Volvía a casa hace pocas semanas desde el trabajo, y entre dos contáiners de basura vi tirado un cuadro de regulares dimensiones. Por muy mala que resulte una obra, produce cierta desazón verla tratada como una colilla (El paisaje de circunstancias estaba pintado, ciertamente, con colores planos y bastos, que provocaban contrastes chillones, como los tonos ácidos de los cómics -¡cuánto mejor hacía uno de niño al preferir los tomitos en blanco y de negro de los superhéroes de Vértice!-); la desazón estaba además provocada por los recuerdos que me aportaba la infortunada -en todos los sentidos- pintura: de niño vi en casa de mi abuela y en los salones de casas de amigos de mis padres cuadros muy similares a éstos, que pretendían dar, quizás, cierto barniz de respetabilidad y cultura burguesa a las viviendas de aquella clase media-baja en la que yo me movía. El de casa de mi abuela representaba también el recodo de un río, con una cabaña de madera de aspecto aún más pobre que la de la imagen, y con unos ciervos bebiendo en la ribera de la corriente; recuerdo el mismo dibujo de las piedras, el mismo pálido reflejo en las aguas. Me gustaba ensimismarme delante del cuadro, e imaginar que me introducía dentro y remontaba el problemático curso del río...
Probablemente este viejo cuadro no haya encontrado su lugar en una casa redecorada al estilo omnipresente, ya se sabe, amplios espacios -cuando se dispone de ellos, claro- blancos o crudos, con muebles longuilíneos y minimalistas en bengué y lacados policromados, que por su frialdad e impersonalidad excusan al propietario de tener que hacer cualquier tipo de ostentación cultural vía la colocación de libros y pinturas. Pienso a veces en el mal envejecer que tendrán estos salones, frente a ese "envejecer con dignidad" goethiano de aquellas salas de estar de los 70 de la clase trabajadora, con sus cuadros de saldo, y sus muebles de imitación castellana o rústica en los que era de obligación colocar libros, aunque fueran los que se acumulaban sin leer del Reader's digest o del Círculo de Lectores, o las socorridas enciclopedias -ay- tan en boga entonces. Allí, en esos humildes hogares, se manifestaba, de modo más o menos consciente, una admiración por aquella alta cultura burguesa, basada en el prestigio de la transmisión del conocimiento y el respeto por la excelencia artística e intelectual, que luego ha suscitado tanta desconfianza en la pedagogía surgida de los postulados del 68. Viendo, pues, los catálogos de Ikea y otras tiendas de muebles predomina una sensación de vacío, de falta de espíritu, y no pude dejar de sentir pena por aquella mediocre pintura en la basura, y simpatía por el mediocre gusto artístico de sus antiguos dueños (pero que, sin duda, respetaban el arte y habrían aspirado a algo mejor, si hubieran tenido gusto y/o dinero para ello), al tiempo que desprecio por la mediocridad de los que se habían desembarazado del viejo cuadro, y, que, sin duda, saben muy bien lo que quieren.
6 comentarios:
Esa clase media modesta de la que usted habla es también , sencillamente, burguesía. Sus valores, que los tenía, hicieron grandes cosas: el ahorro, la formalidad, la austeridad, el mérito, la transmisión de buenas costumbres. No todo era hipocresía ni mediocridad. Nunca he compartido ese desdén hacia la llamada pequeña, mediana o, francamente, la gran burguesía, clase que me ha parecido siempre la base de grandes países como EEUU y, por supuesto, los europeos desde el siglo XIX. Y no con menos derecho que la nobleza o la clase obrera. Han trabajado como nadie, han pagado impuestos, han combatido con valor y cuando le ha tocado y, normalmente, sin una queja.
Después, creo que hacían muy bien en poner en sus casas lo que consideraban oportuno. Si le gustaban esos paisajes como los del cuadro, pues estupendo. Eso es también una afirmación de libertad. Tras ese cuadro hay, quizás toda una historia, una superación de la pobreza, el acceso a cierto bienestar tras grandes esfuerzos.
Saludos.
Preciosa reflexión. Me ha gustado mucho.
Suscribo plenamente sus palabras, amigo del Retablo, y en mi entrada echo de menos esa manera de ser y estar, simbolizada en cierto modo por el cuadro, en su casi heroica mediocridad. Y cuando se degrada un sistema educativo como se ha hecho en España, lo que eso socava son las clase medias, es decir, la gente que tiene conciencia de su dignidad, y del valor del trabajo y la formación y la cultura, frente a la mentalidad de la subvención seguidista.
Cordiales saludos.
Muchas gracias, José María; me honras con tu amable comentario.
Saludos.
"...y tiran a la basura / el disco de la Traviata". http://www.youtube.com/watch?v=tABtUT2OfQ0
Muchas gracias, Alejandro. No conocía esta hermosa canción, que retrata perfectamente los sentimientos que me inspiraron esta entrada.
Cordiales saludos.
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