MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

martes, 1 de diciembre de 2009

PRO CANE: ELOGIO DEL PERRO

"No son más que máquinas", le dijo Descartes a Malebranche, creo, al escuchar los gemidos de una perra preñada que era apaleada. Imagino que ya en aquella época a cualquier persona que tuviera un perro como mascota le debía resultar difícil creer en el caduco universo mecanicista del filósofo francés. Quiero contar la historia de "Muñeca", que se ha convertido en Quequi o Keki. De cachorrito se la regalaron a uno de mis hermanos unos amigos suyos peluqueros para su entonces novia. La moda de la bonita cachorrita pasó pronto, y la perra terminó en casa de mi madre... y en la mía los fines de semana cuando ésta se va a visitar a este hermano que vive con su familia en otra ciudad de la Bahía. Yo nunca había sentido ningún interés por tener animales domésticos, pero ahora me sorprendo deseando que llegue el viernes para ir a recogerla a casa de mi madre. Es inevitable establecer con los animales una relación muy peculiar. Te deja desarmado cuando te mira con esa mirada suya tan fija y peculiar, como esperando la señal para que ambos demos el salto a Dios sabe qué, y te descubres a ti mismo hablándole como si esperaras que te entendiera (a veces se te antoja que lo intenta). Su fidelidad ciega y sus saltos de alegría cuando regresas a casa me conmueven, y provocan comentarios irónicos en mi compañera. No puedo evitar verla como otra puerta, muda, abierta a lo desconocido que nos rodea, y me lleva a pensar que lo que está abajo no deja de parecerse a lo que está arriba.




                    CANINA FE


Lento despertar. Mareado me siento. La perra

me mira, testigo de la realidad, esperando que cumpla

mi parte de lo pactado. Se estrecha contra mi pecho

como un fiel que busca de Dios certeza diaria;

la abrazo, y espero también que Dios exista y me quiera.




5 comentarios:

Paco Gómez Escribano dijo...

Yo tampoco soy de tener animales, pero tuve un gato, más bien era de mi novia con la que luego me casé y el gato pasó a vivir en la casa común. Vivió con nosotros hasta que murió el pobre, con 15 años. La sensación de pérdida fue superior a lo que nunca habría pensado. Terminé hablando con él y creo que me entendía. Y sólo pedía comida y caricias. En fin, que se les coge un cariño tremendo. Un abrazo.

Máster en nubes dijo...

Qué barbaridad, José Miguel, me ha encantado, y a Olimpia, mi perra, más. Le mandamos a Vd. y a su perra Quequi o Keki saludos. Tiene 10 años la mía, es recogida de protectora.

Que conste en acta que los que se niegan al perro son luego casi los más entregados a la causa pro-perro, ya tengo varios casos en mi familia al respecto (te encuentras que luego le hablan a la perra como hace Vd.,cuando nadie los ve a veces).

Hala, guau, arf en inglés.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

La mía (bueno es un decir) tiene seis años, y espero pasar lo más tarde posible por el trago amargo por el que pasó Paco. Se llega a querer a los animales como a las personas. Uno de los poemas más emocionantes que he leído en mi vida es "elegía en la muerte de un perro" de Miguel de Unamuno. Un fuerte abrazo a ambos, mío y de la Quequi.

Máster en nubes dijo...

perdón, pero como a las personas cuando las quieres yo al menos no quiero a mi perra. La quiero horrores, pero no como a una persona. Claro está que hay gente a la que no quieres ná, mire Vd, ahora me ha dejado con la duda...

José Miguel Domínguez Leal dijo...

He exagerado ciertamente en la expresión, aunque es cierto también que prefiero la compañía de mi perra a la de algunas personas. Olfato que tiene uno. Un cordial saludo desde Cádiz.