MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 1 de diciembre de 2019

NO EVALUABLE




Dell & Wainwright


Noviembre es un mes que discurre entre la presión de las inminentes y damoclianas evaluaciones decembrinas, y la lucha contra el catarro y la gripe. Debes preevaluar con los alumnos, hacer la autoevaluación con tu grupo clase si eres tutor, y finalmente evaluar, para luego reunirte con los compañeros en maratonianas sesiones de evaluación. La obsesión por la evaluación que caracteriza a la Administración hace que ésta, en su castillo kafkiano, elabore modelos cada vez más complejos, detallados, y milimetrados usando una jerga pseudocientífica, nacida, probablemente, de la desconfianza hacia el profesor como ente intelectual aparentemente autónomo que, una vez que cierra la puerta de su clase, transmite a sus alumnos conocimientos y vivencias de una manera que pudiera resultar escandalosamente creativa.

Se pide, asimismo, al profesor que adapte su sistema de evaluación a las "necesidades educativas" de algunos alumnos que han sido diagnosticados (o "censados" como se dice ahora, en afán eufemístico de disimular la psicologización y medicalización exponencial de la escuela), y que combine y desarrolle estos sistemas de evaluación con el que usa para la generalidad de la clase (que suele estar en unos 25 miembros), creando un insostenible trabajo a varios niveles en nombre a la "atención a la diversidad", a la que no se ponen los medios necesarios, aunque el profesor se multiplique por sí mismo.

Queda la vida, y la frustración propia y ajena que golpea en mí como el mar embravecido contra el rompeolas; así, me proponen proyectos, actividades, y me atosigan con toda suerte de propuestas de trabajo personas en cuyos ojos brilla la necesidad de justificar de alguna manera el vacío que, como bufón enano, va colgado de su impecable porte laboral. Frente a ello, el valor del "no" como medida de valor contra la tentación de dejarse arrastrar a un infierno de inconsciencia, que puede, no obstante, ponerte al borde del precipicio del sinsentido, que no quiero mirar para mantener los pobres palos del sombrajo de mi "yo".

Intento, pues, como sea, manejar diversos asuntos a la vez, con cierto sentimiento de plenitud que no sé si es producto de un sentimiento de paz y concordia conmigo mismo, o producto del mero cansancio o del miedo al colapso.

martes, 19 de noviembre de 2019

domingo, 27 de octubre de 2019

EXHIBICIONISMOS




George Butler



En un afamado bar y restaurante de altura de Cádiz fui testigo de un hecho infamante: en la barra había un tipo de aspecto extranjero con evidentes síntomas de una silenciosa ebriedad. El hombre dejó caer la cabeza sobre el pecho y se quedó inmóvil, al tiempo que comenzaba a escorarse peligrosamente a un lado, ante las risitas de los 5 o 6 camareros vestidos de negro detrás de la barra, y el recochineo de algunos clientes que le hacían fotos, llegando una desaprensiva a hacerse un selfie con él. Una chica a nuestro lado tomó la iniciativa y enrostró a los camareros preguntándoles si no pensaban hacer nada, y llamar a una ambulancia ("Es un guiri", comentó uno de ellos, como para justificar absurdamente su inacción; quizás por eso le sirvieron cuatro whiskies a un tipo que venía ya bebido). De mala gana, uno de éstos cogió el teléfono, mientras otro, ante otro cliente que empezó a menear al dipsómano, sentenció que se trataba de un coma etilítico, pero no movió un músculo. Casi de seguido me vi con otros dos clientes levantando al tipo, que iba a acabar en el suelo, y llevándolo como un gran muñeco desmadejado, a sentarlo contra una pared. El hombre no reaccionaba, ni siquiera ante la presión del hielo, y poco tardó en orinarse encima, y vomitar silenciosamente.

Esta situación indignante, que dice muy poco de la humanidad y la profesionalidad de esos presuntos profesionales de la hostelería, ilustra cierta parálisis moral que parece asociada al espectáculo diferido que parecen haber hecho de la vida los móviles y la presión de la imagen compartida en las redes sociales (donde las fotos que más gustan son las que muestran un atisbo de intimidad a la curiosidad apresurada del espectador). No se puede actuar hasta que uno no haya registrado y compartido convenientemente un hecho, y la obsesión por el llamado selfie, la foto de uno mismo, se me antoja signo de un apresurado, por mor de injustificado, narcisismo que impide la contemplación y disfrute de monumentos y paisajes, reducidos a mero fondo circunstancial del "la realidad soy yo". Esa pasión por mostrarse en el ágora electrónica parece que excede con mucho el afán de exhibicionismo de cualquier época de la Humanidad.

Esta vuelta al trabajo ha estado marcada por mí por cierta sensación de gran soledad, y un sentimiento, no sé en qué medida defensivo, de ira, odio y desprecio. Quizás debería calmarme y enfocar esa dura constatación de saberse distinto de una manera menos perjudicial para mis nervios, dado que los objetos de mi enfado son los mejores controladores de su idiosincrasia nociva o mezquinamente egoísta.

jueves, 17 de octubre de 2019

10 AÑOS DE BLOG




Hace justo 10 años abrí este blog con una entrada que contenía este fotograma de Stalker de Andrei Tarkovski. Empecé publicando viejos poemas, y luego fui variando contenidos, tendiendo hacia la reflexión y el diario personal. Este blog me ha servido como frente de escritura, y de ha sido la fuente de mis libros publicados hasta ahora, y pasará lo mismo con los próximos.

