"El silencio antes de Bach" es el título de la película realizada por Pere Portabella en 2007, inspirado en el de un libro del poeta sueco Lars Gustafsson, "El silencio del mundo antes de Bach". Portabella absolutiza la referencia, para realizar un film inclasificable, mezcla de ficción y documental, que tiene como hilo conductor la música de Johann Sebastian Bach, como aspiración de la perfección y la belleza. El film se abre con un fundido en blanco del que surgen poco a poco los contornos de unas inmaculadas habitaciones vacías, donde una pianola, que se va moviendo hacia la cámara con sus ruedas giratorias, toca un aria de las variaciones Goldberg, señalando lo absoluto, inseparable de la técnica, que en Bach parece superar lo humano y trascenderse a un reino de escarpado acceso. El hombre sólo puede asistir disminuido a este prodigio, e intentar apropiárselo y cuidarlo en la medida de sus posibilidades. Así, en la siguiente escena, un ciego con su perro lazarillo irrumpe en las mismas estancias para afinar un piano. La secuencia se complace en mostrarnos las manos y los instrumentos de afinación -otra vez la técnica -del hombre, a cuyos pies se sienta su perro, que parece atento a los sonidos que su amo hace salir del instrumento. La música de Bach es tratada como algo intemporal, algo que ha pasado a formar parte imprescindible de lo que el ser humano considera como bello. Esta belleza se sustancia de las maneras más diversas en la curiosa película: en el camionero sui generis que vive la música como parte esencial de su vida ("lo que me deja respirar") sobre carreteras de interminable sinuosidad, en el guía -real- que hace el papel de Bach en sus recorridos por Leipzig, en el desnudo en la ducha de la hermosa violonchelista Georgina Cardona, que ensaya acto seguido una sarabanda, frente a su amante, el maduro propietario de una tienda de música, que visita una librería de viejo, donde el librero corrobora que Bach se ha hecho eterno ("Sólo Bach me hace recordar que el mundo no es un fracaso", "Dios sin Bach sería un tipo de tercera categoría", dice éste citando a Cioran), aunque también afirma que la música hace daño, recordando las orquestas de los campos de exterminio nazis, sobre el fondo de un piano que se estrella en el mar.
Bach, encarnado por Christian Brembeck, aparece en algunas escenas de la película tocando un preludio y fuga en el órgano de Santo Tomás en Leipzig, donde fue Cantor, o interpretando al clave una fuga del Clave bien temperado, mientras da una lección a uno de sus hijos. No se oculta en la obra la importancia de la fe para el músico (en su gabinete de trabajo aparece una leyenda: "quien canta, reza dos veces"), y su búsqueda de la perfección en la fuerza del orden y Dios, como él mismo afirma. La pianola reaparece, interpretando una fantasía y fuga, quizás para recordarnos lo inhumano de tal aspiración, pero que constituye, no obstante, la esencia del prodigioso e irrepetible arte de Bach. (Comentaba el compositor Artemiev con cierta sorna que cuando Tarkovski quería música para sus películas recurría a Bach; ciertamente, sin la música del músico alemán serían muy distintas en la memoria películas como Solaris, o Sacrificio -incluso en Stalker, uno de los personajes, el Científico, tararea el aria Erbarme dich de la Pasión según S. Mateo que abre Sacrificio).
Destaca en Portabella, pues, el intento de mostrarnos un atisbo de esa belleza musical que se ha fundido en parte con el mundo, y que hacía a Gustafsson preguntarse cómo podía ser el mundo antes de la Partita en la menor de Bach. Creo que la película consigue, al menos en parte, el hacernos sentir ese poder magnetizante de la música del Cantor de Leipzig, y su presencia difusa, que nos ayuda, probablemente, a reconciliarnos con el mundo, y a intuir que hay algo que nos supera, algo que nos eleva sobre nuestra pobre condición, y nuestra miseria. La película concluye magníficamente, casi no con una música de Bach, sino con un fragmento de un estudio para órgano de Gyorgy Ligety, mientras la cámara recorre los bruñidos tubos del órgano de Santo Tomás de Leipzig, que nos sobrecogen por su perfección y sonido hipnotizante; todo ello para dar paso, como escena final, a unas tomas de la partitura del Magnificat, que suena en todo su esplendor.
2 comentarios:
J.S. Bach, a la hora de estudiarlo, siempre supone una dificultad imposible que se supera milagrosamente como si las manos recordasen [casi dolorosamente] una melodía cinética alineada con el orden natural de las cosas. Por eso interpretarlo produce placer en todas y cada una de las múltiples notas que se va despertando…No sé, parece como si se debiera a la magia de combinar la simetría con el descubrimiento de nuevos mundos a través de la belleza de la melodía.
Muy bueno el post, me apunto la película, gracias!
Si como deduzco de tu comentario, puedes tocar música, eres un hombre muy afortunado. Creo que te gustará la película, o, al menos, te sorprenderá.
Saludos.
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