MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 28 de abril de 2019

DOVLÁTOV




Fui esta semana a ver la película Dovlátov con un amigo estudiante de ruso, y un compañero suyo de clase. Yo, aficionado al cine ruso a través de Tarkovski, me sorprendo siempre de las enigmáticas entonaciones de esa lengua, casi salmódicas, y que difícilmente dejan traslucir las inflexiones emotivas que los personajes vierten en su decurso hablado. Mis amigos afirmaron entender bastante de los diálogos de una película que narra unos días de la vida del escritor Serguei Dovlátov en los años 70, etapa previa a su emigración a los EE.UU.

La película goza de una buena recreación de esos años de sovietismo, con interiores desvencijados y abigarrados, y exteriores grises de cemento y cristal anodinos, aderezados de nieve y neblinas nocturnas, que contribuyen en gran medida a recrear el ambiente opresivo y circular que preside la obra. Dovlátov y sus amigos artistas se reúnen para beber, leer poemas, escuchar música y hablar sobre cuadros y arte, sobre obras ajenas y propias sistemáticamente censuradas por un régimen que exige formar parte de un sindicato o unión de artistas o escritores para tener siquiera la posibilidad de ser publicado. La sorda desesperación que estos personajes ahogan en alcohol o en sueños de emigración da lugar a algunas escenas impactantes, como la enésima visita de Dovlátov a las oficinas de la revista literaria donde le piden recurrentemente que escriba de forma optimista sobre los "héroes del pueblo", encarnados por obreros del metro o de extracciones petrolíferas; allí se entera de que los manuscritos recepcionados están siendo entregados a una escuela anexa para ser utilizados como papel de borrador por los alumnos, y baja al patio, donde, entre los montones de papeles, descubre obras de sus amigos y suyas propias, al tiempo que una mujer le pide que le ayude a acarrear los montones de papel, acusándole de no tener corazón al verlo titubear. Es en esas mismas oficinas donde un amigo suyo intentará suicidarse cortándose las venas, recibiendo el posterior reproche de una redactora ante lo que considera la banalidad de un gesto frente a la realidad de que la inmensa mayoría de los textos que reciben no son publicados.

Otra gran escena de la película se desarrolla en un mercadillo, donde un hombre aborda a Dovlátov ofreciéndole obras prohibidas, como "Lolita" de Nabokov. Éste se hace pasar por un agente de la policía secreta, acusa al hombre de estar borracho, y le exige traerle una lista la semana siguiente de la gente que busca obras de Nabokov. Cosa que hará el individuo, y pide a Dovlátov, a cambio, que le facilite el conseguir una lavadora, que exige dos años de lista de espera. Éste le responde que vaya a la Estación Central y pregunte allí por los agentes Malevich o Kandinski. Referencias a artistas como éstos y escritores abundan en el film, como el caso de Mandelstan, Solchenitzin o Pasternak, escritores mal vistos por el régimen, en comparación de quienes los compañeros de Dovlátov se consideran como "la última generación capaz de salvar la literatura rusa".

La película hace, en conclusión, evidente cómo una de las características de los regímenes totalitarios es el desperdicio del talento, sentido como una amenaza por la casta en el poder y sus adláteres sectarios. En las partidocracias de nuestra Europa, y, concretamente en la española, este malbaratamiento del talento, tan pernicioso para el progreso de la sociedad, se manifiesta no sólo en el terreno político, donde las personas honradas y capaces son relegadas o excluidas frente a los mediocres obedientes a los jefecillos de los partidos que los ponen en sus listas, sino también en el universitario, donde no son desgraciadamente muchas veces los candidatos más cualificados científicamente los que acceden a los puestos de docencia sino los apadrinados, y en el intelectual-artístico, donde unos pocos "mandarines" controlan, a través de editoriales y premios literarios, la vida cultural de un país.

domingo, 21 de abril de 2019

PASCUA



Orazio Gentileschi


Ha llegado el Domingo de Resurrección, y el final de las vacaciones de Semana Santa, con un tiempo irregular. Esta semana de Pasión la he pasado en mi ciudad, Cádiz. Pensé que iba a hacer muchas cosas, pero al final la realidad se impone y no queda tanto tiempo como parece.

He estado promocionando mi libro "El enfermo imaginable": ya se está comprando y he recibido las primeras críticas favorables. Mañana se producirá el reencuentro con el trabajo y cuestiones pendientes de resolver parece que positivamente.  Me sorprende ahora a mi mismo el grado de indiferencia religiosa en que me encuentro: orillo y circunvalo las procesiones, y sólo me conmueve algo la música procesional, si es buena. El ambiente tampoco ayuda mucho, pues ves a un montón de gente, entre esos mismos espectadores, que pasan totalmente del evento, gritando, charlando, y pasando por entre los penitentes como un ciclista reivindicativo entre los paseantes. Es en ese momento cuando siento cierta tristeza y admiración por esas personas que intentan mantener viva la transmisión de una tradición contra mundum, como la escuela.

