MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor JOSÉ MIGUEL DOMÍNGUEZ LEAL

sábado, 28 de abril de 2012

VIAJE A ARLES (II)


En Arles nos alojamos en el barrio de La Roquette, situado en el casco viejo de la ciudad. Se ha convertido en un barrio un tanto bohemio, donde viven muchos estudiantes, y parisinos que se han comprado ahí una segunda residencia, junto a la gente de toda la vida del lugar. Cuadra la belleza de las casas, visible en sus fachadas en tonos crema, y sus vetustos postigos en colores verde, azul o rojo, con lo precario de su viejo equipamiento. Dentro del dúplex en el que me alojé había unos contadores casi idénticos a los que recuerdo de niño en la casa de vecinos en que vivía del barrio de Santa María en Cádiz (y que todavía existen), así como el cableado que acogotaba las paredes, y los cierros, parejos a los de la casa de mi abuela. Sorprende agradablemente comprobar cómo la gente allí gusta de vivir en medio de cierta decorosa decadencia, rodeados de tiendas de barrio, y restaurantes de extraños horarios. Tan diferentes son en esto a la pasión de nuevo rico cateto que ha campeado en España, y que ha tenido una de sus manifestaciones en la burbuja inmobiliaria, en la obsesión por la casa nueva y "totalmente equipada". Así, pasé en numerosas ocasiones delante de una épicerie, llena de productos locales, y siempre estaba cerrada, salvo en una ocasión en que sorprendí a la dueña sentada fuera en una mesita de bar que había sacado para charlar con gente que pasaba; otro restaurante, Le mangelire, muy popular en la zona, sólo abría al mediodía y entre semana, y tenía una de las paredes del pequeño local (eso sí, aprovechado a tope, con mesas minúsculas pegadas unas a otras, algo imposible por aquí con lo que grita la gente en los bares) cubierta de tortuosas estanterías de libros. Me dijo la chica que descansaban a la espera del verano, en el que sí habrían al mediodía y la noche. Por la tarde sí vi que estaba entonces abierto, pero para impartir talleres de historia de arte. Una manera, en fin, de aprovechar vital e intelectualmente el lugar de trabajo, no muy habitual por estos pagos.






2 comentarios:

Máster en nubes dijo...

¡Qué bonitas puertas y ventanas de colores! Envidia de viaje...

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Muchas gracias, Aurora.
Un abrazo.