Este mes de agosto está siendo tranquilo, y ni siquiera se perciben aún en lontananza las tormentas septembrinas. Aproveché, pues, un día de la Regata del 12 para visitar la Casa-museo de las Cuatro Torres. Estas torres que jalonan la ciudad es sabido que pertenecían a familias de la burguesía comercial gaditana, y eran usadas como puestos de vigía privilegiados para divisar los barcos que apuntaban en el horizonte, y ser así de los primeros en bajar a puerto para comerciar a pie de escala. Perdida su función originaria, entre la fronda escueta de las tecnologías, parecen ahora mudos faros del enigma del tiempo que se sacude la piel muerta de la memoria de nuestros antepasados.
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