Los últimos días de vacaciones han estado marcados por cierta placidez; incluso la vuelta al trabajo no me ha traído, hasta hoy, mayores ajetreos. Es cierto, como comentaba esta mañana con una compañera en el autobús, que tras el primer día de trabajo la sensación e incluso el recuerdo del vacar se esfuma: hasta tal punto es absorbente el quehacer cotidiano. Quedan seis meses por delante de intensa actividad, en el que se mezclará un viaje a Francia. Apenas presto atención a la actualidad política, y me vuelvo más escéptico respecto a casi todo. Lo que tengo claro es que nada se da gratis, y es labor de funambulista el trato humano. Las relaciones se estrechan y desechan como los hilos de una telaraña al viento.
En el mundo de la Ilíada los dioses movían el destino de los héroes como hilos de marionetas, descargándoles de la responsabilidad última de sus actos, de la conciencia de éstos, y ensimismándolos en la crueldad. La compasión nace con la conciencia de la propia libertad.
En Roma proliferan los candados con nombres de enamorados, como por desmentir lo dicho. La esperanza de permanencia del amor quiere hacerse una con el paisaje urbano, y obliga al paseante a cargar con su efímera certeza. Sus llaves se hicieron desaparecer, y, cuando la moda pase, el desengaño comparecerá bajo especie de cerrajero.
2 comentarios:
"El desengaño comparecerá bajo especie de cerrajero". Parece del siglo XVII.
Amigo del retablo, quizás a esto no sea ajeno la lectura frecuente de su blog, donde nos ofrece jirones de ese florido y rico lenguaje.
Saludos.
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