MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 18 de agosto de 2019

DESASOSIEGOS VERANIEGOS




Martin Parr



Se dice que el verano es la época en la que, debido a la forzosa convivencia vacacional, afloran conflictos larvados en la pareja, y provocan que septiembre sea el mes con mayor registro de divorcios del año. Aunque a veces no hay ni que esperar a septiembre; así, un amigo ha tenido que irse solo de vacaciones al extranjero tras una ruptura sentimental de última hora, por lo que no le queda otra que ajustar cuentas consigo mismo, y vivir el mágico extrañamiento de recorrer solo un país culturamente diverso, cosa que no deja de tener su lado positivo. Otro amigo me confesaba que, tras años de matrimonio, estaba pensando en el divorcio, que estaba harto de la situación (para mi sorpresa, pues nunca me había hablado mal de su relación ya de años), y que desde hacía unos meses estaba apuntando todo lo que de malo según él su pareja le hacía, pues a él se le olvidaba, mientras que su mujer le recordaba constantemente cosas malas de él del pasado. Recordé entonces un pasaje de Los demonios de Dostoievski donde un personaje decía con sorna que si la prometida descubría algún asunto turbio de su novio, se le recordaría un año después de casados, y no dejé de sentir curiosidad por el particular cahier de doléances de mi amigo, y por saber si se atrevería alguna vez a utilizarlo. 

Había quien decía, creo que Nietzsche, que no hay perdón sin olvido, y, según le escuché a un psiquiatra, las mujeres tienen más difícil eso de olvidar de acuerdo a su estructura cerebral, por lo que viven más prolongadamente situaciones de rencor, sobre todo entre ellas. No sé en qué medida habrá en esto un mecanismo de autoafirmación o de defensa en el seno de una sociedad que las ha tenido mayormente en segundo plano; no creo que sea ajeno a esto la afirmación del propio Dostoievski en la misma obra de que lo que no perdona nunca la mujer es la humillación.

De las intensas sesiones de natación que me pego por las mañanas en este lapso de buen tiempo que vivimos tengo hoy dolores musculares, a los que se suma cierta inquietud, pues hace casi dos semanas que no veo por la playa a Pedro, al señor ochentañero que me invita desde hace dos años a dejar mi ropa junto a sus cosas; le he preguntado a uno de sus amigos y me ha dicho que está enfermo de la garganta, y que no viene. Sin duda, para antiguos enfermos del corazón como él los catarros son un verdadero problema; espero, con todo verlo pronto, pues su vitalidad algo malhumorada son un acicate par mí cuando pienso en mi ignoto futuro.

domingo, 11 de agosto de 2019

RITORNELLO




Bartolomeo Passarotti




Las vacaciones a veces hacen que estés en sitios donde no dispones de ordenadores para escribir, o que el ajetreo de modo aparentemente paradójico te lo impida; aunque por otra parte no está mal esta pausa medio forzada, pues tomas cierta distancia de la rutina de escribir.

Los recuerdos se acumulan, mas se diluyen como los sueños cuando intentas inventariarlos. Algo así pasa con las lecturas: de un clásico del siglo de Oro como "El Diablo cojuelo", que, como otras tal que la obra de Vicente Espinel, te desilusionan un tanto por la escasa crítica social que, por el contrario, se magnifica tanto en contrasolapas. Las primeras páginas de aquella novelita te cautivan por su surrealista exuberancia metafórica y de ingenio, por más que luego se malogra por la escasez de esa descripción satírica de la sociedad de la época que promete el diablillo, sustituida por catálogos de nobles que lisonjear y fintas y molinetes literarios. En Sanlúcar compré, como hago todos los veranos, algún libro en las ferias y mercadillos benéficos; esta vez ha sido "La marcha Radetzky" de Joseph Roth y "Bomarzo" de Manuel Mujica Láinez, un libro que llevaba esquivando hasta ahora bajo las múltiples encarnaciones en que se me ha presentado siempre en tenderetes, mercadillos y librerías.

Al parece Mujica Láinez decía que no necesitaba escribir ninguna autobiografía, pues él siempre estaba presente en sus obras; en este "Bomarzo" podría haber quizás trazas de una infancia dolorosa y convalenciente, dada la posible identificación del autor con el protagonista, duque minusválido del Renacimiento italiano, que consigue prolongar, al menos como voz narradora, su relato vital hasta el presente, volviéndose así un alter ego del escritor argentino, experto en arte y apasionado de tal época, que convierte, en mi opinión, la falsa autobiografía del deforme Orsini en un medio feliz de volcar sus conocimientos, obsesiones y amor por ese periodo histórico y artístico. En las escasas cien páginas que llevo leídas se ofrece el retrato prototípico y adverso de un español adusto, y fanático religioso, paje del protagonista. Resulta más chocante esto en una persona extremadamente culta como Mujica, y si se piensa que hace poco más de 200 años los argentinos eran también españoles, "españoles de ambos hemisferios" como rezaba la Constitución de 1812, y la tendencia de aquéllos a considerarse "un pueblo de europeos exiliados" como creo que decía Borges, pero italianos, franceses o ingleses antes que españoles. Probablemente, consecuencia de la necesidad apresurada de construir apresuradamente Estados artificiales sobre una población sentimentalmente dividida.

Ando un tanto preocupado en este frío verano de mar rizada que estorba mi nado diario, y no sé muy bien a qué achacar esta inquietud; tal vez me siento culpable de la tregua que he dado a ciertos problemas, que, en parte, no depende de mí. Por otra parte, como profesor, siento que nunca desconecto del todo ni del pasado ni del futuro inmediato que me espera a la vuelta de pocas semanas, que te hace juguete del artificioso calendario escolar. Revisando entradas antiguas, he visto que vivía con cierta amargura esta realidad; ahora, acepto, como Monica Vitti en Il deserto rosso que todos estos -digamos- microtraumas forman parte de mi vida, y que no me son externos.