MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 21 de julio de 2019

MAN ON THE MOON





Hoy se cumple el quincuagésimo aniversario de la llegada del hombre a la luna en la misión Apolo XI de la NASA; siguieron las misiones XII a XVII (salvo la fallida XIII) hasta 1972, depositando hombres en la luna hasta el número de 12 (Qué raro se hace recordar ahora que el gran Gilberto Gil, tras el alunizaje en 01966 de la primera nave terrestre no tripulada, la soviética Lunik 9, publicó el año siguiente una canción homónima en la expresaba su temor a perder el claro de luna con el que clarear su canción).

"Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad" era la frase que tenía preparada Neil Armstrong. La presencia del hombre en el espacio ha quedado limitada hasta la actualidad a los astronautas o cosmonautas (término preferido en la época por los soviéticos) de la Estación Espacial Internacional (ISS). Tal lapso de tiempo ha hecho prosperar, entre tanto, toda clase de bulos y teorías fantasiosas sobre la falsedad de ese viaje a la luna. Es cierto, empero, que el alunizaje de 01969 queda como el episodio cumbre de la Guerra Fría que libraban entonces los bloques liderados por E.E.U.U. y U.R.S.S., y su no desarrollo posterior ha contribuido a dar pie a esas teorías.

Parece que todos los ojos se dirigen ahora a Marte, en un viaje que duraría unos 6 meses, pero que está todavía en fase de mero proyecto. Verdad es que el espacio es inhóspito y peligroso, plagado de radiaciones y sin ese vínculo a la realidad que es la gravedad, y que en nuestro mundo multipolar ya no hay dos bloques claramente marcados que necesiten marcarse puntos propagandísticos para justificar inversiones faraónicas, pero todo progreso en la exploración del espacio ha redundado en avances de interés general como han sido el desarrollo de materiales como el velcro, el teflón o el horno microondas. Mejor es, pues, que esos avances vengan ligados a la necesaria conquista del cosmos en vez de a guerras, como ocurrió en el siglo XX.

La Asociación astronómica M13 de Cádiz realizó ayer una actividad pública de homenaje a dicho viaje explicando en la Plaza de la Estrella gaditana el desarrollo de la aventura del Apolo XI con medios artesanales y gran amenidad, que fue muy aplaudida por el público asistente. Daba un poco de vértigo reflexionar en el posible fallo de algunas de esas maniobras delicadas ejecutadas en gran parte manualmente, que habría condenado a la muerte a los cosmonautas, y en la inevitable presencia de lo imprevisto, que hacía quedarse atorado inicialmente a Armstrong con su traje en su maniobra de salida en una escotilla aparentemente demasiado pequeña.

domingo, 14 de julio de 2019

PASOS DE LA HUMANIDAD





Placa en la sonda Pioner 10, diseñada por Drake y Sagan, y dibujada por la hija de éste.



Los avances de la tecnología empujan al hombre a explorar el cielo en busca de formas de vida, igual que en el siglo XV la misma dinámica llevó a la Humanidad a descubrir un nuevo continente y a pueblos que no aparecían mencionados en la Biblia (curiosamente, hoy en día Colón volvería a entrar en conflicto con los terraplanistas). Dicho impulso, ahora como entonces, queda mediatizado por consideraciones morales, éticas, filosóficas o ideológicas.

En 01950, Enrico Fermi, implicado en el proyecto Manhattan, enunció su famosa paradoja, que afirma que si existen civilizaciones extraterrestres por qué no se han comunicado con nosotros. Primaba, sin duda, en el físico nuclear la visión pesimista procedente de la comprobación de los efectos de la bomba atómica que habia contribuido a desarrollar, concluyendo que una civilización tecnificada acaba desarrollando los medios de su propia destrucción.

Tal pesimismo determinista no influyó, empero, en astrónomos como Frank Drake y Carl Sagan que crearon el instituto SETI (search for extra terrestrial intelligence), dedicado a rastrear la presencia de vida extraterrestre en el universo. El mismo Drake enunció en 1961 la ecuación que lleva su nombre, y que calcula mediante numerosas variables el número de civilizaciones capaces de emitir señales de radio en nuestra galaxia. Su cálculo, que le llevaba a hablar de la posibilidad de detección de 10 civilizaciones por año, se ha reducido considerablemente por el cuestionamiento de sus variables, y en la actualidad se ha reducido a un cero coma seguido de varios ceros.

El aislamiento en que se encuentra la Tierra en los suburbios de la Vía Láctea, y la ausencia de detección de señales de radio exteriores, tuvo el efecto pendular de la aparición de la hipótesis de la Tierra especial o rara, donde la confluencia de tantos factores excepcionales y su precario equilibrio para la creación de vida, hacen dudar a muchos de que tales condiciones puedan volver a darse en la misma medida en otro lugar del Universo. Tal teoría provocó razonables críticas en el sentido de que pueden existir otras formas de vida no basadas, como la nuestra, en el carbono; de que esas formas de vida no tengan que ser necesariamente inteligentes y tecnológicas; o de que se encuentren en un grado de desarrollo similar o inferior al nuestro, y que, por lo tanto, sean incapaces de desarrollar un ideología de detección, o de que, simplemente, no hayan coincidido con nosotros en el abismo del tiempo intergaláctico.

Sea como fuere, esa vida extraterrestre tiende a imaginarse como inteligente, antropoide, y con un grado de desarrollo tecnológico muy superior al nuestro. Esta idea está sin duda en la elaboración teórica de la llamada Escala de Kardashov, método para medir el grado de desarrollo tecnológico de una civilización basado en su uso de los recursos energéticos, y de las que establece tres tipos, de los que el II y III lograrían el dominio de los recursos de su sistema planetario y su galaxia, respectivamente, en un lapso de tiempo de un millón de años aproximadamente. Tal optimista visión de la expansión de la Humanidad y de su progreso indefinido choca frontalmente con la visión milenarista de Fermi, y con la de quienes sostienen, malthusianamente, que la superpoblación y el agotamiento de los discursos colapsarán tal desarrollo humano, aunque, por otra parte, echa una mano a quienes creen en la existencia de civilizaciones superiores capaces de contactarnos a pesar de las abismáticas distancias siderales.

Llegado a este punto, siento que nos situamos ya en un campo metafísico de pura especulación, que bordea lo casi religioso, en el que esos extraterrestres avanzados jugarían el papel de nuevos Mesías científicos, dispuestos a redimirnos de nuestros errores, como los que aparecen en la película "Ultimátum a la Tierra" (01951). Otros, en cambio, desean tal contacto, pues afirman que sería la prueba definitiva contra las religiones antropocéntricas. Pero ya el sagaz C. S. Lewis decía en su libro "Los milagros" que tal descubrimiento sólo vendría a demostrar que Dios habría reservado otras formas de Redención para otros seres dotados de alma.

Sea como fuere, está claro que el futuro de la Humanidad está en la exploración del Espacio, y no hacerlo no sería más que una traición a nuestra propia naturaleza, pues ya decía T. S. Eliot en uno de sus versos que todo hombre viejo debería convertirse en explorador, y nuestra Humanidad ha hollado demasiado ya sus propias huellas sobre nuestra vieja tierra madre, como para no encaminarse sus pasos a otra parte.