MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 22 de junio de 2012

ÚLTIMO DÍA DE CURSO



Hoy es el último día lectivo del curso, y en el instituto ha reinado cierto ambiente festivo, con actividades musicales realizadas por los alumnos al final de la jornada. Se acercan las vacaciones, y el falso cierre psicológico de dos meses, que te engaña haciéndote pensar que el curso próximo coincide con otro nuevo año. Más sabia me parece la postura de un compañero, que prefiere estar alerta todo el año, y no sentirse así agobiado cuando llega noviembre o enero. Angustia por ser lo que se es; pero soy lo que soy: profesor, filólogo investigador en activo (mundo que da pocas alegrías si no se está estamentalizado), y poeta (tanto más curioso el mundo literario cuanto más se lo conoce, donde menudean fobias, hipocresías y donneurs de leçons). Ha sido un año de trabajo duro para mí, pero hoy he recibido una buena noticia: se ha dado la coincidencia de que este curso he sido el profesor preparador -para lo que he contado con la inestimable ayuda de mi compañera, la prof. Tajan- de los alumnos -lo siento, aquí no se usa la arroba- de 4º de ESO y 2ª de Bachillerato bilingüe que se presentaron en mayo a los exámenes oficiales para obtener el DELF (Diplôme d'études de langue française) B1 y B2 respectivamente, y han aprobado todos. También ha coincidido, por otra parte, con la confirmación del recorte del 5% de nuestro sueldo con carácter retroactivo desde enero, y el sabroso bocado que van a dar a la paga extra. Seguirán pidiéndonos, en cambio, que hagamos horas y horas de más apelando a nuestra vocación la misma casta política que luego hace socialdemagogia con nosotros presentándonos a los profesores como poco menos que unos privilegiados por tener trabajo -de momento pues todo depende de una ley- fijo. A mí no me han regalado nunca nada, y tuve que presentarme a duras y concurridas oposiciones, mientras que muchos viven muy bien de la política y sin ningún esfuerzo por decir amén a los jefes de partidos políticos y sindicatos que los ponen en las listas electorales en esta pseudodemocracia que padecemos y que carece de auténtica representatividad. Somos los funcionarios de carrera, en general, los que sufrimos que la casta política y sindical -que luego se pone a la cabeza de las manifestaciones contra los males que ha creado ella misma en gran medida- mantenga sus privilegios y los puestos de trabajo de sus enchufados en la administración, a la que no han accedido por el principio de mérito; todo lo cual demuestra que la corrupción está institucionalizada, y que no es patrimonio de un partido u otro, sino que es sistémica.

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