a ver la tumba del otro, lo que les concedió el dios convirtiéndolos en dos árboles vecinos cuando llegó la hora fatal de uno de ellos. El arte ofrece una salida estática encarnada en lo vegetal a ese afán humano, donde el Legislador produce eufemismos y obviedades. ¿Será, acaso, el enfoque de la religión el más realista, o, al menos, el más ajustado a las esperanzas humanas? 



La satisfacción de los deseos ocultos puede conducir al desasosiego, a la paradójica insatisfacción vital, y al ansia sin objeto que puede terminar en rencor; algo de eso es lo que se percibe en la obra de Michel de Ghelderode, polifacético escritor belga, cuyo tomo de relatos Sortilèges (1941) leí hace poco. Ghelderode es uno de esos artistas que recrea un mundo propio que tiene su raíz en la infancia (el catolicismo sombrío que se le transmitió en la escuela, que le llevó a perder la fe pero no a dejar de creer en el Mal, las leyendas flamencas contadas por su madre, y la pasión por la historia contagiada por su padre archivero, así como su propia pasión por el teatro de marionetas), pero que se va oscureciendo, y degradando hasta caer en un callejón sin salida, a veces reproducido de un modo magistral como en el relato Le jardin malade ("El jardín enfermo"), o Tu fus pendu ("A ti te ahorcaron"), pero que, a la postre, como trasluce el último cuento, L'odeur du sapin ("El olor a muerte"), deriva en su caso en una obsesión sexual perversa y misógina. Esta evolución se me antoja que, con los años, acabó reflejándose en el propio rostro del autor, imagen de la amargura, y la vejez prematura.

viernes, 1 de junio de 2012

SALAMANCA INSÓLITA

Salamanca es una ciudad que enamora y cala hondo por su serena belleza, y la modestia de su innegable grandeza. Está llena de rincones y detalles que llaman la atención (aparte de la consabida rana que buscan los turistas), cargados de cierta ironía que el tiempo ha alimentado. Así, en la Plaza Mayor, un lugar que parece aspira a peldaño de la eternidad

sorprende encontrar entre los medallones consagrados a personajes históricos españoles uno dedicado a Francisco Franco, en una esquina de la plaza donde, al parecer, se produjeron las reuniones que dieron lugar al nacimiento de Radio Nacional

Distintos reyes de las varias dinastías hispánicas flanquean el busto del dictador, en una muestra de integración histórica que resulta casi tan inquietante como cuando se recorren las estancias del palacio de Versalles, y a las imágenes de los Borbones suceden los grandes cuadros dedicados a las victorias del Emperador Napoleón. Llama también la atención la generosidad capilar del escultor con el personaje, al que se pretendía quizás darle así un aire decimonónico, es decir, representarlo como uno de los espadones de los pronunciamientos de aquel siglo convulso; no puedo uno evitar de tal suerte recordar la afirmación de que la historia sólo se repite en forma de parodia.
En mi visita al recinto universitario, pude contemplar el salón de actos donde Unamuno, que tiene también su merecido hueco en la Plaza Mayor,

pronunció su famoso "Venceréis, pero no convenceréis" delante de Millán Astray y sus secuaces. Como derrota definitiva de los ideales unamunianos puede interpretarse el hecho de que en los años cincuenta, y durante una visita a la Universidad del dictador, se hizo cambiar el emplazamiento de la mesa y el estrado al extremo opuesto de la sala, pues quedaban bajo las ventanas y Franco, como todos los dictadores, era muy sensible al temor a los atentados. En la foto puede verse el lugar original desde el que habló Unamuno.

Otro lugar muy interesante de recorrer en Salamanca es el Archivo Histórico. Me sorprendió mucho leer los partes que daban ciertos comités locales durante la Guerra Civil sobre la afiliación de maestros, calificándolos, según las zonas, de religiosos, reaccionarios, masones o subversivos; así como la cantidad de masones censados por los franquistas en la provincia de Cádiz, sólo comparable, si no recuerdo mal, a la de Madrid. El nombre de la calle donde se encuentra dicho Archivo resulta ahora irónico respecto a la polémica desatada durante el gobierno zapaterista por la exigencia de su despiezamiento realizada por el nacionalismo catalán.

Aunque lo que menos me podía esperar era encontrar un astronauta esculpido en una catedral. La razón que se da para ello en Salamanca es que corresponde a una parte recientemente restaurada del edificio en la que los artífices han querido dejar una huella evidente de que se trata de una restauración realizada en (a partir de) el siglo XX.

Uno esboza una sonrisa pensando en esto, pues la carrera espacial es algo ya casi exclusivamente identificado con el período de la Guerra Fría, y, quizás en el juego de espejos del futuro resulte tan misteriosa su interpretación como puedan serlo ahora ciertos elementos artísticos que se sabe cargados de simbología, omnipresente en el arte occidental hasta el final del Barroco cuanto menos. Divierte, no obstante, observar a ese astronauta un tanto perdido en el arabesco de piedra de la Catedral de una ciudad que parece singularmente comprometida con la inmortalidad.