MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

martes, 3 de agosto de 2010

EDUCACIÓN PROGRESISTA Y DEMOCRÁTICA

"La Reforma Educativa de 1990 -puesta en marcha mucho antes de tal fecha, no por solicitudes de adhesión, como solía decirse, sino en la mayor parte de los casos por imposiciones puras y netas- reunía grandes ventajas: cumplía con el requisito Comunitario de generalizar la enseñanza obligatoria y gratuita hasta los dieciséis años, facilitaba grandemente la manipulación partidista de la cultura y ofrecía a la galería y al consumo interno de los correligionarios revolución sin revoluciones, igualitarismo, asistencia social, aparcamiento juvenil y diploma automático. Se trató de un gran fraude que carecía de fondos específicos y desviaba la atención de enriquecimientos súbitos, negocios turbios y gestiones ruinosas. En ella tenían promoción y acomodo clientelas no precisamente caracterizadas por su formación, valía intelectual, espíritu crítico ni respeto por el saber. El diseño no se presentó, naturalmente, entre sus fieles como un desguace y reparto del sistema anterior; se cubrió el andamiaje de clichés verbales de inevitable adhesión, pero, sin la oferta de puestos a la clientela del Partido y a sus dos sindicatos, la Gran Reforma no hubiera existido jamás [...] Debe mantenerse blindada, sin concesiones ni fisuras, por un silogismo simple: es igual a defensa de la enseñanza pública, igual a progresismo, igual a socialismo y, por lo tanto, inatacable.
[...] Dice mucho de la perversidad (o estupidez; no son incompatibles) sectaria del revolucionario de nómina y prudente distancia del socialismo real que se haya llegado a sacrificar a una juventud, entre la que pueden encontrarse los propios hijos, dándoles el más envenenado de los regalos: la cultura de víctima, de perpetuo asistido en un sistema en el que sólo cabe enorgullecerse de la existencia marginal, interpretar el mundo en términos que siempre exculpan al individuo y culpan al sistema y mirar con desdeñosa envidia las naciones fuertes y el progreso ajeno.
Mucho peor que la ignorancia es el hecho del adiestramiento negativo en el que claramente han sido formados los jóvenes durante su etapa anterior [la Primaria]  y que se materializa en la agresiva imposición de la infancia prolongada y en el rechazo, o en el uso activo del acoso y de la violencia, contra el profesor del nuevo nivel [...] Es un alumno que sabe pocas cosas  pero que, como es natural, conoce a la perfección las que conciernen a sus intereses inmediatos. Y éstos se resumen en la resistencia a unas aulas en las que pasan, por obligación, más de seis horas diarias, de las que esperan distracción y la tibieza vegetativa que haga soportable el confinamiento y que les garantice los pases y notas que contenten a sus padres [...] Llevan mucho tiempo teniendo clarísimo que pueden dejar en barbecho materias enteras porque se les dará el pase por el conjunto de su obra, manejan los límites del insulto al docente y el sabotaje de la clase con el virtuosismo de quien no ignora su status dominante frente a un asalariado de desdeñable categoría al que dirección servil, asociación vecinal e inspección se encargarán de humillar y al que sus padres y él, sentado, a la mesa que se entretiene en pintar, procuran la subsistencia. [...] Acuden porque es el único sitio en que pueden estar y les obligan a ir, pero van sin la más mínima conciencia de que esa actividad sea el lote de trabajo que les corresponde en una sociedad en la que todo bien sale de alguna parte y es procurado por la labor de alguien. [...] La enseñanza como divertimento, la extensión a edades provectas de la alborozada bulla infantil, son nociones que les han empapado y constituyen, probablemente, el rasgo más nocivo de su escolarización, implican la exigencia del circo continuo, permiten la identificación de reflexión y aprendizaje maduro con el tedio, eliminan al profesor capaz y exaltan al maestro histriónico y maternal que sigue la corriente infantiloide y priva a los jóvenes del alimento intelectual que corresponde legítima y biológicamente a su desarrollo [...]
El Compañero Docente suele aferrarse a la fast food de adaptaciones y claves sistemáticas de comentario, es amigo de un aprobado por trabajos caseros que elimina en el alumno el trabajoso proceso del aprendizaje y le permite utilizar innumerables lápices de colores, ama el rodillo de pseudoliteratura que incluye invariablemente antiimperialismo, héroes ecológicos y minorías étnicas [...] El Docente Ejemplar (que ya ha creado peligrosas subespecie de filisteo) funciona a cliché y piñón, más que fijo, soldado por el método, en pleno vigor, de inquisición profiláctica [...] De ahí resulta un mundo tan puerilmente polar, tan elemental, insípido y previsible, que las facultades cerebrales de crítica, exploración, perplejidad, duda, selección, imagen del mundo y construcción del propio criterio quedan en barbecho. Se ven sustituidas por la inmediata jaculatoria propia del pensamiento totalitario, [...] y ahí constituyen mojones secos buenos tan sólo para irrazonadas adhesiones, respuestas reflejas, gritos y conductas viscerales (excelente formación, sin embargo, para la cultura de la pancarta) [...]
Pero los alumnos no se merecen esto. Ninguno de ellos. Ni la privación de estudio para quienes sí lo deseaban, ni la imposición de una mediocridad generalizada que es el precio del buen vivir y medrar de adultos cuya única oportunidad de elevarse es triturar y rebajar su entorno. Pese a la inercia del ambiente, al halago del mínimo esfuerzo y a la tentadora tibieza de la infancia indefinidamente prolongada, llega hasta los adolescentes a veces el sabor de lo que son el conocimiento, la textura de abstracciones, conceptos, hechos lejanos en el tiempo y en el espacio que forman la masa de su presente, insospechadas herencias y horizontes de un mundo en el que creían flotar sin más sentido, razón ni arraigo que la arbitraria disposición de los objetos de su estuche. [...] Y el profesor observa ese momento irremplazable en el que primero comprenden y después le contradicen, ese instante de aprendizaje verdadero, descarnado de todo utilitarismo, en el que, solos, al borde de la idea, baten por primera vez las alas y echan a volar. No merece ese trato el que, pese a los localismos y diversificaciones, halla en clase un contacto con temas, objetos y materias cuya envergadura es ajena a cuanto en su hogar y en su medio existe; no merece la miseria intelectual y vital preceptiva el silencioso y obstinado que, en su confuso fondo, aspira a tener un porvenir, no es digno el confinamiento humillante en el aula para el que prefiere actividad, ni para el que vegeta en la indiferencia permisiva de sus familiares y el cobarde paternalismo del sistema escolar. Se trata de una sangría temporal irreparable que, tras el prolongado engaño, les deja aturdidos e inermes, agresivos e inútiles, dependientes y pretenciosos, en la jungla que, tras la guardería, les espera".