Es triste ver como la ley de hierro de la oligarquía y la servidumbre voluntaria se extiende por organizaciones que pretenden luchar precisamente contra ella. Surgen así nuevos santones barbudos ante los que hay que prosternarse para recibir la imposición de manos que asegure la adecuación a los principios, cuando no son más que unos mediocres sectarios, que, como todos, sólo encuentran seguridad en el control y la censura, al tiempo que destruyen lo que dicen defender.

Pienso en lo que soy, y en lo que seré, en mi futura y progresiva decadencia física, así como aquello que dejaré tras de mi, la memoria postrera. Pienso que todo lo que hago, poemas, relatos, artículos son como flechas sioux, lanzadas al futuro, cuyo alcance no puedo, ni me interesa, controlar.


sábado, 13 de abril de 2019

"EL ENFERMO IMAGINABLE" EN TAPA BLANDA






Ya está disponible en tapa blanda en Amazon mi nuevo libro de relatos "El enfermo imaginable". Estas fotos me las ha enviado un amigo, que se lo ha comprado, pues yo todavía espero mis ejemplares de autor, que llegan al parecer mañana a casa.

Es cierto que el libro físico es otra cosa, a pesar de sus problemas de ocupar espacio, y ser un foco de polvo, que, como los malos efluvios, son siempre molestia ajena. Tener una biblioteca, aunque sea pequeña, es una manera de reconciliarse con la vida, como eso de que Bach lo es con Dios; marea un poco pensar en que los libros, igual que los discos contienen tiempo almacenado, aunque no de la misma manera; digamos que ese tiempo newtoniano de los discos se contrapone al tiempo flexible y curvo eisensteiniano de los libros, que, a veces, durante la lectura, te lanza a una paradoja espacio-temporal, donde, en ocasiones, la memoria te devuelve como un niño a un futuro en que la muerte y el desánimo eran el único horizonte observable.

Escuché ayer hablar a un científico en una radio chilena del siglo XXII, y uno que sólo se lanza a pensar a veces en 02039, centenario del comienzo de la segunda guerra mundial, ya dejado atrás el centenario de la primera. La Humanidad, por más que nuestras generaciones agónicas y apocalípticas no lo quieran, tiene muchos siglos y milenios delante de sí, y su horizonte inevitable es la exploración y colonización del cosmos extraterráqueo, con el espíritu con que hace cinco siglos tres cascarones de nuez cruzaron un océano tenebroso e ignoto.

Es siempre un placer leer el blog Bonnet d'âne de Jean-Paul Brighelli. Recuerda un poco a Ignacio Ruiz Quintano en su capacidad de mezclar lo extremadamente refinado y lo popular, o incluso vulgar, y de dar vida a términos desusados o poco frecuentes, al menos para mí, como "lactescente", "candaulismo" o "filópigo".

domingo, 7 de abril de 2019

MI NUEVO LIBRO DE RELATOS "EL ENFERMO IMAGINABLE"




"Una señora mayor que se queda sin vecinos, un empleado de notaría en paro, un dudoso heredero, una pareja en busca de piso, una disputa por puestos en una lista electoral, un escritor sin rumbo, una avería de ascensor que hace extraños compañeros, un desahucio de inesperado desenlace, un colegio que recibe a unos inauditos alumnos... todos ellos forman parte de "El enfermo imaginable", un libro de relatos en los que se hace, por un lado, un retrato de hechos y personajes típicos de la grave crisis económica que estalló en España en la primera década del siglo XXI, y cuyas consecuencias aún vivimos, y, por otro lado, se describen experiencias humanas de soledad, buscada o forzada, injusticia y amor en entornos a veces nostálgicos, a veces distópicos. La burbuja inmobiliaria al estallar reveló las miserias de un régimen político basado en la mentira, y que llevó a que el sueño de prosperidad de muchos, basado al cabo en el endeudamiento, se tornara en pesadilla. Estos a modo de microepisodios nacionales se ven entreverados de relatos donde la nostalgia y el humor se dan la mano para dar cuenta de vidas marcadas por la búsqueda del amor, que no la felicidad."

Este es el texto que he preparado para la presentación en Amazón de mi nuevo libro, en este caso de relatos, titulado "El enfermo imaginable" según el título de uno de ellos. No hubiera podido ponerlo a disposición de los lectores en esta plataforma sin la inestimable ayuda de mi hermano Óscar Domínguez Leal, diseñador gráfico. Gracias a él estará también en breve disponible la versión en libro de papel en tapa blanda.

Este libro está dividido en dos secciones, "Retratos de la crisis" y "Desconexión", aquélla más volcada hacia la realidad exterior, ésta más introspectiva, pero en ambas, como dijo alguien, he dejado jirones de mí mismo. Espero que lo disfruten.