Así, a modo de rito semanal, (pues el tiempo se me hace escaso) me siento ante las teclas, y añado una entrada más, aunque le doy vueltas últimamente a la idea de variar los modos de escribir. Muchas gracias a todos los que lo leéis o habéis leído.

domingo, 13 de octubre de 2019

PANTALLAS Y PSICODELIA




Verner Panton



Tras llevar más de una semana resistiendo al catarro, el jueves pasado sucumbí a lo que luego el médico me confirmó como gripe. La sensación de escalofrío que sufría en los cambios de clase, y las corrientes de aire en las aulas presagiaban el triste desenlace (por muy mal que entre en una clase, me vuelvo como uno de esos faquires a los que pinchan con toda clase de cosas y no sienten nada; estoy en mi papel, lo malo es al regresar al hogar, y sentirse agotado y enfermo, cuando no viejo presentido). No me gusta quedarme en casa: es como tiempo prestado, algo que yo no he elegido, como un préstamo preconcedido del tipo con el que te acosan los bancos. Así, que igual que al año pasado, aturdido y abrigado, me siento delante del televisor a ver alguna de esas series-río, que me es imposible seguir en otras circunstancias, pues le suelo dar preferencia a la lectura.

He descubierto de tal manera la serie británica Black Mirror, que gira en torno a los desastres existenciales que podrían provocar tecnologías avanzadas tipo implantes cerebrales, para el control de la mente, los recuerdos y el bloqueo de personas, como en las redes sociales, teniendo como lazo común las ennegrecidas pantallas de los móviles, cada vez más etéreos, y omnipresentes. No falta en ella tampoco la parábola política sobre los riesgos de las redes sociales (el peso de su multitudinaria opinión y su "democracia real") para el sistema parlamentario británico (del que no se deja, empero, de mostrar las contradicciones), y resultó gracioso que viendo la película televisiva Bandersnatch, asociada de algún modo a la serie, no me diera cuenta, hasta avanzada ésta, de que era interactiva, por lo que un amigo más joven, en el límite de las llamadas generaciones X y millennial se rió de mí, viejo baby boomer, cuando se lo conté por whatsapp (casi lo más extraordinario de la película me pareció que se recomendara al joven programador que escuchara para inspirarse el disco Phaedra de Tangerine Dream, ya señalado por artistas como John Foxx, como punto de partida de una nueva era de la música electrónica, pues contenía en él, según el artista británico, todo el desarrollo musical para 20 años).

Lamento ahora no haber conocido más de joven a esa generación del llamado cómic adulto español, que trabajó tanto para editoriales de Estados Unidos, como la famosa Warren: Esteban Maroto (por el que siento una especial debilidad, pues para mí encarna cierto estilo setentero, minucioso y volátil al mismo tiempo, espíritu de una piscodelia que promete más de lo que da, o de lo que, a la postre, uno puede alcanzar), José Ortiz, José González, Martín Salvador, Rafael Aura León, Luis Bermejo, Ramón Torrents, etc. El derrumbamiento y la quiebra del mercado del cómic adulto a mediados de los ochenta del siglo XX cierra las biografías de Wikipedia de la mayoría de los citados, incluso de algunos dibujantes más jóvenes como Rafael González Negrete, que a los 23 años, recién terminada su carrera de farmacia, que abandona, ganó el primer premio de la versión española de la revista Creepy en 1981 (ejemplar que adquirí en un mercadillo), y pudo desarrollar una carrera brillante pero corta. Sólo algunos de estos veteranos, como Luis Bermejo, que fue ayudante del multihistorietista Manuel Gago, continuaron su faceta artística en el terreno de la pintura al acuarela y al óleo, en el caso de Bermejo hasta su muerte reciente. Gloria a estos artistas sin adjetivos.

domingo, 29 de septiembre de 2019

BABELISMOS




Marcantonio Bassetti



La inercia de las cosas ayuda a sobrellevar la existencia; es como en el autobús en el momento en el que alguien quiere pasarte, y sabes que si te mueves, la inercia te hará perder el equilibrio; que espere quien sea. Así también en la vida cotidiana: hay alguien que quiere sumarte a su carro de la escoba, pues a exigirle cosas a su vez, que nadie es perfecto, y todo va mejor. Esa misma firmeza distante te ayuda también con el cínico cobardón, con el desastre andante, y con el desagradecimiento palmario e incluso rencoroso.

De esta manera me siento bien incluso en el trabajo, no dejando que me lleven por donde no quiero, o volviéndome yo mismo ventanilla y exigiendo requisitos. Con los alumnos la cosa, empero, no puede funcionar de la misma manera: este curso, aunque mi horario es peor, no estoy descontento con los grupos; soy profesor de francés y de latín, y en el grupo de 4º de ESO de latín que tengo ha aparecido este año una chica francesa que apenas habla español. La pobre está un poco (bastante) perdida en este darwinismo académico, y en clase le doy instrucciones en francés, para que pueda seguirme (indicaciones que pueden entender perfectamente, por otra parte, el resto de alumnos, pues estamos en un centro bilingüe de francés). Nunca ha dado latín, y le he dicho que aprenderlo le ayudará a aprender español, pues estudiamos la evolución de las palabras, y su equivalente con lenguas como el francés y el italiano. Espero que le vaya bien.

