MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor JOSÉ MIGUEL DOMÍNGUEZ LEAL

martes, 17 de enero de 2012

DE BARCOS, NAUFRAGIOS Y HÉROES


Los recientes sucesos del crucero siniestrado en la costa italiana me han hecho reflexionar sobre el único viaje de ese tipo que realicé hace unos años con mi pareja. Se puede entender, en parte, la falta de ejemplaridad -palabra ahora a la moda- del capitán, y el pánico egoísta del desalojo del barco por las mismas circunstancias de este tipo de viajes, todas marcadas por el dinero. El capitán con aspecto de macarra, que participa en los juegos chorras de las veladas del barco, y que abandona a toda prisa su barco, tras provocar él mismo el accidente, por acercarse imprudentemente a la costa para "saludar", y el pasaje que se pisa los unos a los otros, es la imagen inversa de los capitanes como aquel marino republicano que, ya en el exilio, se negó a abandonar su carguero que se hundía, o de ese grito de women and children first, expresión de un heroísmo severo y práctico. Uno se encuentra, por el contrario, con una tripulación multinacional, y como dividida en estamentos -y pagas-, y unos viajeros que hacen de las vacaciones un espejo aumentado de la indolencia e irresponsabilidad con la que querrían ornar sus vidas durante todo el año. El riesgo -y la belleza- implícito en cualquier navegación se pretende obviada e inconcebible, en el interior de esos hoteles de lujo flotantes, donde el mar es cuestión de vistas desde la piscina del buque, o desde las cafeterías y restaurantes. Me sorprendió encontrar tan pocos pasajeros que, como yo, se aventuraban en la noche a las hamacas de la proa para extasiarse bajo una manta ante ese techo increíblemente tachonado de estrellas, que te encogía el corazón con su heladora belleza.

Todo muy lejos, sí, de las renegras, cuéncavas, marcamineras naves aqueas de la Ilíada, en la extraordinaria versión de Agustín García Calvo, cuya lectura he reemprendido estos días. ¡Qué maravilloso texto o testo!, y qué sabiduría madura la del poeta, filólogo y traductor, feliz confluencia, a despecho de mentes estrechas y prosaicas. Hace tiempo empecé a traducir la obra de Merlín Cocayo con un esquema métrico similar, y ahora me están entrando ganas de retomarlo.
Todo es culpa de los dioses, según Aquiles y Agamenón -lástima para el capitán italiano de marras que ya no le quepe recurrir a este argumento-, y el Crónida Zeus ha decidido ya la suerte de todos los protagonistas, vivos y muertos, aunque a diferencia de a Lázaro, sólo le asegura a Patroclo una demora en su corrupción.

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