El final del curso es ya una realidad, a la que me resisto aún un poco; ya tengo la costumbre de estar en tensión y alerta hasta el mismo día 30 de junio. No recuerdo quién decía que tener enemigos hace ser más eficaz en el trabajo; no es ese mi caso, gracias a Dios, y menos ahora. Siempre hay, en cualquier modo, sorpresas agradables, que suelen venir de los alumnos. Ayer, al entrar en mi clase de latín de 1º de Bachillerato , éstos me dijeron que mirara la pizarra, y allí me habían escrito lo que se puede leer. Parece que he generado en ellos una corriente de afecto, que no he buscado conscientemente. Les di las gracias a ellos por su actitud durante el curso, y su disposición a escucharme (disposicion que he notado, a veces, expectante, pues se han reído mucho conmigo), a pesar de lo charlatanes que son normalmente. Ellos desean que yo les siga dando clase el curso que viene, y a mí también me gustaría; bueno, ya se verá. En todo caso, no olvidaré nunca esta experiencia ni a estos chicos. Acto seguido, quise dedicar la hora, como les había prometido, a analizar y traducir con ellos uno de los textos de César que se ven en Selectividad, para mostrarles que con lo que ya sabían podían enfrentarse con seguridad a él. La cosa iba como de costumbre, hasta que algo llamó su atención tras las ventanas de la clase.
"Mira, profesor -me dijeron- como las Torres Gemelas". De pronto, una humareda espantosa -que siguió creciendo- surgió a nuestra vista: había un incendio en un edificio del Paseo Marítimo que debía ser pavoroso. Tras unos primeros minutos de inquietud, y tras comprobar que, afortunadamente, el viento no soplaba en nuestra dirección, pude concluir la clase con cierta normalidad, a pesar de ese fondo tan inquietante.
En ocasiones, la vida te ofrece coincidencias o signos que no sabes interpretar, pero a los que no puedes resistirte a buscarles algún sentido, sea premonitorio.
Hoy, casi último de clase oficial, les he puesto parte del primer capítulo de la serie Yo, Claudio, para que reconocieran a parte de los personajes que hemos estudiado en el curso; al final de la hora me aplaudieron como despedida. También me aplaudieron los de 1º de Bachillerato bilingüe de francés tras felicitarles por su trabajo; la verdad es que no tenía costumbre de trabajar con alumnos de su nivel.
La marea de las exigencias horarias te arrastra, y apenas tienes tiempo de disfrutar de estos momentos, que se difuminarán en el recuerdo como el humo negro en el aire de una mañana plácida que anuncia un verano ya inminente, y al que también me tendré que acostumbrar.
10 comentarios:
Enhorabuena, José Miguel, eso demuestra que eres buen profe. Yo, la verdad es que estoy como un niño con zapatos nuevos, por la proximidad de las vacaciones. Un abrazo.
Qué gratificantes, desde luego, esas muestras de afecto por parte de los alumnos. Mi enhorabuena por ello. Un abrazo.
JM, cómo me alegro de que hayas tenido alumnos que te aprecien y que te lo hayan hecho saber este fin de curso. Venga, a ver si el curso que viene pasa igual. Un abrazo fuerte.
Muchas gracias, Paco. Ya van llegando esas vacaciones que nos merecemos.
Un abrazo.
Muchas gracias, Juan Antonio. En esta profesión momentos así no son habituales, pues suelen predominar los sinsabores, y cuando llegan se agradecen mucho.
Un abrazo, y a ver si montamos una mercurialada gaditana.
Muchas gracias, Aurora; a ver si te dejas caer por Cádiz en junio. Te esperamos.
Un abrazo.
Enhorabuena por ese merecido reconocimiento a tu trabajo y calidad humana, José Miguel. Un abrazo.
Te lo agradezco mucho, José Manuel, pues tú eres un viejo compañero de estas lides.
Un fuerte abrazo.
Está bien ese reconocimiento de tus alumnos José Miguel, sin duda bien merecido, y que viene a sumarse al que muchos de los que hemos sido tus compañeros te brindamos desde hace años. Te lo mereces. Un abrazo.
Muchas gracias por tus sentidas palabras, amigo Gonzalo. Te deseo unas muy felices vacaciones y que nos veamos a no mucho tardar.
Un abrazo.
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