Me he dado cuenta, por otro lado, de que cada vez tengo menos tiempo para leer (y aún menos para escribir), ante los afanes cotidianos, que siempre son más de uno; ver alguna película el fin de semana se me torna, pues, problemático, pues es tiempo que robo a la lectura, prácticamente confinada a la mesilla de noche; por ello, cierta dosis de azar en la elección de las lecturas que se me amontonan me supone un cierto alivio, dentro de ese río del tiempo que Hawking describe como más lento o más rápido en sus incognoscibles meandros y remolinos de pasado y futuro. Vacar es necesario.

domingo, 15 de septiembre de 2019

HORIZONTE DE SUCESOS




Louis Philibert Debucourt



Esta semana previa al comienzo de las clases efectivas ha sido intensa. Las reuniones convocadas temprano me entorpecen ya el ir a nadar a la playa, aunque llego allí a las 8 de la mañana. La difuminación de unas rutinas es la antesala de otras. A esa hora, sólo estoy yo, y algún otro nadador o nadadora solitarios. Ya rayando las 9 llega el viejo de siempre, que espera que venga su amigo también viejuno, para meterse en el agua y emular en su inmovilidad balanceante a las boyas amarillas que orlan la playa como para una fiesta que nunca empieza, o para consuelo de las barcas que quedan fuera de su perímetro. Estas dos últimas ocasiones lo he dejado solo en la playa mirando a todas partes en espera del amigo ausente, y me acordaba de Pedro, el ochentañero gruñón -que también ha desaparecido desde mediados de agosto-, que decía que esos dos formaban parte de un grupo de 5, de los que 3 murieron este invierno. Ironías del feliz verano, que no escapa, como no iba a ser de otra forma, a los indicios de la muerte; asumiré ese relevo enojoso, aunque quizás sea yo el próximo en desaparecer de la costa, y de la vista de las indiferentes gaviotas que la pueblan ahora.

Por otra parte, en el instituto, la realidad se solidifica rápidamente, aunque los primeros días uno quiera imaginar que aún está en el linde del horizonte de sucesos del agujero negro docente; ya nada será igual durante 9 meses, y no habrá ni parto de los montes, solo un cansancio creciente que se sobrellevará como se pueda. Uno se encuentra así con los amigos y sin embargo compañeros, con el cínico caradura que hace lo posible por escaquearse, con el/la que hace que no se entera, o no se entera de verdad, con la víctima propiciatoria, con quien sólo piensa en el trabajo, y con quien sólo piensa en cómo librarse de él, con el egoísta indecente, y con el honrado profesional que lucha contra los vientos adversos de la normativa educativa y la burocratización creciente, sin pararse a pensar mucho en ello.

No es raro en este sentido que los nuevos compañeros que llegan te pregunten en voz baja cómo se trata en el instituto el tema de las competencias básicas, esenciales, o como quieran llamarlas en el futuro los mandarines pedagógicos de la partidocracia; suelen respirar con alivio cuando se les dice que, como en todas partes, no se sabe muy bien qué hacer con ese engrudo que evalúa procedimientos no conocimientos (como el manido "aprender a aprender"), y que acaba banalizando las áreas de conocimientos al obligar a todos los profesores, presuntos especialistas de una disciplina concreta, a evaluar todo ese batiburrillo infumable que haría las delicias de uno de esos escolásticos del sexo de los ángeles, que sólo pretende reducir los niveles y "facilitar el aprobado", primer mandamiento de las nuevas Tablas de la Ley que seguimos esperando.

sábado, 7 de septiembre de 2019

VERANOS Y ADIOSES




Giorgio de Chirico




Bill Brandt




Bruce Gilden





Frank Horvat




Henry Scott Tuke




Herbert List




Lyonel Feiniger




Nino Migliori




Kupka




René Jacques





Eugeni Forcano




Henri Lebasque




Domenico Cresti


domingo, 18 de agosto de 2019

DESASOSIEGOS VERANIEGOS




Martin Parr



Se dice que el verano es la época en la que, debido a la forzosa convivencia vacacional, afloran conflictos larvados en la pareja, y provocan que septiembre sea el mes con mayor registro de divorcios del año. Aunque a veces no hay ni que esperar a septiembre; así, un amigo ha tenido que irse solo de vacaciones al extranjero tras una ruptura sentimental de última hora, por lo que no le queda otra que ajustar cuentas consigo mismo, y vivir el mágico extrañamiento de recorrer solo un país culturamente diverso, cosa que no deja de tener su lado positivo. Otro amigo me confesaba que, tras años de matrimonio, estaba pensando en el divorcio, que estaba harto de la situación (para mi sorpresa, pues nunca me había hablado mal de su relación ya de años), y que desde hacía unos meses estaba apuntando todo lo que de malo según él su pareja le hacía, pues a él se le olvidaba, mientras que su mujer le recordaba constantemente cosas malas de él del pasado. Recordé entonces un pasaje de Los demonios de Dostoievski donde un personaje decía con sorna que si la prometida descubría algún asunto turbio de su novio, se le recordaría un año después de casados, y no dejé de sentir curiosidad por el particular cahier de doléances de mi amigo, y por saber si se atrevería alguna vez a utilizarlo. 

