MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 26 de diciembre de 2009

LA VISITA DEL ÚLTIMO FANTASMA




Me había propuesto leer este año A Christmas Carol de Dickens por estas fechas, y lo terminé precisamente ayer, día de Navidad. Pienso que tras este clásico de Dickens nadie puede permanecer indiferente ante la Navidad, al haberse convertido en un logrado símbolo de su esencia. Esa "segunda oportunidad" dada al mezquino avaro puede parecer ingenua, gratuita y -si cabe la paradoja- irreal, pero creo que los tres Espíritus representan en el pensamiento de Dickens los recovecos ocultos de nuestra conciencia moral, a la que un recuerdo inesperado (asociado al pasado o incluso al futuro a través de las ilusiones frustradas) puede hacerla despertar aunque sea un momento. Hombre de una infancia soñadora -lo que puede explicar su regusto en la detallada descripción de la cena de Navidad y los juegos infantiles-, recorría las calles de Londres de noche (¡esas calles de Machen!) buscando inspiración, y confesó que había llorado y reído mucho escribiendo esta obra. Ciertamente, en ella son constantes la irrupción de su yo en la narración en tercera persona, y su genio literario, junto con una percepción -o mejor dicho, vivencia- íntima del "espíritu navideño"- hace que su escrito no caiga nunca en el sentimentalismo simplista (Se dice que una delgada línea puede separar lo sublime de lo ridículo).  Emociona su maestría en el manejo de la "ironía trágica" en la visita del última fantasma, el de la Navidades venideras: el lector se da cuenta desde el principio, mientras que el señor Scrooge no lo hace hasta hallar su propia lápida, de que ese difunto al que nadie quería y todos despreciaban a pesar de su riqueza, es él mismo. Scrooge, reformado, intentará trasladar ese espíritu navideño a todo el año, espíritu que no existe -y esa es otra gran lección (cristiana) del libro-, si no nos dejamos ilusionar como niños.
Frente a tanto Scrooge enemigo de la Navidad que hay hoy en día y que representan, desgraciadamente, los signa temporum, uno siente el deseo inveterado de felicitarles la Navidad tal como hacía siempre el sobrino de Scrooge con su tío, a pesar de sus comentarios desdeñosos, que en nuestros tiempos políticamente correctos quizás se traducirían en unas "felices fiestas de invierno".
God bless Us, Every One!

2 comentarios:

Paco Gómez Escribano dijo...

Pues eso digo yo, José Miguel. Que parece que decir Navidad sea un pecado cuya penitencia sea que te atribuyan ser de derechas, gente que está incluso más a la derecha que tú pero disfrazados de ese halo de socialismo que, sin embargo, no quiere más que prohibir cosas de la manera más inquisitorial.
Un abrazo.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Qué razón tienes, Paco. Siempre hablas muy claro. Yo he conocido a gente dispuesta a darte lecciones y dándoselas de izquierdas, y luego lo suyo era una cosa totalmente distinta, sectaria y totalitaria. Vivir para ver. Un fuerte abrazo.