cf. MERCEDES ROSÚA, Las clientelas de la utopía, Unisón, Madrid, 2006, pp. 37-38,42-43,53-58.
La precisión entre corchetes es mía; la ilustración de OPS.


Mercedes Rosúa se marchó al comienzo de los 70 a la China Popular desde la España franquista de entonces para actuar como cooperante. Militante comprometida, pero a la par valerosa e inteligente mujer, fue expulsada de China al cuestionar los métodos totalitarios de la Revolución Cultural. Trabajó luego como Catedrática de Lengua y Literatura de Instituto en Madrid, y allí pudo vivir los primeros pasos de la Reforma educativa y sus consecuencias. Pienso que sus obras El Archipiélago Orwell (2001) y Las clientelas de la utopía (2006) son claves para comprender lo ocurrido en este viejo país desde el comienzo de la Transición, y no sólo en el terreno educativo, sino también en el político y cultural. Época que ella define como "tiempo de chantaje", en tránsito a un "tiempo de miedo", como comenta al final de su último libro. Los acontecimientos creo que, desgraciadamente, no hacen más que darle la razón. Sus libros, así como los de otros como Mercedes Ruiz Paz, Alicia San José, Alicia Delibes, Javier Orrico, etc., sacuden las conciencias, y nos colocan, por lo pronto, a los de este gremio docente ante la disyuntiva de apuntarnos a uno de esos cursos de relajación que organizan los inefables CEPs, o de luchar por nuestra dignidad, como dice J. Orrico en su La enseñanza destruida.




1 comentario:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Juan Pablo, aunque blogger me ha fallado al publicarlo.
Un abrazo.