Había quien decía, creo que Nietzsche, que no hay perdón sin olvido, y, según le escuché a un psiquiatra, las mujeres tienen más difícil eso de olvidar de acuerdo a su estructura cerebral, por lo que viven más prolongadamente situaciones de rencor, sobre todo entre ellas. No sé en qué medida habrá en esto un mecanismo de autoafirmación o de defensa en el seno de una sociedad que las ha tenido mayormente en segundo plano; no creo que sea ajeno a esto la afirmación del propio Dostoievski en la misma obra de que lo que no perdona nunca la mujer es la humillación.

De las intensas sesiones de natación que me pego por las mañanas en este lapso de buen tiempo que vivimos tengo hoy dolores musculares, a los que se suma cierta inquietud, pues hace casi dos semanas que no veo por la playa a Pedro, al señor ochentañero que me invita desde hace dos años a dejar mi ropa junto a sus cosas; le he preguntado a uno de sus amigos y me ha dicho que está enfermo de la garganta, y que no viene. Sin duda, para antiguos enfermos del corazón como él los catarros son un verdadero problema; espero, con todo verlo pronto, pues su vitalidad algo malhumorada son un acicate par mí cuando pienso en mi ignoto futuro.

domingo, 11 de agosto de 2019

RITORNELLO




Bartolomeo Passarotti




Las vacaciones a veces hacen que estés en sitios donde no dispones de ordenadores para escribir, o que el ajetreo de modo aparentemente paradójico te lo impida; aunque por otra parte no está mal esta pausa medio forzada, pues tomas cierta distancia de la rutina de escribir.

Los recuerdos se acumulan, mas se diluyen como los sueños cuando intentas inventariarlos. Algo así pasa con las lecturas: de un clásico del siglo de Oro como "El Diablo cojuelo", que, como otras tal que la obra de Vicente Espinel, te desilusionan un tanto por la escasa crítica social que, por el contrario, se magnifica tanto en contrasolapas. Las primeras páginas de aquella novelita te cautivan por su surrealista exuberancia metafórica y de ingenio, por más que luego se malogra por la escasez de esa descripción satírica de la sociedad de la época que promete el diablillo, sustituida por catálogos de nobles que lisonjear y fintas y molinetes literarios. En Sanlúcar compré, como hago todos los veranos, algún libro en las ferias y mercadillos benéficos; esta vez ha sido "La marcha Radetzky" de Joseph Roth y "Bomarzo" de Manuel Mujica Láinez, un libro que llevaba esquivando hasta ahora bajo las múltiples encarnaciones en que se me ha presentado siempre en tenderetes, mercadillos y librerías.

Al parece Mujica Láinez decía que no necesitaba escribir ninguna autobiografía, pues él siempre estaba presente en sus obras; en este "Bomarzo" podría haber quizás trazas de una infancia dolorosa y convalenciente, dada la posible identificación del autor con el protagonista, duque minusválido del Renacimiento italiano, que consigue prolongar, al menos como voz narradora, su relato vital hasta el presente, volviéndose así un alter ego del escritor argentino, experto en arte y apasionado de tal época, que convierte, en mi opinión, la falsa autobiografía del deforme Orsini en un medio feliz de volcar sus conocimientos, obsesiones y amor por ese periodo histórico y artístico. En las escasas cien páginas que llevo leídas se ofrece el retrato prototípico y adverso de un español adusto, y fanático religioso, paje del protagonista. Resulta más chocante esto en una persona extremadamente culta como Mujica, y si se piensa que hace poco más de 200 años los argentinos eran también españoles, "españoles de ambos hemisferios" como rezaba la Constitución de 1812, y la tendencia de aquéllos a considerarse "un pueblo de europeos exiliados" como creo que decía Borges, pero italianos, franceses o ingleses antes que españoles. Probablemente, consecuencia de la necesidad apresurada de construir apresuradamente Estados artificiales sobre una población sentimentalmente dividida.

Ando un tanto preocupado en este frío verano de mar rizada que estorba mi nado diario, y no sé muy bien a qué achacar esta inquietud; tal vez me siento culpable de la tregua que he dado a ciertos problemas, que, en parte, no depende de mí. Por otra parte, como profesor, siento que nunca desconecto del todo ni del pasado ni del futuro inmediato que me espera a la vuelta de pocas semanas, que te hace juguete del artificioso calendario escolar. Revisando entradas antiguas, he visto que vivía con cierta amargura esta realidad; ahora, acepto, como Monica Vitti en Il deserto rosso que todos estos -digamos- microtraumas forman parte de mi vida, y que no me son externos.


domingo, 21 de julio de 2019

MAN ON THE MOON





Hoy se cumple el quincuagésimo aniversario de la llegada del hombre a la luna en la misión Apolo XI de la NASA; siguieron las misiones XII a XVII (salvo la fallida XIII) hasta 1972, depositando hombres en la luna hasta el número de 12 (Qué raro se hace recordar ahora que el gran Gilberto Gil, tras el alunizaje en 01966 de la primera nave terrestre no tripulada, la soviética Lunik 9, publicó el año siguiente una canción homónima en la expresaba su temor a perder el claro de luna con el que clarear su canción).

"Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad" era la frase que tenía preparada Neil Armstrong. La presencia del hombre en el espacio ha quedado limitada hasta la actualidad a los astronautas o cosmonautas (término preferido en la época por los soviéticos) de la Estación Espacial Internacional (ISS). Tal lapso de tiempo ha hecho prosperar, entre tanto, toda clase de bulos y teorías fantasiosas sobre la falsedad de ese viaje a la luna. Es cierto, empero, que el alunizaje de 01969 queda como el episodio cumbre de la Guerra Fría que libraban entonces los bloques liderados por E.E.U.U. y U.R.S.S., y su no desarrollo posterior ha contribuido a dar pie a esas teorías.

Parece que todos los ojos se dirigen ahora a Marte, en un viaje que duraría unos 6 meses, pero que está todavía en fase de mero proyecto. Verdad es que el espacio es inhóspito y peligroso, plagado de radiaciones y sin ese vínculo a la realidad que es la gravedad, y que en nuestro mundo multipolar ya no hay dos bloques claramente marcados que necesiten marcarse puntos propagandísticos para justificar inversiones faraónicas, pero todo progreso en la exploración del espacio ha redundado en avances de interés general como han sido el desarrollo de materiales como el velcro, el teflón o el horno microondas. Mejor es, pues, que esos avances vengan ligados a la necesaria conquista del cosmos en vez de a guerras, como ocurrió en el siglo XX.

La Asociación astronómica M13 de Cádiz realizó ayer una actividad pública de homenaje a dicho viaje explicando en la Plaza de la Estrella gaditana el desarrollo de la aventura del Apolo XI con medios artesanales y gran amenidad, que fue muy aplaudida por el público asistente. Daba un poco de vértigo reflexionar en el posible fallo de algunas de esas maniobras delicadas ejecutadas en gran parte manualmente, que habría condenado a la muerte a los cosmonautas, y en la inevitable presencia de lo imprevisto, que hacía quedarse atorado inicialmente a Armstrong con su traje en su maniobra de salida en una escotilla aparentemente demasiado pequeña.

domingo, 14 de julio de 2019

PASOS DE LA HUMANIDAD





Placa en la sonda Pioner 10, diseñada por Drake y Sagan, y dibujada por la hija de éste.



Los avances de la tecnología empujan al hombre a explorar el cielo en busca de formas de vida, igual que en el siglo XV la misma dinámica llevó a la Humanidad a descubrir un nuevo continente y a pueblos que no aparecían mencionados en la Biblia (curiosamente, hoy en día Colón volvería a entrar en conflicto con los terraplanistas). Dicho impulso, ahora como entonces, queda mediatizado por consideraciones morales, éticas, filosóficas o ideológicas.

En 01950, Enrico Fermi, implicado en el proyecto Manhattan, enunció su famosa paradoja, que afirma que si existen civilizaciones extraterrestres por qué no se han comunicado con nosotros. Primaba, sin duda, en el físico nuclear la visión pesimista procedente de la comprobación de los efectos de la bomba atómica que habia contribuido a desarrollar, concluyendo que una civilización tecnificada acaba desarrollando los medios de su propia destrucción.

Tal pesimismo determinista no influyó, empero, en astrónomos como Frank Drake y Carl Sagan que crearon el instituto SETI (search for extra terrestrial intelligence), dedicado a rastrear la presencia de vida extraterrestre en el universo. El mismo Drake enunció en 1961 la ecuación que lleva su nombre, y que calcula mediante numerosas variables el número de civilizaciones capaces de emitir señales de radio en nuestra galaxia. Su cálculo, que le llevaba a hablar de la posibilidad de detección de 10 civilizaciones por año, se ha reducido considerablemente por el cuestionamiento de sus variables, y en la actualidad se ha reducido a un cero coma seguido de varios ceros.

El aislamiento en que se encuentra la Tierra en los suburbios de la Vía Láctea, y la ausencia de detección de señales de radio exteriores, tuvo el efecto pendular de la aparición de la hipótesis de la Tierra especial o rara, donde la confluencia de tantos factores excepcionales y su precario equilibrio para la creación de vida, hacen dudar a muchos de que tales condiciones puedan volver a darse en la misma medida en otro lugar del Universo. Tal teoría provocó razonables críticas en el sentido de que pueden existir otras formas de vida no basadas, como la nuestra, en el carbono; de que esas formas de vida no tengan que ser necesariamente inteligentes y tecnológicas; o de que se encuentren en un grado de desarrollo similar o inferior al nuestro, y que, por lo tanto, sean incapaces de desarrollar un ideología de detección, o de que, simplemente, no hayan coincidido con nosotros en el abismo del tiempo intergaláctico.

