MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 2 de junio de 2019

REVOLUCIONARIOS




August Sander, "Intelectuales proletarios", ca. 01925



Comencé a leer "Los demonios" (Les possédés, en la traducción francesa que leo) de Dostoievsky para encontrar ahí claves del tumultuoso Moravagine de Blaise Cendrars, cuyo protagonista homónimo, asesino psicopático, acompañado de un médico del sanatorio mental del que huyó, recaba en Rusia en 01904, donde se adhiere con pasión al movimiento revolucionario, y a sus prácticas terroristas, llevándolas a un delirio de destrucción total. Precisamente, en un pasaje de la obra los neorevolucionarios se oponen a la "secta mística" de los "nihilistas de 1880" casi coetánea a aquella objeto  de la obra de Dostoievsky:

"Nosotros éramos hombres de acción, técnicos, especialistas, los pioneros de una generación moderna dedicada a la muerte, los anunciadores de la revolución mundial, los precursores de la destrucción universal, unos realistas, realistas. Y la realidad no existe. ¿Qué? ¿Destruir para reconstruir o destruir para destruir? Ni lo uno ni lo otro. ¿Ángeles o demonios? No, permítanme reír: autómatas, simplemente. Actuábamos como una máquina gira en el vacío, hasta el agotamiento, inútilmente, inútilmente, como la vida, como la muerte, como se sueña. No teníamos siquiera el regusto de la desdicha" (la traducción es mía).

Ciertamente, este impulso de aniquilación multitudinaria, no ajena a reminiscencias futuristas, en la evocación dinámica de los objetivos de destrucción (trenes, fábricas, ciudades, armadas, etc.) choca con el proceder sibilino de personajes como Piotr Stepánovich, conspirador revolucionario, que, al final de la primera parte de la obra de Dostoievsky quiere apelar al recurso de sicarios, y al compromiso de sangre de pequeñas secciones de mediocres seguidores.

En nuestros días, seguimos sufriendo la acción de los ilusorios revolucionarios de la igualdad, frente a los siempre por llegar de la libertad. Aquéllos van cambiando su discurso, pasando de reivindicar los derechos de una clase obrera ya diluida por completo en la moderna sociedad de consumo a la de "colectivos" victimizados, de cuyos derechos pretenden hacerse valedores por simple ambición de poder en el contexto de las partidocracias que se lo ofrecen a cambio del acatamiento al establecimiento oligárquico económico-político.

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