MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

martes, 29 de noviembre de 2011

CANCIÓN DE DOMINGO


El domingo es como una sala de espera de la angustia, de un estúpido afanarse sobre lo que, de todos modos, va a agobiarte durante la semana. Que le vayan dando.

Decía André Gide que el deseo saciado produce sensación de vacío y desamparo. Nos avecina más que cualquier otra cosa al abismo de la nada, al que se tiró con irónico histrionismo gente como Yukio Mishima.

Hubo quien dijo -creo que Wilde- que el sexo es aburrido, porque acaba cumpliendo lo que promete. Ocurre, no obstante, que no podemos dejar de vivir de promesas.

La enfermedad te deja unas muescas invisibles, que acabas tú mismo por olvidar, mientras todo a tu alrededor te da palmaditas en la espalda, desviando la mirada con alivio.

La imagen de uno mismo es como la ficción literaria: se juega con ella, se la lleva al límite sabiendo que quedará el regusto más o menos amargo de la conciencia de que uno sólo está jugando.

Quizás valga más la pena ser ateo que sostener una idea del cristianismo como un vago sentimentalismo de buenas intenciones, indistinguible de cualquier otra religión y excluyente de lo milagroso. Se obvia así lo escandaloso de esta religión (recuérdese a san Pablo en Atenas), y se está más dispuesto a aceptar cualquier placebo postmoderno.

Si no se cree en una dignidad intrínseca del ser humano se puede pasar, como se ha hecho en Europa, de la afirmación nietzscheniana de que "no hay derechos, el destino del hombre no se diferencia del del más vil gusano" a la actual creación de derechos según demanda por parte del Estado postmoderno sutilmente totalizante.

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