Sea como fuere, esa vida extraterrestre tiende a imaginarse como inteligente, antropoide, y con un grado de desarrollo tecnológico muy superior al nuestro. Esta idea está sin duda en la elaboración teórica de la llamada Escala de Kardashov, método para medir el grado de desarrollo tecnológico de una civilización basado en su uso de los recursos energéticos, y de las que establece tres tipos, de los que el II y III lograrían el dominio de los recursos de su sistema planetario y su galaxia, respectivamente, en un lapso de tiempo de un millón de años aproximadamente. Tal optimista visión de la expansión de la Humanidad y de su progreso indefinido choca frontalmente con la visión milenarista de Fermi, y con la de quienes sostienen, malthusianamente, que la superpoblación y el agotamiento de los discursos colapsarán tal desarrollo humano, aunque, por otra parte, echa una mano a quienes creen en la existencia de civilizaciones superiores capaces de contactarnos a pesar de las abismáticas distancias siderales.

Llegado a este punto, siento que nos situamos ya en un campo metafísico de pura especulación, que bordea lo casi religioso, en el que esos extraterrestres avanzados jugarían el papel de nuevos Mesías científicos, dispuestos a redimirnos de nuestros errores, como los que aparecen en la película "Ultimátum a la Tierra" (01951). Otros, en cambio, desean tal contacto, pues afirman que sería la prueba definitiva contra las religiones antropocéntricas. Pero ya el sagaz C. S. Lewis decía en su libro "Los milagros" que tal descubrimiento sólo vendría a demostrar que Dios habría reservado otras formas de Redención para otros seres dotados de alma.

Sea como fuere, está claro que el futuro de la Humanidad está en la exploración del Espacio, y no hacerlo no sería más que una traición a nuestra propia naturaleza, pues ya decía T. S. Eliot en uno de sus versos que todo hombre viejo debería convertirse en explorador, y nuestra Humanidad ha hollado demasiado ya sus propias huellas sobre nuestra vieja tierra madre, como para no encaminarse sus pasos a otra parte.

domingo, 30 de junio de 2019

EL VIOLÍN DE INGRES




Ceri Richards



Este fin de junio termina en un día nublado y frío, mala antesala para el verano. La intensidad de trabajo se fue desprogramando ella sola, hasta reducirse al hábito de estar alerta, y el cerrar los oídos a los cantos de sirena de la burocracia compulsiva: todos los años la cosa finaliza con la amable amenaza de que se profundizará en la "evaluación por competencias" el curso siguiente, un engendro que evalúa procedimientos (como "aprender a aprender") en vez de conocimientos, y que si se queda como único sistema evaluación será el desastre definitivo para la escuela pública. Ha habido algunos encuentros con amigos y despedidas a las que se asiste con tristeza, y el aturdimiento de no sentirse más concernido, así como cuando ves correr una cucaracha en la cocina de un amigo, y no haces nada.

Reinaldo Arenas hablaba en su autobiografía de los poetas de Miami como un estrecho círculo local que se indignaba si no asistía a sus tertulias de mesa camilla, y que eran objeto del desprecio de escritores también exiliados de muchísimo más valor como Lydia Cabrera, que los llamaba "poetiesas". Este marco intelectual de casino decimonónico al estilo de La Regenta se da mucho en ciudades pequeñas, donde se jactan de tener a "su" pintor, a su poeta, a su artista. Incluso se riza el rizo de este adocenamiento si alguno de estos artistas, como el conocido pintor Ingres, desarrolla alguna segunda actividad artística, y se ve doblemente reconocido en su círculo a pesar de su carácter meramente amateur.

¿Qué traerás, verano? ¿me darás alguna tregua en mi angustia?, ¿relajarás ficticiamente mi percepción de la cotidianidad para lanzarme de nuevo en septiembre a una vorágine de actividad de olvido inmisericorde? Lapso iluso entre ciclo de repeticiones que no tienen más valor que el sobrevivirse a sí mismas.


domingo, 23 de junio de 2019

"ANTES QUE ANOCHEZCA" DE REINALDO ARENAS




José Santos Mingot


Descubrí la figura de Reinaldo Arenas a través de la película "Antes que anochezca", homónima de su autobiografía, finalizada poco antes de su muerte en 01990. La obra escrita comienza con una introducción llamada "El fin" y fechada en agosto de 01990, 4 meses antes de su muerte, y en ella Arenas habla de su experiencia como enfermo terminal de SIDA, desde que se le diagnosticó en 01987, y su deseo desesperado, expresado ante el retrato de Virgilio Piñera, otro escritor homosexual represaliado por el régimen castrista, de terminar la redacción de su obra.

En un lenguaje crudo a la par que poético, veteado de ternura, acidez y humor, el escritor narra su pobre infancia como guajiro, y el despertar temprano a una sexualidad desaforada, contagiada por una naturaleza exuberante.

Siendo sólo un adolescente, intenta hacerse guerrillero contra Batista, y vive con exaltación esos primeros momentos de la Revolución Cubana, como otros tantos, al tiempo que traba sus primeras relaciones en el mundo literario isleño, entre las que destaca a Virgilio Piñera y a José Lezama Lima, escritores homosexuales como él, quienes actuaron como sus padrinos literarios en sus inicios.

