Verde la hamburguesería que divisaba en el sueño,
verdes las mesas y sillas, rosáceas las pizzas absortas,
tal que yo de verla vacía e inexistente
frente a mi casa. Vuelo a impulsos del vientre en la noche
densa de luz amarilla en la calle de la Compañía.
Sobre la Catedral me elevo y sobre edificios
que desconozco, sereno y feliz como nunca en mi vida.
Lagos helados, escalinatas siniestras y pisos
mínimos que en mi angustia recorro de amor despreciado,
cárcel de amor conocida su bello rostro en la cama.
Torres, pasillos, verdes gargantas, luces de ruta,
tiendas de enigma, sol congelado en estancias,
casas desconocidas, parques tal vez olvidados,
surgen dudosos a veces en mi memoria, e ignoro
dónde se rompe la urdimbre de lo real y se cuelan,
ya inseparables, los rastros dispersos de lo soñado.
4 comentarios:
Muy bonito, José Miguel. Parece como si fuera una especie de viaje astral, ¿no?
Un abrazo.
Muchas gracias, Carlos. Son las imágenes oníricas, que a veces son tan vívidas que en la memoria te cuesta trabajo a veces distinguir de los "verdaderos" recuerdos. Un fuerte abrazo.
Estupendo viaje a través de versos oníricos que, como dice Carlos, parece un viaje astral en toda regla. Recuerdos que, procedentes de sueños o del inconsciente, son tan intensos que cuesta distinguirlos de lo real, como dices aunque, puestos a filosofar, quién sabe lo que es lo real y lo ficticio.
Un abrazo.
Has dado en el clavo de lo que quería expresar, Paco. Un fuerte abrazo.
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