La niebla se enseñorea de la estación belga. Se hace una con sus materiales dúctiles y plateados, apariencias de plástico, aluminio y vidrio que marcan el fin de la Edad del Hierro, edad del duro metal que entrechocaba sangres y era pedernal de heroísmos. La materia, en cambio, se muestra ahora más dócil, manejable a nuestra esperanza de dominar el tiempo haciendo ambiguo el espacio. Formas gráciles, aéreas, que parecen curvarse bajo el imperio de la niebla, son provisorias conquistas ante lo inevitable, lo férreo del ser. El frío se da por sobreentendido entre la bruma filosa, y las vías parecen dispensarnos de su rigor geométrico en un horizonte que se diluye.
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8 comentarios:
JM, dan un poco frío las fotos pero tu texto las templa. Un abrazo, las estaciones de trenes mejor que los aeropuertos, ¿eh?...
Qué recuerdos me trae la imagen de esa estación. Un abrazo.
Hermosa imagen de la niebla en la estación... Creo que me gusta más la arquitectura del hierro. Elegante como ninguna.
Un abrazo.
Muchas gracias, Aurora. Estoy de acuerdo contigo: mejor las estaciones de tren: se espera menos.
Un abrazo.
Pues hacía bastante frío, Antonio. De Bruselas a Lieja no hay indicaciones en francés, por lo que el extrañamiento es aún mayor.
Un abrazo.
Tú como experto, amigo Opinador, confirmas mis pobres intuiciones.
Un abrazo.
Tratándose de estaciones, y más si son belgas, me resulta inevitable pensar en Delvaux, el hierático pintor, cuya obra tanto me sorprendió en un momento de mi vida.
Un abrazo.
Entiendo lo de Delvaux, Luis, las estaciones parecen haber sido fondo de predilección para cierta pintura onírica.
Un abrazo.
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