Una promiscua vida homosexual, cuya exaltación nostálgica ocupa parte de la obra, le sirve de acicate creativo, mientras, empero, el régimen, fuertemente homofóbico, estrecha el cerco sobre "antisociales" como él.

Esa intensa actividad homoerótica que se desarrolla, según él, en la isla a finales de los años 50, como desafío al régimen, se ve duramente reprimida posteriormente, y Arenas señala el encarcelamiento y la denuncia y autoinculpación de Heberto Padilla en 01971 como una paralela condena al ostracismo de los escritores opuestos a la dictadura castrista, a quienes la sexualidad homosexual suponía un delito añadido.

Prohibido de publicar en su país, y sin trabajo por su condición sexual -al artista parametrado como homosexual sólo le quedaba la salida de los trabajos forzados-, Arenas sobrevive como puede, viendo que parte de sus antiguos amigos se han convertido en confidentes de la policía, y ocultando sus manuscritos, que perdió en varias ocasiones y se vio obligado a rehacer, de los registros periódicos de la policía, aunque a través de ciertos amigos consigue hacer llegar algunos al extranjero donde sí se ven publicados, por más que él nunca tuviera acceso a un ejemplar.

Tal cosa provoca el furor del castrismo, que lo persigue, hasta detenerlo, en una huida por la isla que Arenas describe con tintes alucinantes, y da con sus huesos en la cárcel durante unos años, lugar que describe con los más tétricos tintes.

De vuelta en la calle, enfermo y sin sus manuscritos, Arenas se obsesiona con la idea de salir de la "ex paradisíaca isla antillana convertida en campo de concentración flotante" como escribía Juan Goytisolo en "Señas de identidad". Aprovechando los sucesos de la embajada de Perú -donde llegaron a refugiarse 10.800 personas-, consigue salir hacia Miami tras la apertura del puerto del Mariel en 01980, falsificando su apellido.

Ya en los EE.UU. vive con cierta angustia su condición de exiliado, que le lleva, según afirma, a intentar olvidarse de sí mismo; allí se encontrará, por un lado, con los que llama "comunistas de lujo", e "izquierda festiva y fascista", que encarna en figuras que llamará "testaferros de Castro" como García-Márquez, Juan Bosch, Julio Cortázar -aunque en otro parte de su libro recuerda que éste defendió a Lezama Lima de la condena que hizo el régimen de su novela Paradiso-, y Eduardo Galeano -la defensa de esta dictadura homofóbica era propia de gran parte de la izquierda anterior a la caída del muro de Berlín, la que ahora se envuelve en la bandera arcoiris para sobrevivir en nuestro paraíso socialdemócrata-; y, por otro lado, se encuentra con el mundo del exilio en Miami, que lo decepcionará profundamente por su mediocridad, su mercantilismo, y su desinterés por otros grandes escritores exiliados que languidecían allí como Lydia Cabrera, Enrique Labrador Ruiz y Carlos Montenegro.

Asqueado de tal ambiente y de sus pueblerinos círculos literarios, Arenas se traslada a Nueva York, donde reescribe sus obras perdidas, y produce otras nuevas, siempre por la obsesión del tiempo menguante tras conocer su enfermedad irreversible. Nunca acabó de adaptarse a la vida en los EE.UU:

Mi nuevo mundo no estaba dominado por el poder político, pero sí por ese otro poder también siniestro: el poder del dinero. Después de vivir en este país por algunos años he comprendido que es un país sin alma porque todo está condicionado al dinero. (op.cit., p. 332).

Reinaldo Arenas, antes de quitarse la vida, dejó una carta en la que justificaba su decisión ante el estado de postración en lo que lo había dejado su enfermedad en su fase final, y que es reproducida como apéndice de la edición de Tusquets.




domingo, 16 de junio de 2019

VIDA SOCIAL




David Steward



He vivido estas últimas semanas varias celebraciones y encuentros: el cumpleaños de un amigo y compañero, una cena con amantes de la cocina casera, una comida con mis estudiantes pasando el Rubicón de la Selectividad, una comida con compañeros de trabajo, etc. La publicación de mi libro de relatos, "El enfermo imaginable" me ha hecho estrechar lazos con antiguos y nuevos amigos, lo que me ha llevado, por otra parte, a recuperar costumbres como la de ir en grupo al cine, y comentar luego la película y lo que se tercie vaso en mano.

Estos eventos que uno agradece tanto, suelen ir acompañados, sobre todo si se suceden seguidos, de cierto dolor de cabeza por la mañana. La vida social intensa está bien, si a uno le gusta reír y sentirse acompañado de amigos. Luego el verano se hace largo en su morosidad contemplativa, pues hay cierta energía oscura que hace que la gente, como las galaxias, se aleje más entre sí en el estío.

No obstante, cierta tristeza se agarra a veces al borde de la túnica festiva, y hace volver la vista a lo absurdo, que más que en la vida en sí como decía Albert Camus, me parece residir en la repetición de gestos, cuya recurrencia acelera esta percepción.

