MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 11 de agosto de 2019

RITORNELLO




Bartolomeo Passarotti




Las vacaciones a veces hacen que estés en sitios donde no dispones de ordenadores para escribir, o que el ajetreo de modo aparentemente paradójico te lo impida; aunque por otra parte no está mal esta pausa medio forzada, pues tomas cierta distancia de la rutina de escribir.

Los recuerdos se acumulan, mas se diluyen como los sueños cuando intentas inventariarlos. Algo así pasa con las lecturas: de un clásico del siglo de Oro como "El Diablo cojuelo", que, como otras tal que la obra de Vicente Espinel, te desilusionan un tanto por la escasa crítica social que, por el contrario, se magnifica tanto en contrasolapas. Las primeras páginas de aquella novelita te cautivan por su surrealista exuberancia metafórica y de ingenio, por más que luego se malogra por la escasez de esa descripción satírica de la sociedad de la época que promete el diablillo, sustituida por catálogos de nobles que lisonjear y fintas y molinetes literarios. En Sanlúcar compré, como hago todos los veranos, algún libro en las ferias y mercadillos benéficos; esta vez ha sido "La marcha Radetzky" de Joseph Roth y "Bomarzo" de Manuel Mujica Láinez, un libro que llevaba esquivando hasta ahora bajo las múltiples encarnaciones en que se me ha presentado siempre en tenderetes, mercadillos y librerías.

Al parece Mujica Láinez decía que no necesitaba escribir ninguna autobiografía, pues él siempre estaba presente en sus obras; en este "Bomarzo" podría haber quizás trazas de una infancia dolorosa y convalenciente, dada la posible identificación del autor con el protagonista, duque minusválido del Renacimiento italiano, que consigue prolongar, al menos como voz narradora, su relato vital hasta el presente, volviéndose así un alter ego del escritor argentino, experto en arte y apasionado de tal época, que convierte, en mi opinión, la falsa autobiografía del deforme Orsini en un medio feliz de volcar sus conocimientos, obsesiones y amor por ese periodo histórico y artístico. En las escasas cien páginas que llevo leídas se ofrece el retrato prototípico y adverso de un español adusto, y fanático religioso, paje del protagonista. Resulta más chocante esto en una persona extremadamente culta como Mujica, y si se piensa que hace poco más de 200 años los argentinos eran también españoles, "españoles de ambos hemisferios" como rezaba la Constitución de 1812, y la tendencia de aquéllos a considerarse "un pueblo de europeos exiliados" como creo que decía Borges, pero italianos, franceses o ingleses antes que españoles. Probablemente, consecuencia de la necesidad apresurada de construir apresuradamente Estados artificiales sobre una población sentimentalmente dividida.

Ando un tanto preocupado en este frío verano de mar rizada que estorba mi nado diario, y no sé muy bien a qué achacar esta inquietud; tal vez me siento culpable de la tregua que he dado a ciertos problemas, que, en parte, no depende de mí. Por otra parte, como profesor, siento que nunca desconecto del todo ni del pasado ni del futuro inmediato que me espera a la vuelta de pocas semanas, que te hace juguete del artificioso calendario escolar. Revisando entradas antiguas, he visto que vivía con cierta amargura esta realidad; ahora, acepto, como Monica Vitti en Il deserto rosso que todos estos -digamos- microtraumas forman parte de mi vida, y que no me son externos.


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