Thomas Mann hablaba de la vida como enfermedad, como purulencia desordenada y caótica de lo orgánico, que puede devenir trágica cuando surge la conciencia -inútil- de sí. Nos cabe quizás hacer frente a la desesperanza, aceptarla o sublimarla, pero sin dejarnos engañar por la idea de que el placer, convertido en rutina, la ahogue, pues está en la sustancia de nuestra existencia, y siempre lo sobrenada.

domingo, 9 de junio de 2019

HORACIO QUIROGA, "CUENTOS DE LA SELVA"




Jiri Dokoupil




Horacio Quiroga es uno de mis escritores favoritos. Me he encontrado con sus obras en varias etapas de mi vida, y siempre me ha dejado una honda impresión. El último libro que leí fue sus "Cuentos de la selva", escrito para niños, aunque en ellos aflora la grandiosa zooépica que he encontrado en otros relatos suyos. En este volumen se dan batallas desaforadas como la de los yacarés (caimanes) contra un buque de guerra, y la de las rayas contra los tigres que intentan rematar a su amigo humano. Aquí los animales entran en diálogo y simbiosis con el hombre, con el que intentan convivir, e incluso aliarse contra un enemigo común que en varios cuentos resulta ser el tigre. 

En otras partes he leído otros cuentos de animales donde los zooagonistas quedan asimilados plenamente a héroes épicos como en el magnífico "Anaconda", en la que se dan incluso catálogos de serpientes con sus epítetos como los propios de guerreros en la Ilíada homérica, aliadas ante un nuevo enemigo, el Hombre, y prestas a duelos singulares.

Esta dignificación mítica del animal de la selva contrasta con el afán de vida civilizada de otros como el perro. Recuerdo así con cariño la historia de unos perros que intentan avisar en vano a su amo de la presencia de la muerte, para acabar, como temían, como chuchos de indios, pulgosos y famélicos.

La selva, ese mundo natural, promesa de dicha pero también de peligros, ayudó en periodos pasajeros de su vida a sobrellevar el horror de lo cotidiano social que asaltó con demasiada frecuencia a Quiroga, y que trasluce, por ejemplo, en alguno de los sombríos relatos de "Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte"

domingo, 2 de junio de 2019

REVOLUCIONARIOS




August Sander, "Intelectuales proletarios", ca. 01925



Comencé a leer "Los demonios" (Les possédés, en la traducción francesa que leo) de Dostoievsky para encontrar ahí claves del tumultuoso Moravagine de Blaise Cendrars, cuyo protagonista homónimo, asesino psicopático, acompañado de un médico del sanatorio mental del que huyó, recaba en Rusia en 01904, donde se adhiere con pasión al movimiento revolucionario, y a sus prácticas terroristas, llevándolas a un delirio de destrucción total. Precisamente, en un pasaje de la obra los neorevolucionarios se oponen a la "secta mística" de los "nihilistas de 1880" casi coetánea a aquella objeto  de la obra de Dostoievsky:

"Nosotros éramos hombres de acción, técnicos, especialistas, los pioneros de una generación moderna dedicada a la muerte, los anunciadores de la revolución mundial, los precursores de la destrucción universal, unos realistas, realistas. Y la realidad no existe. ¿Qué? ¿Destruir para reconstruir o destruir para destruir? Ni lo uno ni lo otro. ¿Ángeles o demonios? No, permítanme reír: autómatas, simplemente. Actuábamos como una máquina gira en el vacío, hasta el agotamiento, inútilmente, inútilmente, como la vida, como la muerte, como se sueña. No teníamos siquiera el regusto de la desdicha" (la traducción es mía).

Ciertamente, este impulso de aniquilación multitudinaria, no ajena a reminiscencias futuristas, en la evocación dinámica de los objetivos de destrucción (trenes, fábricas, ciudades, armadas, etc.) choca con el proceder sibilino de personajes como Piotr Stepánovich, conspirador revolucionario, que, al final de la primera parte de la obra de Dostoievsky quiere apelar al recurso de sicarios, y al compromiso de sangre de pequeñas secciones de mediocres seguidores.

En nuestros días, seguimos sufriendo la acción de los ilusorios revolucionarios de la igualdad, frente a los siempre por llegar de la libertad. Aquéllos van cambiando su discurso, pasando de reivindicar los derechos de una clase obrera ya diluida por completo en la moderna sociedad de consumo a la de "colectivos" victimizados, de cuyos derechos pretenden hacerse valedores por simple ambición de poder en el contexto de las partidocracias que se lo ofrecen a cambio del acatamiento al establecimiento oligárquico económico-político.

domingo, 26 de mayo de 2019

RETROFUTURO




Verner Panton




Verner Panton



Ronald Traeger 




"The silent planet", 01960 (fotograma)




Imagen de Titán y Encelado a través de los anillos de Saturno tomada desde la sonda Cassini




Felice Beato




Amédée Guillemin




Ryan McGinley



Ryan McGinley



La imaginación prospectiva que intenta acercarnos al abismático futuro a veces nos lanza de bruces a patrones míticos del pasado que no hacen entonces más que renovarse subrepticiamente por mor del valor inmanente de la tradición. Todo eso desde la decoración futuropsicodélica de Verner Panton, la precaria imagineria espacial de las películas de los años 50 y comienzos de los 60 del siglo XX hasta el retrofuturismo inquietante de las fotografías de Ryan McGinley, cuyas escenas cavernarias aparentemente ingenuas no parecen, ciertamente, de este mundo.